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El ex director del FBI "era un colgado": Donald Trump


2017-05-19

PABLO PARDO, El Mundo

Donald Trump subió ayer al Air Force One, el avión oficial del presidente de EU, a las 20:30 de la noche de España, en la base de Andrews, a las afueras de Washington. Lo hizo en un grupo formado por sus asesores más cercanos: su yerno, Jared Kushner; la esposa de éste, Ivanka; su jefe de gabinete, Reince Priebus; y su asesor, ex guardaespaldas, policía jubilado de Nueva York, y el hombre al que envió al FBI con la carta de despido del director de esa organización: Keith Schiller.

La composición del grupo revela cómo funciona la Casa Blanca de Trump: familia (Kushner, Ivanka), y viejos colaboradores de probada lealtad (Schiller), primero. En ese círculo íntimo, el único con experiencia política es Priebus. Y Priebus es, precisamente, un nombre que está permanentemente en las quinielas como el próximo es ser cesado de la Casa Blanca. Solo después se hizo visible la llegada de otras dos personas: el máximo asesor económico de Trump, Gary Cohn - ex "número dos" del banco de inversión Goldman Sachs y, de nuevo, una persona que no tiene trayectoria política - y, acaso más significativo, Dan Scavino: el director de "social media", es decir, de redes sociales, de la Casa Blanca.

Trump, así pues, está rodeándose cada vez más de un círculo íntimo de empresarios, familiares, y gente de confianza (Hope Hicks, la portavoz de su campaña, de 28 años, parece otro de sus asesores más cercanos) mientras el terreno político se derrumba a su alrededor. El mejor ejemplo llegó mientras el Air Force One despegaba. Cuando el avión llevaba exactamente diez minutos en vuelo, el diario "The New York Times" titulaba en su web que el presidente de EU se había jactado en la Casa Blanca ante el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, y el embajador de ese país, Sergei Kislyak, de haber destituido al director de FBI, James Comey, del que había dicho, según el citado diario, que "está loco".

"He estado bajo un montón de presión por Rusia"

"Acabo de echar al director del FBI, estaba loco, un colgado", dijo Trump a Lavrov y Kislyak el miércoles de la semana pasada, un día después de haber cesado a Comey. El presidente estadounidense fue más lejos en sus declaraciones a los dos altos funcionarios rusos, uno de los cuales -Kislyak- ha sido acusado de ser un espía por la cadena de televisión CNN. "He estado bajo un montón de presión por Rusia. Ahora ese peso ya se me ha quitado de encima", les dijo Trump, antes de añadir: "Ya no estoy bajo investigación".

En realidad, esta última afirmación es falsa, lo que plantea la cuestión de si el presidente estadounidense estaba tratando de engañar a sus interlocutores - algo muy improbable - o si se estaba mintiendo a sí mismo. El cese de Comey no supuso en modo alguno el final de la investigación del FBI sobre los vínculos entre la campaña de Donald Trump y el Gobierno de Rusia. Pero, con esta nueva filtración, parece que ése era el objetivo del presidente. Un día más tarde, en una entrevista con el periodista Lester Holt, de la cadena de televisión NBC, Trump dijo que había echado a Comey "por la cosa ésa de Rusia".

No fue la única revelación del día. Diez minutos más tarde, el diario "The Washington Post" informaba de que un colaborador cercano a Trump que trabaja en la Casa Blanca ha sido designado "persona de interés" por el FBI en su investigación. El término "persona de interés" se aplica en una investigación a alguien que no ha sido oficialmente acusado de ningún delito ni detenido, pero que está siendo investigado. La noticia del Post también indica que las pesquisas del FBI se están adquiriendo un carácter más agresivo, con los investigadores recurriendo a un gran jurado para llamar a declarar a personas que están siendo investigadas.

Intento de obstrucción a la justicia

Todo esto indica que, lejos de acabar con la investigación, Trump la reforzó cuando destituyó a Comey. El presidente afronta ahora una cascada de frentes legales y políticos abiertos, con una acusación grave: intento de obstrucción a la Justicia tanto por echar a Comey como por haber tratado con anterioridad de que éste abandonara la investigación.

Ése es el verdadero talón de Aquiles de Trump. Los demás, son más o menos manejables. Por un lado, las diferentes investigaciones - del Senado, de la Cámara de Representantes, y del FBI - pueden obstaculizarse entre sí. Y el nombramiento de Robert Mueller como fiscal especial, puede prolongar las pesquisas durante años, y, al mismo tiempo, blindar a determinados testigos de comparecer en las comisiones del Senado y la Cámara. Así pues, el proceso legal y político es complejo, y Trump es experto en salir victorioso de situaciones aparentemente desesperadas.

Porque, además, los cargos contra el presidente no tienen peso legal, e incluso políticamente todo depende de lo que sus partidarios quieran ver en ellos. Es cierto que Trump es cercano a Rusia. Pero tener una relación estrecha con un país no es delito. El hecho de que desvelara a Lavrov y Kislyak información ultrasecreta suministrada por Israel sobre el Estado Islámico tampoco es en sí mismo un delito, porque el presidente de EU tiene potestad para decidir lo que es secreto y lo que no, y a quién se lo dice.

Elegir un pésimo equipo no es delito

Una cuestión diferente, aunque tampoco es letal políticamente para el presidente, es la de las relaciones entre Moscú y algunos de sus hombres de confianza, como el ex consejero de Seguridad Nacional, Mike Flynn, sus asesores electorales Roger Stone y Paul Manafort, su consejero en política exterior, Carter Page, e incluso el "número uno" del Departamento de Justicia, Jeff Sessions.

En la mayor parte de esos casos, las acusaciones se basan en que esos miembros del equipo de Trump mantuvieron ocultas sus relaciones con Moscú - y, en el caso de Flynn, también con Turquía - pero no que actuaran al servicio de ese país. Los vínculos de Flynn con el Gobierno de Ankara y los de Rogers y Manafort con Rusia y con elementos prorrusos de Ucrania sí podrían tener consecuencias, incluso penales, pero, aun así, eso no implicaría que Trump sea culpable de nada más que de elegir a un pésimo equipo. De nuevo, eso no es delito.

La obstrucción a la Justicia es diferente. Y ahí Comey está jugando una guerra total contra Trump. El ex director del FBI tomó notas de todos y cada uno de sus encuentros con el presidente, y luego dio copias a personas de su confianza. Una de ellas es Benjamin Wittes, ex miembro de la sección de Opinión del "Washington Post", investigador del think tank Brookings Institution - el más prestigioso e influyente de EU - y autor del blog Lawfare. Wittes se ha convertido en el portavoz oficioso de Comey, detallando incluso escenas propias de Luis García Berlanga, como cuando el entonces director del FBI trató de hacer que su traje azul le mimetizara con unas cortinas del mismo color, el 22 de enero, en la Casa Blanca, para no tener que saludar a Trump.



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