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Larga vida gracias a las amistades


2017-06-28

Jane E. Brody, The New York Times

NUEVA YORK — Felicitaciones a la cafetería HotBlack Coffee de Toronto por no ofrecerle wifi a sus clientes. La razón esgrimida por HotBlack para mantener su apagón electrónico es muy loable. Como explicó su presidente, Jimson Bienenstock, su intención es hacer que los clientes conversen entre sí, en vez de que se entierren en sus dispositivos portátiles.

¡Qué idea tan novedosa! Quizá Bienenstock sabe instintivamente lo que la ciencia médica ha estado demostrando durante décadas: la interacción social es un elemento que contribuye de forma muy importante a la buena salud y la longevidad.

Personalmente, no necesito leer los resultados de una investigación para apreciar el valor de crear y mantener conexiones sociales. Lo experimento diariamente durante mi caminata matutina con hasta tres mujeres, luego antes y después de mi sesión de natación en el vestidor del YMCA donde no está permitido el uso de dispositivos electrónicos.

La experiencia del vestidor ha sido sorprendentemente gratificante. He hecho nuevas amigas con quienes comparto alegrías y penas. Esas mujeres me ayudan a resolver problemas grandes y pequeños, ofreciendo consejos sabios, orientación, asesoría y, a menudo, una risa franca que ilumina mi día. Y, como han demostrado numerosos estudios, quizá estén ayudando a salvarme la vida.

Como reportó la publicación Harvard Women’s Health Watch, “docenas de estudios han demostrado que las personas que tienen relaciones satisfactorias con familiares, amigos y su comunidad son más felices, tienen menos problemas de salud y viven más tiempo”.

En un estudio —iniciado en 1965— entre 7000 hombres y mujeres en el condado de Alameda, en California, Lisa F. Berkman y S. Leonard Syme encontraron que “las personas que están desconectadas de otras tuvieron aproximadamente tres veces más probabilidades de morir durante el estudio de nueve años que las personas con fuertes lazos sociales”, relató John Robbins en su maravilloso libro sobre la salud y la longevidad, Healthy at 100.

Esta importante diferencia sucedió sin importar la edad, género, prácticas saludables o estado de salud física de las personas. De hecho, los investigadores encontraron que “aquellas con lazos sociales fuertes y estilos de vida poco saludables (como tabaquismo, obesidad y sedentarismo) realmente vivían más que aquellos con lazos sociales débiles pero hábitos de vida más saludables”, escribió Robbins. Sin embargo, añadió rápidamente, “eso no significa que las personas con estilos de vida saludables y lazos sociales fuertes vivieron más que todos los demás”.

En otro estudio, publicado en The New England Journal of Medicine en 1984, investigadores del Plan de Seguro de Salud del Área Metropolitana de Nueva York encontraron que entre 2320 hombres que habían sobrevivido a un ataque cardiaco, aquellos con conexiones fuertes con otras personas solo presentaban una cuarta parte del riesgo de muerte, en los tres años posteriores al suceso, que quienes carecían de conectividad social.

Investigadores en el Centro Médico de la Universidad de Duke también encontraron que los lazos sociales pueden reducir las muertes entre las personas con padecimientos médicos serios. Beverly H. Brummett y sus colegas reportaron en 2001 que entre los adultos con una enfermedad de las arterias coronarias, la tasa de mortalidad fue 2,4 veces más alta entre quienes estaban socialmente aislados.

En una columna que escribí en 2013 llamada “Sacudiéndose la soledad”, cité una revisión de investigaciones publicada en 1988 que indicaba que “el aislamiento social está a la par de la hipertensión, la obesidad, el sedentarismo o el tabaquismo como un factor de riesgo para las enfermedades y la muerte temprana”.

Las personas que carecen de manera crónica de contactos sociales tienen más probabilidad de experimentar niveles elevados de estrés e inflamación. Estos, a su vez, pueden socavar el bienestar de casi todos los sistemas corporales, incluido el cerebro.

A falta de interacciones sociales, es probable que el flujo sanguíneo hacia órganos vitales se reduzca y la función inmunitaria se vea socavada.

Incluso puede verse adversamente afectada la manera en que se expresan los genes, afectando a la capacidad del cuerpo para desactivar la inflamación. La inflamación crónica ha sido vinculada a cardiopatías, artritis, diabetes tipo 2 e, inclusive, intentos de suicidio.

En un reporte de 2010 en The Journal of Health and Social Behavior, Debra Umberson y Jennifer Karas Montez, investigadoras de Sociología en la Universidad de Texas en Austin, citaron “evidencia consistente y convincente que vinculaba una baja cantidad o calidad de los lazos sociales con varios padecimientos”, incluido el desarrollo y empeoramiento de enfermedades cardiovasculares, ataques cardiacos repetidos, trastornos autoinmunes, hipertensión, cáncer y cicatrización lenta.

La falta de interacciones sociales también afecta a la salud mental. El apoyo emocional ofrecido por las conexiones sociales ayuda a reducir los efectos perjudiciales del estrés y pueden fomentar “una sensación de significado y propósito en la vida”, escribieron las investigadoras texanas.

Emma Seppala del Centro para la Investigación y Educación de la Compasión y el Altruismo de Stanford, y autora del libro de 2016 The Happiness Track, escribió: “Las personas que se sienten más conectadas con otras tienen menores niveles de ansiedad y depresión. Además, estudios demuestran que también tienen una autoestima más alta, mayor empatía con los demás, son más confiadas y cooperativas y, como consecuencia, los otros son más abiertos a confiar y cooperar con ellas”.

“En otras palabras”, explicó Seppala, “la conectividad social genera un ciclo de retroalimentación positiva de bienestar social, emocional y físico”.

Sugirió que una declinación en la conexión social podría ayudar a explicar recientes aumentos en los reportes de soledad, aislamiento y alienación, y quizá sea la razón por la cual la soledad se ha convertido en un importante motivo para que la gente busque orientación psicológica. Para 2004, escribió, la investigación sociológica reveló que más del 25 por ciento de los estadounidenses no tenía nadie a quien hacer confidencias. Carecían de un amigo cercano con el cual se sintieran cómodos compartiendo un problema personal.

Para quienes buscan un estilo de vida que promueva la salud, no es suficiente enfocarse en comer sus verduras y ejercitarse regularmente. Seppala aconseja: “No olviden establecer relaciones”.



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