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La muerte según filósofos


2017-08-29

Mariana Tiquet

“Nuestra muerte ilumina nuestra vida. Si nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo nuestra vida. Por eso cuando alguien muere de muerte violenta, solemos decir: ‘se la buscó’. Y es cierto, cada quien tiene la muerte que se busca, la muerte que se hace. Muerte de cristiano o muerte de perro son maneras de morir que reflejan maneras de vivir. Si la muerte nos traiciona y morimos de mala manera, todos se lamentan: hay que morir como se vive. La muerte es intransferible, como la vida. Si no morimos como vivimos es porque realmente no fue nuestra la vida que vivimos: no nos pertenecía como no nos pertenece la mala suerte que nos mata. Dime cómo mueres y te diré quién eres”.

–Octavio Paz en El Laberinto de la soledad
 
Si hay algo que inquieta a todo ser humano, aunque éste se niegue a aceptarlo, es lo que sucede cuando dejamos de respirar, pensar, sentir. Cuando nuestros órganos vitales dejan de funcionar y ya no hay actividad cerebral. La muerte es lo único certero que tenemos.

Nacimos para morir. Cada instante que pasa y cada respiro que tomamos nos acerca a la muerte. Cómo moriremos y cuándo será son preguntas fáciles de hacer pero imposibles de responder. ¿Tendrá relación con lo que Octavio Paz escribió? ¿Será que nosotros nos buscamos nuestro fin? Cada paso que tomamos en vida nos lleva a un camino que nos acerca a la muerte. Nosotros elegimos la vereda al inminente fin o inicio; depende cómo queramos verlo.

Séneca, después de abrirse las venas, se mete en un baño y sus amigos, poseídos de dolor, juran odio a Nerón que decretó la muerte de su maestro.

La muerte se ve de manera distinta dependiendo de la cultura. Hay quienes afirman que no le temen, y cuando se llega a la vejez la anhelan y la reciben con una sonrisa. Pero, ¿qué pasa después de morir o qué significa la muerte? Estas preguntas intrigan a filósofos, quienes han debatido sobre todo el significado de la vida y la muerte. Pues como dijo Séneca, nada es tan cierto como la muerte; y San Agustín “todo es incierto; sólo la muerte es cierta”.

El filósofo alemán Martin Heidegger definió en Ser y tiempo la muerte como algo que se presenta en el ahora de la vida del hombre. Para este filósofo lo más recomendable es que los seres humanos acepten con conciencia y libertad el camino hacia el final porque al morir el hombre “se asegura del supremo poderío de su libertad cierta y temerosa para morir”. Entonces al morir el hombre acepta su realización. El hombre “se asegura del supremo poderío de su libertad cierta y temerosa para morir” en la muerte.

Jean-Paul Sartre dijo que “todo lo que existe nace sin razón, se prolonga en la debilidad, y muere por casualidad”. Contrario a lo que Heidegger afirmaba sobre que el hombre sólo alcanza la autenticidad con la muerte, Sartre no lo veía a éste como un ser-para-la-muerte. Para Sartre lo más seguro era que el hombre muriera antes de cumplir su tarea. Entonces la muerte no sería más que “una aniquilación que en sí no es más que una de mis posibilidades”.

Tomás de Aquino habló del mal que representaba la muerte, simplemente por el hecho de que con ella se acaba la vida. “La más grande de las desgracias humanas”, palabras claras sobre la visión que el principal representante de la enseñanza escolástica tenía sobre la muerte.

Søren Kierkegaard criticaba aquellas imágenes que mostraban la muerte como algo positivo, que utilizaban una luz para alumbrarla como si se tratara de algo bello; esa imagen que muchos han presentado como si se tratara de que el hombre cayera en un dulce sueño. Al igual que Kierkegaard, Sciacca también mostró su descontento ante la imagen que el hombre había creado de la muerte, lo que él llamo como “los disfraces de la muerte”.

El filósofo Michael de Montaigne retomó la frase de Cicerón para concluir que debíamos acostumbrarnos a la muerte. “Dice Cicerón que el filosofar no es otra cosa que prepararse para morir”, a esto añadió “Quitémosle lo raro, acerquémosla a nosotros, acostumbrémonos a ella, no tengamos nada tan a menudo en la cabeza como la muerte”.

Para Hegel, la muerte libera el espíritu que está encerrado en la naturaleza. El hombre representa la muerte, la violencia sobre lo que existe para dialécticamente realizar el espíritu.

Heráclito y Parménides diferenciaban lo caduco de lo permanente. Así, lo caduco está sujeto al cambio mientras que lo espiritual es permanente. De esta forma se habla del anhelo de muchos seres humanos que existe hacia la plenitud inmortal. Pero para el hombre nietzscheano, la inmortalidad será un fin que se busque con los propios medios y con lo que hay a su disposición.

Si analizamos la postura de los filósofos ante la muerte, podemos encontrarnos con argumentos encontrados; hay quienes la aceptan y otros que la ven como el peor mal. Lo que es una realidad es que no hay manera de evitarla y que en algún momento nos llegará a todos. ¿Vale la pena preocuparnos por ella? O como decía Epicuro, para qué preocuparse de la muerte si cuando el ser humano vive, ella no está presente; mientras que cuando ella llega, él ya no está. ¿Tiene sentido preocuparse o deberíamos simplemente aceptarla? Aunque si vemos la postura de los estoicos, la misma filosofía es “un comentario sobre la muerte”. Así como Platón, en boca de Sócrates afirmó que la filosofía es aprender a morir. A través de la filosofía aprendemos a separar el alma del cuerpo; a entender que al morir el alma es la que perdura.

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Bibliografía:

Callaghan, Paul. (2004) La muerte y la esperanza. Ediciones palabra. Madrid, España



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