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A la par del independentismo catalán, en España revive el nacionalismo 


2017-10-05

Patrick Kingsley y Raphael Minder, The New York Times

MADRID – Ángel Muñoz, conductor de 62 años, jura que por años fue considerado como un extremista de ultraderecha por usar un brazalete con la bandera española.

Pero ya no es así, indicó al señalar las decenas de banderas que adornaban las fachadas de los departamentos a la redonda en el centro de Madrid. Varias de esas banderas han sido colgadas en las últimas semanas.

“Con esto que sucede en Cataluña, quizá se sienten más orgullosos de mostrar la bandera”, dijo Muñoz. Eso es lo que los catalanes “han logrado con este referéndum”, añadió: “De algún modo, ahora el resto de España se siente más unido”.

El nacionalismo ha sido una cuestión delicada en España por mucho tiempo. El dictador Francisco Franco murió en 1975 y apenas tres años después el país entró a una senda democrática con una nueva constitución.

Pero al nacionalismo todavía se le vincula con el franquismo.

El nacionalismo está en auge en toda Europa, para bien y para mal: ayuda a cobijarse en una identidad pero también conlleva peligros.

Todavía está por verse si esta nueva ola nacionalista en España desatará demonios dormidos por mucho tiempo, pero la cuestión se ha vuelto más urgente de cara al renovado independentismo en Cataluña.

Para muchos españoles, es igualmente peligrosa la amenaza de Cataluña de deshacer al país, que está compuesto por varias identidades y lenguas regionales —desde el vasco y el gallego hasta el catalán—, una realidad que el gobierno y el país no han sabido como digerir de la mejor manera.

“En Estados Unidos la gente está orgullosa de ser patriótica, pero en España si dices que te enorgullece tu país, te dicen fascista”, dijo Carlotta Carro, abogada de 24 años que está a favor de la actuación policial durante el referéndum catalán. “Pero ahora la gente tiene una razón para salir a las calles portando la bandera”.

En efecto, la bandera se avista más en Madrid y en otras ciudades conforme la gente responde a los llamados del gobierno conservador de Mariano Rajoy de frenar el independentismo español con sus muestras de patriotismo.

“Por fin es un símbolo para todos”, dijo Lucrecia Fernández, administradora de 50 años y quien colgó once banderas españolas desde su departamento el jueves antes del referéndum en Cataluña.

Sin embargo, los roces entre los catalanes que querían votar y la Policía Nacional y Guardia Civil españolas también han significado una cierta volatilidad en cuanto al nacionalismo renaciente.

Antes del referéndum, los catalanes vieron videos y fotografías de policías españoles dirigidos hacia la región con instrucciones explícitas de cerrar las casillas y frenar la votación, que había sido declarara ilegal por las cortes y el gobierno de España; los oficiales fueron despedidos en los videos por gente gritando “¡A por ellos!”.

Después del voto, las televisoras en España mostraron a varios de los mismos oficiales adentro de sus hoteles rodeados por multitudes que les exigían salir de Cataluña con amenazas verbales.

“Los movimientos nacionalistas normalmente se alimentan entre sí”, dijo Joan B. Culla, historiador catalán. “Es tanto desafortunado como normal que una escalada en el nacionalismo catalán, sobre todo en días recientes, haya fortalecido un nacionalismo español que ya existía, aun cuando para muchos parecía haberse quedado solo bajo la superficie”.

El nacionalismo creciente también es evidente afuera de España. Una de las ideas detrás del establecimiento de la Unión Europea, además de la cuestión comercial y económica, era absorber y diluir los impulsos nacionalistas que fomentaron la destrucción catastrófica del continente por las dos guerras mundiales.

Ese razonamiento ha sido puesto a prueba cada vez más por movimientos nacionalistas, populistas y de ultraderecha en toda Europa. El Reino Unido votó para salirse del bloque, el Frente Nacional llegó a la segunda vuelta de las presidenciales en Francia y un partido de ultraderecha incluso obtuvo los votos suficientes para llegar al Bundestag en Alemania —un país que, como España, había sido muy receloso de los nacionalismos por su historia como régimen fascista—.

En España, la crisis catalana ha envalentonado a ciertos grupos neofascistas que han encontrado una razón para manifestarse públicamente en Cataluña y en otras partes, a pesar de que siguen siendo organismos marginales.

Sin embargo, las muestras de nacionalismo español no necesariamente implican un mayor respaldo a la derecha extrema, según Sebastian Balfour, especialista en el nacionalismo de España y profesor emérito de la London School of Economics.

Él y otros señalaron que España, a diferencia de otros países europeos, no tiene un partido de ultraderecha. En cambio, dijo Balfour, el gobernante Partido Popular ha logrado mantener el respaldo de la mayoría de quienes podrían ser atraídos por la derecha extrema.

Mientras que Alternativa para Alemania se abrió camino después de que la Unión Demócrata Cristiana de Angela Merkel se movió hacia el centro.

“No estamos viendo una derecha populista del mismo modo que la hemos visto en otras partes”, dijo Balfour. “Y eso es excepcional en un contexto europeo”.

Pero en un país en el que dos nuevas fuerzas, Podemos y Ciudadanos, han llegado al congreso en los últimos años, nadie descarta que pueda emerger un nuevo partido de ultraderecha o una fuerza nacionalista que posiblemente haga sentirse incómodos a muchos españoles y a sus vecinos de la Unión Europea.

Mucho dependerá de cómo responda el presidente Mariano Rajoy a la cuestión catalana, de acuerdo con Antonio Roldán, diputado por Barcelona de Ciudadanos, partido fundado en oposición al independentismo en Cataluña.

Si esa respuesta es juzgada como muy suave, “definitivamente, es más probable que aparezca un partido de la extrema derecha que defienda un nacionalismo extremo”, dijo.

El nacionalismo político se desarrolló en España hacia finales del siglo XIX, sobre todo en las regiones vasca y catalana que apuntalaron la revolución industrial del país y a donde se trasladó el poder financiero desde Madrid, centro administrativo. La tensión alrededor del tema de la autonomía catalana fue uno de los factores que fomentó la guerra civil en los años treinta en España.

Después de ganar esa guerra, Franco actuó en contra de las lenguas regionales y la diversidad cultural. Intentó unificar a España a partir de un nacionalismo y el catolicismo, lo que dificultó la transición a una democracia plural después de su muerte.

Culla, el historiador, arguye que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que gobernó durante buena parte de los años ochenta y noventa, “dejó ir la oportunidad de crear un nuevo concepto de identidad española sin que los fueran a calificar como herederos de Franco”.

“El problema sustancial viene de la cultura política de España, ya sea de derecha o izquierda, que nunca ha intentado desarrollar el pluralismo y ha tratado como traidor a cualquiera al que le importa más un himno regional que el español, que ni siquiera tiene letra”, añadió.

El separatismo catalán ha sido fomentado por descontento respecto a impuestos y a la economía. Pero las quejas catalanas también tratan una cierta supresión de la diversidad regional, como reglas que le prohíben a legisladores hablar en su propia lengua dentro del parlamento.

Ese sentimiento de rechazo ha ayudado a fortalecer la movida independentista en Cataluña, a la par de que el rechazo hacia España ahí ha revivido el interés en la identidad española.

“Cuando vi que querían irse, me empecé a sentir más española”, dijo María García, de 60 años, cuidadora de un edificio en Madrid cuya fachada estaba repleta de banderas de España. “Me sentí molesta y herida de que quisieran irse”.

Aunque algunos marcan aún más su españolidad, otros buscan fomentar una identidad nacional única en la que las diferencias regionales tengan cabida.

“España es más que la interpretación del ala derecha”, dijo Pablo Iglesias, líder de Podemos, que promueve una visión izquierdista de una España plural que también prevé abolir la monarquía.

“España tiene varias identidades”, añadió Iglesias. “Es más que la bandera española. España es el pueblo español y el pueblo español es muy plural y muy diverso”.

El 1 de octubre, el día del referendo catalán, un grupo de ultraderechistas salió a ondear banderas españolas en la Puerta del Sol, pero sus números no se comparaban con los de otro grupo que condenó el uso de porras y balas de goma contra votantes catalanes y que expresó su deseo de una España unificada.

A diferencia de los nacionalistas de línea dura, este grupo más grande llevaba banderas de varias regiones y en algún momento incluso gritaron consignas en catalán para mostrar que respaldan el derecho a la autodeterminación de Cataluña pese a mantener su esperanza de que los habitantes de esa región elijan quedarse.

Algunos de los presentes dijeron que querían desmarcar el patriotismo de la ultraderecha.

“Actualmente, la idea de un patriota es alguien que dice que el español es la única lengua que se puede usar”, dijo José Antonio Bautista, editor de la revista de izquierda La Marea. Dijo que los españoles necesitan comprender que “la diversidad es nuestra fuerza”.


 



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