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En el Prado, ahora el amor se atreve a gritar su nombre


2017-07-04

 

Raphael Minder, The New York Times

MADRID — El término homosexualidad se acuñó por primera vez a finales del siglo XIX, época en la cual el Museo del Prado casi acababa de completar la colección de arte más grande de España.

No obstante, la homosexualidad siempre ha estado presente en el interior del Museo del Prado, en formas que, por primera vez, se ha elegido subrayar con una exposición titulada “La mirada del otro. Escenarios para la diferencia”. La muestra le permite a los visitantes observar cómo la homosexualidad está presente no solo dentro de algunas pinturas y esculturas específicas, sino también en las vidas de los artistas y los mecenas de las obras.

La muestra se inauguró el 14 de junio, poco antes del WorldPride, un festival de diez días que concluyó el domingo 2 de julio.

“El Prado es mucho más que un museo nacional porque recibimos visitantes de países donde no siempre reconocen lo normal, países que verdaderamente pertenecen al tercer mundo en términos de derechos humanos”, explicó Jaime de los Santos, responsable de Cultura y Turismo del gobierno regional de Madrid.

Miguel Falomir, director del Prado, manifestó que el museo quería demostrar que estaba “abierto a todas las sensibilidades” y orientaciones sexuales. Dijo que esta muestra “probablemente debería haberse hecho hace diez años, pero nunca es demasiado tarde”. Comentó que, aunque él se preparó para recibir críticas por parte de los elementos más conservadores de la sociedad española, hasta ahora nadie ha expresado su descontento. “Por fortuna, este país ha cambiado”, añadió.

Otros museos también se han sumado a la tarea de explorar la homosexualidad en el arte. El Tate Britain de Londres ahora expone “Queer British Art, 1861-2017” (Arte británico gay) para conmemorar el quincuagésimo aniversario de la despenalización parcial de la homosexualidad en Inglaterra. De igual manera, coincidiendo con el festival del Orgullo 2017, el Thyssen-Bornemisza, otro de los museos más importantes de Madrid, hace énfasis en la orientación sexual en una exposición titulada “Amor diverso”.

Durante un recorrido por la exposición del Prado, Carlos Navarro, uno de sus curadores, explicó que los artistas habían recurrido a episodios mitológicos y bíblicos para incorporar la homosexualidad en sus obras, tratando de evadir la censura. En un inicio, este arte por lo general permanecía oculto en las cámaras privadas del rey, como en la Torre de la Parada, un pabellón de caza que mandó construir el rey Felipe IV a las afueras de Madrid.

Una de las obras de arte del pabellón, ahora expuesta en la galería principal del Prado, es El rapto de Ganímedes, de Peter Paul Rubens, en el que el artista muestra a Ganímedes y una aljaba con flechas en yuxtaposición, en alusión a la penetración anal, explicó Navarro. “No fue sino hasta hace poco que los historiadores de arte debatieron estos temas”, agregó.

Algunas de las obras de la exposición se centran en la persecución que padecieron los artistas, a menudo instigada por pintores rivales. En 1603, Michelangelo Merisi da Caravaggio fue sometido a juicio por sodomía, un delito que era castigado con la pena de muerte. Ahora se cree que Juan de Tassis, un noble acusado de sodomía, fue el primer comprador de la pintura de Caravaggio, David vencedor de Goliat, ahora expuesta en el Prado. “Podemos ver un triángulo muy especial entre una obra, su artista y su coleccionista”, comentó Navarro.

Hay obras que exploran el travestismo y cuestiones de género, temas que, paralelamente, se desarrollaban en la literatura española del Siglo de Oro. En 1590, Juan Sánchez Cotán pintó Brígida del Río, la barbuda de Peñaranda probablemente no como una curiosidad médica, sino más bien para advertir a los hombres acerca del comportamiento afeminado, explicó Navarro.

Rara vez se expone la obra de mujeres artistas en el Prado, que hasta el año pasado celebró su primera exposición dedicada a una mujer, Clara Peeters, una pintora flamenca de naturalezas muertas. No obstante, para el afiche publicitario de esta muestra, los curadores seleccionaron el retrato de un león que pintó Rosa Bonheur en 1879.

Fascinada por los animales, Bonheur obtuvo un permiso de la policía francesa para travestirse, de tal modo que estaba autorizada para usar pantalones y otras prendas masculinas con el fin de tener acceso a los ranchos de ganado y las ferias donde no eran bienvenidas las mujeres, pero cuyas vacas y caballos quería retratar.

“Normalmente pensamos que las artistas del siglo XIX pintaban gatitos, pero ella era muy distinta”, comentó Navarro. El león es de un realismo sorprendente e imperdible, una vez que se encuentra, confinado en una de las habitaciones de la planta baja del museo.

Navarro explicó que inicialmente los curadores consideraron montar esta muestra en una sección aparte del Prado, pero decidieron dejar las pinturas en sus escenarios habituales porque “también queríamos dejar claro que los visitantes pueden encontrar aquí mucho más de lo que forma parte del recorrido clásico y normal del Prado”.

Una mirada diferente, dijo, también significa mostrar que “pinturas poco comunes han estado colgadas aquí ante los ojos de aquellos que están preparados para verlas”.



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