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Lo que Trump no dice sobre su muro 


2017-08-10

 

Gail Collins, The New York Times

Los aficionados al muro fronterizo han estado muy ocupados. Parece que cada día hay un nuevo avance: la Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley que aportará casi 1,6 mil millones de dólares para el primer tramo del proyecto favorito de Donald Trump. Después llegó la publicación de la transcripción de la demente conversación que Trump sostuvo con el presidente de México, Enrique Peña Nieto, en la que lo instó a que no dijera que su país no pagará el muro.

Además, se lanzó un informe gubernamental que calcula que el Departamento de Seguridad Nacional tendría que evaluar a 750,000 aspirantes para poder cumplir con la meta de nuevas contrataciones de la Patrulla Fronteriza que ha establecido el presidente.

No hay que olvidar que el repentino anuncio de Trump sobre prohibir que las personas transgénero sirvan en el ejército, en realidad solo se trató de conseguir dinero para empezar a construir la barrera (a veces te cansas de decir “muro”. La palabra surge tan a menudo que deberíamos usar sinónimos: Fortificación del Futuro. El Separador de Donald. Sigamos haciendo propuestas).

La convergencia de los derechos transgénero con la construcción de la barrera fue una sorpresa. Los republicanos habían estado trabajando en un proyecto de ley para los gastos de defensa, al que Trump logró adjuntar el dinero –que no está relacionado con la defensa– para el Enorme Pánel entre México y Estados Unidos. Sin embargo, los conservadores en políticas sociales detuvieron la aprobación final; intentaron añadir una enmienda que prohíbe que el ejército pague por cirugías de reasignación de sexo.

Para calmarlos, Trump se apresuró a tuitear que después de “consultar a sus generales y expertos del ejército” —lo cual, desde luego, jamás pasó— “el gobierno de Estados Unidos no aceptará ni permitirá que las personas transgénero participen en ningún nivel del ejército estadounidense”.

Lo importante es ver que el alegato de la Cámara de Representantes era sobre cubrir el costo de un procedimiento médico mediante la atención médica del ejército, no se trataba de prohibir que los voluntarios transgénero sirvan en esa fuerza armada. Es posible que Trump, cuya falta de atención a los detalles es tan grande que es un milagro que recuerde respirar, no se enfocara exactamente en el asunto que se discutía. O quizá solo creyó que la mejor manera de resolver el problema era discriminar de la manera más terrible.

La visión del muro que quiere el mandatario sigue cambiando. Primero era un monolito de concreto que mediría 3100 kilómetros de largo y 80 kilómetros de altura. Después se hizo un poco más corto y se dijo que sería de páneles solares. Últimamente ha hablado de erigir un muro transparente, para que a los estadounidenses que van pasando no les caigan “grandes sacos de drogas” en la cabeza si alguien los lanza desde el lado mexicano de la frontera.

El presidente también quiere contratar a 5000 nuevos oficiales de la Patrulla Fronteriza; el inspector general del Departamento de Seguridad Nacional estima que se requeriría la revisión de 750,000 aspirantes. Al parecer, el trabajo es demandante y muy aburrido. Evidentemente, la única solución sería traer empleados extranjeros. Como dijo Trump cuando estaba explicando por qué Mar-a-Lago sigue obteniendo visas especiales para contratar cocineros y encargados de limpieza del extranjero: “Es muy muy difícil conseguir gente”.

Quizá podríamos hacer un trato como el que Trump intentaba negociar con los mexicanos. Cada vez que se mencione el tema del muro, todos acordaríamos decir: ‘Pues, nunca se sabe’.

El aspecto positivo es que los cruces ilegales en la frontera parecen haber disminuido. Esto se debe en parte a que la economía mexicana ha mejorado, pero también a que en México se piensa que Estados Unidos es un país gobernado por un demente. Así que démosle el crédito a quien se lo merece.

Para Trump, todo el asunto del muro es carne fresca para las tropas, para sus simpatizantes más confiables. No está claro si cree que construirlo traerá algún beneficio, pero cree que lo hace lucir bien. Recientemente vimos la transcripción de la llamada que sostuvo con Enrique Peña Nieto, el presidente de México. La recordaremos para siempre por las frases características de Trump (“Gané en New Hampshire porque es un nido de drogas”).

Sin embargo, Trump se aferró a la promesa de hacer que México pague el muro… no en hacer que eso se cumpla, sino en lograr que México diga que así será. O que “lo resolveremos”. O simplemente no mencionar que México jamás aportará un solo centavo (“Eso no se le puede decir a la prensa. La prensa lo va a destacar, y yo no puedo vivir con eso”).

Así que todo se trata de la imagen. Quizá cree que pasará a la historia por ser un gran constructor como Dwight Eisenhower (quien hizo el sistema interestatal de autopistas) o DeWitt Clinton (el canal del Erie), excepto que en vez de ayudar a que la gente se traslade más rápidamente, evitará que se traslade en absoluto. Sería más como Qin Shi Huang, el creador de la Gran Muralla China. Trump cierra los ojos e imagina a los turistas del año 4017 que vendrán en masa a admirar la enorme y transparente Cosa Gigante de la Frontera con México.

Las probabilidades de que veamos este proyecto de más de 20,000 millones de dólares son mínimas. No obstante, seguir pretendiendo lo contrario significará un enorme gasto de dinero y esfuerzos. Quizá podríamos hacer un trato como el que Trump intentaba negociar con los mexicanos.

Cada vez que se mencione el tema del muro, todos podríamos decir: “Pues, nunca se sabe”. A cambio, el mandatario podría usar esa primera cantidad de 1,6 mil millones de dólares para reparaciones de infraestructura. Si promete dejar en paz a los soldados transgénero, podríamos decir: “Caray, qué buena metáfora es el muro”.



yoselin


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