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El escándalo de los mails rusos y Trump Jr. ahonda la fractura en Estados Unidos


2017-07-13

Jan Martínez Ahrens, El País

En casa de los Trump todo sigue igual. El hijo mayor del presidente de EU es “inocente, transparente, abierto” y la investigación por su reunión con una supuesta enviada del Kremlin supone “la mayor caza de brujas de la historia política”. No hay más vueltas. Antes de volar a París, Donald Trump dejó clara su doctrina ante los republicanos y volvió a intentar pasar página a un escándalo que cada día fractura más al país.

Escándalo o ruido. Demócratas y republicanos miran desde aceras distintas el desarrollo de la trama rusa. Para los primeros es el puñal que puede acabar con el presidente; para los segundos, griterío que no conduce a ninguna parte.

A favor de los conservadores, juega que no hay detenidos ni acusados, tampoco ninguna prueba que incrimine directamente al presidente. Todo es aún previo. Para la oposición, la nube de indicios que apuntan al Despacho Oval es apabullante y la maquinaria fiscal no ha hecho más que ponerse en marcha.

La Casa Blanca, aunque su interior sea un hervidero y el presidente monté en cólera con cada nuevo capítulo, intenta mostrar calma y distancia. Pero no logra apagar el fuego. Su acercamiento al presidente ruso la semana pasada en Hamburgo, lejos de marcar un inicio, ha vuelto a quedar en entredicho con las últimas revelaciones.

La estrategia para enfrentarse a la nueva crisis ha sido ya ensayada otras veces. Negarlo todo. Hacer como si nada hubiera pasado. Eso fue lo que intentó Donald Trump Junior en la entrevista que concedió al conservador Sean Hannity en la cadena Fox. Ahí se vio que reunirse con una emisaria del Kremlin, esperar información tóxica contra una candidata rival, aceptar el juego de una potencia extranjera son para el primogénito asuntos menores. Hechos exagerados por una prensa “sensacionalista, deshonesta y extremista” que “no sirve a los intereses de su país”.

Elusivo y un punto despectivo, fue una ocasión de oro para ver al vástago presidencial escapar de sus propios actos. Insistió en que la cita con la abogada resultó un fiasco. “No hubo nada. La habría olvidado si no fuera por todo esto. Fueron 20 minutos literalmente perdidos”, dijo. Tampoco le importó que el encuentro se celebrase a instancias de Rusia. Para Trump Jr. en aquel momento lo único importante era la liza electoral. “Todo esto es anterior a la Rusiamanía, es anterior a este montaje de la prensa. Para mí era una investigación de oposición, podían tener evidencias concretas sobre historias que habíamos oído”.

- “¿Y no se lo dijo a su padre?”, preguntó Hannity.

- ¿Pero cómo voy a decírselo? Fue la nada”, respondió Trump Jr.

Sin mayores repreguntas, ante un programa que le había presentado como una víctima del “mal periodismo”, la entrevista prosiguió en inútiles meandros. El primogénito, de 39 años, se limitó a repetir que la abogada aprovechó para hablar de sanciones, y que él había respondido a un impulso natural y comprensible al abrirle las puertas. “Alguien me mandó un correo. Eso no es cosa mía. Lo leo y respondo en consecuencia por si hay algo interesante ahí. Creo que eso es muy común”.

La entrevista acabó con un apretón de manos entre el presentador y Trump Junior. Su padre la había recomendado previamente en Twitter. Por la mañana, ensalzó a su hijo. Luego tomó el avión y se fue con Melania a reunirse con Emmanuel Macron en París.

La contradicción como defensa

Todos se reunieron para hablar de Hillary Clinton, pero ninguno lo hizo. Esta contradicción es el principal punto de defensa de Donald Trump Junior. Y también de sospecha. El encuentro del 9 de junio tenía como fin recibir a una “abogada del Gobierno ruso” que iba a proporcionar “información incriminatoria” contra la candidata demócrata. “Si es así, me encanta”, había respondido el vástago presidencial. A la cita acudió la plana mayor de Trump. Su existencia fue ocultada y cuando saltó a la luz sus protagonistas intentaron desvincularla de Moscú. Primero negando el motivo de la cita y luego, ante la evidencia de las misivas, rechazando que se hubiese hablado de lo que les había congregado. Una versión que muchos ponen en duda, pero de la que no hay pruebas en contra.



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