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Venezuela cataliza el cambio de política exterior de México


2017-07-05

 

Emil J. Blasco / ABC.es


Donald Trump y el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, se verán las caras los próximos días en Alemania en la cumbre del G-20. Será la primera vez que se den la mano desde la visita que, como candidato presidencial, Trump hizo a México en 2016 durante la campaña electoral estadounidense. El conflicto político que generó aquella visita y la demagogia antimexicana confirmada por Trump al llegar a la Casa Blanca están obligando a México a replantearse su política exterior.

Roto el sueño de una mayor integración de Norteamérica, ¿está México volcándose en América Latina, como indica su protagonismo en sumar votos contra la Venezuela de Nicolás Maduro? Con el Muro de Trump amenazando la proyección hacia el norte, ¿está girando la política exterior mexicana hacia el sur?

El activismo antichavista del canciller mexicano, Luis Videgaray, en la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), celebrada hace dos semanas precisamente en México, parece indicar un cambio de orientación. El caso de Venezuela está sirviendo de catalizador.

Doctrina Estrada

Desde la década de 1930 y hasta final de ese siglo XX la política exterior mexicana estuvo sostenida sobre dos pilares, uno formal y otro intuitivo: la invocación de la neutralidad ante los vaivenes políticos internos de otros países y un ligero distanciamiento de Estados Unidos como modo de reafirmación propia. El primer principio, el único reconocido oficialmente como tal –la llamada Doctrina Estrada–, llevaba a respetar formalmente tanto regímenes revolucionarios como dictaduras militares en el resto de Latinoamérica; el segundo principio, en realidad más una praxis, matizaba lo anterior, echando una mano a la Cuba castrista en los 60 o rompiendo relaciones con el Chile de Pinochet en los 70.

Esa política exterior comenzó a romperse en los 90 con un mayor acercamiento a Estados Unidos de la mano del liberalismo económico y el libre comercio, primero con el presidente Ernesto Zedillo (1994-2000), del PRI, y luego sobre todo con Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012), ambos del PAN. Junto a la entrada en vigor en 1994 del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), México se sumó al consenso para la aprobación en 2001 de la Carta Democrática Interamericana de la OEA, cuyas exigencias suponen una injerencia en las soberanías nacionales.

Aproximación a EU

«La ruptura de la política tradicional se dio con Zedillo y luego fue in crescendo, profundizándose con los presidentes del PAN», afirma la periodista Blanche Petrich, veterana corresponsal de La Jornada que lleva años siguiendo la política exterior mexicana. En su opinión, el momento más «crítico» fue con Fox, pues este se convirtió en un «instrumento» de George W. Bush, «alineándose con Washington en contra de Lula, Chávez, Correa, Morales y Kirchner y a favor de Uribe».
   
Para Petrich, que estuvo cubriendo la Asamblea General de la OEA celebrada en Cancún, la sorpresa

no fue esa línea seguida por el PAN, sino que el PRI no volviera a la política exterior tradicional de «mayor pragmatismo» cuando en 2012 regresó a la presidencia. Frente a lo que había sido habitual con el PRI, Peña Nieto acabó protagonizando un conato de completa afinidad con Trump.

«Aquí el factor clave es que Luis Videgaray fue compañero de estudios del yerno de Trump, Jared Kushner. Videgaray es su hombre en México», dice la periodista; «por eso el presidente Peña Nieto invitó a Trump a venir a México durante la campaña electoral estadounidense, algo que nunca se había hecho con los candidatos de ese país. La idea era que si Trump ganaba las elecciones, México podía sacar partido de esas relaciones». «Fue un gran viraje que ha acabado como todos saben»: con Trump diciendo que México pagará el Muro y pidiendo una revisión del TLCAN.

Presión sobre Venezuela

Pero la política exterior de los últimos veinte años, de acuerdo con Fausto Pretelin, periodista que escribe en El Economista y que ha dado clases de Estudios Internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), no debe verse como una excepción tras la cual tenga que volverse «a la visión rancia del viejo PRI». «El propio Peña Nieto se dio cuenta de que no podía regresar a las viejas políticas, lo que pasa es que en su caso hubo un exceso de aproximación inicial a Trump», afirma Pretelin, quien también estuvo cubriendo la reunión de la OEA.

Dados los desencuentros con la Administración Trump, México se encuentra ante la oportunidad de mirar más al sur

, de forma que su política exterior no sea «monotemática», orientada solo a Estados Unidos, como destaca Pretelin. Latinoamérica ha mirado muchas veces a México como a un aliado ausente, y «desde la firma del TLCAN los propios mexicanos se han visto en términos sociológicos como parte de Norteamérica; eso los desarraiga mucho del resto».

La cuestión de Venezuela permite a México mostrar ese cambio de sensibilidad. «Si cuando estuvo vigente la Doctrina Estrada la supuesta neutralidad no impidió una buena sintonía entre el PRI y la Cuba castrista, hoy no hay motivo para no denunciar la situación venezolana junto con el resto de países de la región», manifiesta el periodista.

Por lo demás, en esa mayor atención hacia los otros vecinos continentales, México expresó la semana pasada en la cumbre de la Alianza del Pacífico su decidido compromiso a una expansión de esa organización, puesta en marcha en 2012 con Colombia, Perú y Chile. México también está buscando una mayor relación comercial con los países del Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador).



yoselin


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