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El circo televisivo de Putin pierde credibilidad�


2017-06-16

Neil MacFarquhar, The New York Times

MOSCÚ — Durante el décimo quinto episodio de su programa televisivo anual de preguntas y respuestas, una suerte de informe de gobierno al pueblo ruso, el presidente Vladimir Putin fue una combinación de Oprah, el rey Salomón y un justiciero que lucha contra la burocracia incompetente. También hubo algo de zar moderno en él cuando respondió las preguntas del público, en su mayor parte rusos agraviados a quienes prometió personalmente resolver los problemas que los aquejan.

La asamblea pública televisada incluyó una serie de estadísticas económicas en su mayoría positivas; señales de la pesunta preocupación por los problemas sociales; algunos pronunciamientos en torno a la política exterior, y hasta un vistazo a la vida privada de Putin.

Este por primera vez reveló al público ruso que tiene dos nietos, uno en preescolar y uno nacido recientemente. No dio más detalles, dijo, porque quería proteger su privacidad y evitar que crecieran como “príncipes”.

De paso, casi de manera mordaz, le ofreció asilo político en Rusia a James Comey, el exdirector del FBI que admitió que le pidió a un amigo que filtrara a los medios un memorando sobre una reunión que tuvo con Donald Trump, y lo comparó con el asilo que le ofrecieron a Edward Snowden cuando este filtró información clasificada de la NSA.

Faltaron las ocurrencias vivaces de siempre, pues Putin solo provocó risas casi al final de la transmisión de cuatro horas, cuando dijo que no recordaba ningún chiste sobre él y que mucho menos tenía un favorito.

Quizá el formato de preguntas y respuestas se ha vuelto repetitivo para Putin —en determinado momento hasta suspiró– después de hacer un programa similar casi cada año de los que ha sido presidente o primer ministro; la primera transmisión fue en 2001 y la única que no se ha llevado a cabo fue la de 2004.

Se suponía que todo debía ser espontáneo, aunque los organizadores anunciaron con días de anticipación que estaban recibiendo una gran cantidad de preguntas. Dijeron que les formularon cerca de 2,6 millones, en un país con casi 143 millones de habitantes.

Aunque el público en esta ocasión fue menos reverencial: un joven cuestionó a Putin sobre la corrupción entre funcionarios de alto rango. Putin le reviró que quién lo había “preparado” para hacer esa pregunta y el preguntón no dudó antes de decir: “La vida me preparó”.

Después de las preguntas del público, Putin respondió preguntas de periodistas, y fue entonces cuando también fue cuestionad de manera directa acerca de las consignas anti-Putin que fueron coreadas durante las multitudinarias manifestaciones que sacudieron a Rusia el 12 de junio.

Respondió que ese tipo de manifestaciones deben ser legales, pero que no deben ser motivadas por la ambición personal —fue una referencia indirecta al líder de la oposición Alexei Navalny, quien quiere postularse para la presidencia en las elecciones de marzo de 2018—. Putin también atacó al reportero que le preguntó acerca de las manifestaciones, que era de un medio extranjero, pues dijo que esa pregunta insinuaba su apoyo a las protestas.

A pesar de la negación constante por parte del Kremlin, usualmente hay señales de que el programa es grabado previamente y no realmente transmitido en vivo.

Sin embargo, este año el formato no fue cuidado a la perfección. Al enfatizar preguntas enviadas a través de las redes sociales, un aparente intento de mostrar que la televisión estatal puede estar a la moda, terminaron por mostrar comentarios críticos en una pantalla enorme que colocaron en uno de los costados del estudio.

“Putin, ¿de verdad crees que la gente se cree este circo con preguntas ensayadas?”, decía un mensaje que apareció. En otro preguntaban: “¿Cuándo dejarás de violar la estipulación constitucional que define una presidencia de dos periodos?”.

Aunque sin contar esos momentos, no hubo preguntas verdaderamente difíciles y Putin tuvo oportunidades fáciles para quedar bien con el público.

Putin no ha anunciado su candidatura para la elección de 2018, pero por momentos parece ya estar en campaña.

Escuchó con solidaridad a todos los que comentaron sus problemas en el programa, entre ellos alguien enfermo de cáncer, un profesor con un pésimo salario y una mujer cuya casa se estaba pudriendo lentamente después de una inundación.

Prácticamente en todos los casos, expresó su asombro por el hecho de que el problema aún no había sido resuelto, dado que el gobierno federal había asignado dinero para esos casos, y prometió abordar el problema de inmediato.

“Lo que acabas de decir es muy extraño”, le respondió a una mujer que dijo que le estaban obligando a pagar para solicitar ayuda económica después de una inundación que dañó su casa en mayo pasado. Putin sugirió que el gobernador local debía visitarla ese mismo día.

La mujer sonrió, aliviada. Más tarde le dijo a un diario ruso que un hombre desconocido tocó a la puerta de su casa para decirle que ya le habían depositado el apoyo económico por la inundación en su cuenta bancaria.

Para quienes sufren problemas, ser elegido para hacer preguntas al respecto era casi como ganarse la lotería.

A fin de cuentas, el programa mostró a Putin, quien anotaba mensajes en pequeñas libretas, en el papel que más le gusta desempeñar: como el padre benévolo del país, un hombre que tiene el control de todas las situaciones.



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