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La vida del tirador de Las Vegas en los casinos


2017-10-08

John Branch, Serge F. Kovaleski y Sabrina Tavernise, The New York Times

LAS VEGAS, Nevada — Las máquinas de videopóker que le gustaban a Stephen Paddock eran las que no llamaban la atención. Tenían pocas luces y se escuchaba menos el ruido de las campanas que suelen emitir esos dispositivos.

Se sentaba delante de ellas durante horas, a menudo apostando más de 100 dólares por mano. La manera en que jugaba —instintiva, decisiva, calculada y silenciosa, con poco movimiento más allá de sus ojos cambiantes y dedos ágiles— significaba que podía jugar varios cientos de manos por hora. Los anfitriones de los casinos lo conocían bien.

“Sonreía poco y no era amable”, dijo John Weinreich, quien fue el anfitrión ejecutivo del Atlantis Casino Resort Spa en Reno, Nevada, donde Paddock solía jugar de forma regular y que fue el sitio donde conoció a su novia. “No había mucho movimiento corporal, excepto las manos”.

Su estilo metódico y su nivel de habilidad le permitieron jugar, y ocasionalmente ganar, decenas de miles de dólares en una sola sesión, recaudando los pagos y disfrutando las ventajas de los hoteles. La semana pasada, como recompensa por su lealtad y apuestas, Paddock pudo hospedarse gratis en el piso 32 en una de las suites de élite del Mandalay Bay Resort and Casino, uno de sus lugares favoritos para jugar.

El domingo por la noche, Paddock, de 64 años, usó un arsenal de rifles que trasladó de forma secreta hasta su habitación y abrió fuego desde las ventanas que rompió contra el público del festival Route 91 Harvest. Cuando terminó, 58 personas estaban muertas, además de Paddock, quien se suicidó en su habitación mientras los equipos de policía se acercaban a él. Cerca de 500 personas resultaron heridas por las balas y el pánico desatado por el ataque.

No fue una coincidencia que la operación se realizara desde la torre de cristal de uno de los casinos más prestigiosos de Las Vegas. Un aspecto importante de la vida de Paddock implicaba los juegos de azar, por lo que tenía ansias por disfrutar los placeres que solo Las Vegas podía proporcionarle.

Apenas tres días antes de que disparara desde el Mandalay Bay, fue visto jugando videopóker en ese casino.

Paddock no era muy conocido entre los jugadores serios de la ciudad. No era una “whale” (ballena), que es el término usado para los jugadores más importantes. Pero al colocar sus apuestas de 100 dólares o más en videopóker, “este tipo apostaba fuerte”, dijo Anthony Curtis, exjugador profesional y actualmente propietario y editor de Las Vegas Advisor, un sitio web que cubre el negocio de los casinos.

Paddock fue el dueño y administrador de un complejo de apartamentos cerca de Dallas, y ha sido descrito como un jubilado adinerado. La gente que lo conocía tenía la impresión de que era un jugador rentable, o que al menos ganaba lo suficiente para mantener su estilo de vida.

Según una persona que revisó el historial de apuestas de Paddock, y que pidió mantener su anonimato porque esa información forma parte de una investigación policial activa, decenas de “reportes de transacciones monetarias”, que los casinos deben enviar al gobierno federal para registrar las transacciones superiores a la suma de 10,000 dólares aparecen archivadas bajo su nombre. Paddock tenía líneas de crédito de seis cifras en los casinos que le daban la oportunidad de ganar sumas importantes en largas sesiones, y se le conocía como alguien que siempre pagaba sus cuentas. A menudo se quedaba en habitaciones “comped”, lo que significa que se alojaba gratis, como sucedió el pasado fin de semana en el Mandalay Bay, según la persona que conoce su historial.

Estaba allí para jugar, no para irse de fiesta. La noche antes del tiroteo, Paddock presentó dos quejas al hotel por el ruido proveniente de sus vecinos de abajo: Albert Garzón, dueño de un restaurante de San Diego, y su esposa y amigos. Garzón, que se quedaba en la suite 31-135, directamente debajo de Paddock, dijo que los guardias de seguridad llamaron a su puerta alrededor de las 01:30 de la mañana del domingo y le pidieron que bajara el volumen de la música country que estaba escuchando. Cuando preguntó de dónde venía la queja, señalando que las habitaciones más cercanas que tenía estaban muy lejos, el guardia de seguridad le dijo: “Es el huésped que está encima de ti”.

Bajaron la música pero otros guardias de seguridad volvieron a tocarle la puerta, media hora más tarde. El hombre había llamado para quejarse de nuevo, por lo que Garzón apagó la música. No fue sino hasta las primeras horas del lunes que Garzón se dio cuenta de que Paddock había sido el hombre que se había quejado de la música.

“Alcé la vista y pude ver su cortina ondeando por el viento”, dijo.

En el Atlantis de Reno, Paddock solía sentarse en las máquinas de la gente que estaba jugando, pero se levanta un momento para tomarse un descanso. “Eso molestaba a la gente pero no parecía importarle en absoluto”, dijo Weinreich. “Actuaba como si dijera ‘estas máquinas son para mí'”.

Paddock también miraba fijamente a las personas, dijo Weinreich.

“Le encantaba mirar fijamente a otras personas mientras jugaban”, dijo. “No era algo bueno porque eso incomodaba a otros jugadores VIP hasta límites insoportables”.

“Uno de mis invitados me dijo una vez: ‘Él realmente me da escalofríos'”.

En el Mandalay Bay, Paddock usó las máquinas de videopóker ubicadas en una estancia relativamente tranquila llamada “High Limit Slots”, apartada de otros ruidosos dispositivos. Esta habitación tiene sus propios asistentes, trabajando detrás de un escritorio, y sus propios baños, para mantener a los jugadores cerca.

El relativo anonimato de este ambiente se ajustaba a su personalidad de muchas maneras: una búsqueda solitaria para ejercitar a su mente calculadora.

Stephen Paddock, el pistolero de la masacre de Las Vegas, se sentaba a jugar durante horas en las máquinas, a menudo apostaba más de 100 dólares por mano. Eric Thayer para The New York Times

“Era un tipo matemático”, dijo Eric Paddock, su hermano menor. “Él podía decirte al calcular con su mente cuáles eran las probabilidades de cualquier máquina que estaba jugando. Lo estudió como si fuera un doctorado. No era apostar tontamente. Fue su trabajo”.

El videopóker recibe menos atención que el póker que se juega en las mesas, una modalidad muy popular por los jugadores que han ganado fama y riquezas en torneos como la Serie Mundial de Póker. El videopóker comparte algunos de los mismos parámetros: los jugadores buscan combinaciones ganadoras de cartas, de pares y full a escaleras y color. Pero es un juego muy diferente.

“El videopóquer es el equivalente a la cocaína entre los juegos de apuesta”, dijo Curtis.

No hay oponentes. No hay faroles ni preocupaciones por las manos de los competidores. Generalmente, se extraen cinco cartas de una baraja virtual de 52 cartas (que aparece instantáneamente en la pantalla de video) y los jugadores deciden cuáles son las cartas con las que se quedan, y las que intercambian por nuevas. Los jugadores calculan las probables manos que podrían armar con las otras 47 cartas.

En este tipo de juegos una escalera real, o flor imperial, podría pagar 400 veces la apuesta inicial —por ejemplo, alguien que apueste 125 dólares podría obtener un pago de 50,000 dólares—.

Para expertos como Paddock que, según su hermano, había jugado durante 25 años, cada mano solo requería unos segundos de tiempo. Podía jugar diez manos en un minuto. Era un juego de probabilidades calculadas con frialdad, en el que se juega sin presentimientos ni emoción.

“Las corazonadas no tienen nada que ver con este juego”, dijo Bob Dancer, un jugador profesional de videopóker en Las Vegas, que ha escrito 10 libros sobre el tema. “Si tengo un presentimiento que dice: ‘Voy a buscar otro corazón’, mejor esperaré hasta que desaparezca esa sensación”.

Las mejores máquinas del Mandalay Bay pagan el 99,17 por ciento, unos 99,17 dólares por cada 100 dólares apostados, según Curtis. Si Paddock pasaba por una mala racha, esas pérdidas eran compensadas con ciertas facilidades que los casinos suelen otorgarle a sus clientes leales. Mientras más juegan las personas, más promociones especiales pueden ganar.

“Si se acerca al 100 por ciento, así es como él jugaba”, dijo Eric Paddock. “No solo se trataba de la máquina. Son las atenciones, la habitación. Es el whisky de 50 años que cuesta 500 dólares por trago. Se suman todas esas cosas a la experiencia de juego”.

El casino del Mandalay Bay, el martes. Paddock jugó en las máquinas de videopóker de una exclusiva habitación llamada “High Limit Slots". Eric Thayer para The New York Times

Esas ventajas fueron una de las razones por las que Paddock condujo casi 90 minutos desde su casa en Mesquite, Nevada, a Las Vegas para dedicarse a las apuestas altas. También visitaba los modestos casinos de Mesquite, pero no era conocido por jugar grandes sumas en ellos.

“Paddock no jugó a un nivel significativo con nosotros”, dijo Andre Carrier, director de operaciones del Eureka Casino Resort en Mesquite, en un correo electrónico. “En todas las conversaciones con mis colegas pareciera que Paddock visitaba nuestro casino como vivía en su vecindario: como alguien que nadie conocía bien”.

Era más conocido en algunos recintos exclusivos de Las Vegas, como el Mandalay Bay y el Wynn Las Vegas. En mayo, Paddock invitó a su hermano Eric y a su sobrino, de 20 años, a un fin de semana en el Wynn donde había alcanzado el estatus del “Chairman’s Club”, contó su hermano. Festejaron comiendo sushi caro y vieron un espectáculo. Paddock le dijo a su hermano que, como había visto tantas veces la presentación, se había dado cuenta de que uno de las personas en el escenario era un suplente.

En 2012, Paddock demandó por negligencia al dueño de The Cosmopolitan of Las Vegas, un centro turístico y casino de la ciudad, argumentando que en 2011 “se resbaló y cayó por una obstrucción en el suelo” del local, un accidente que le ocasionó gastos médicos por la suma de 30,600 dólares.

El dueño de The Cosmopolitan disputó muchas de las acusaciones de Paddock, y un juez desestimó la demanda en 2014, según los registros judiciales.

Paddock también tenía una casa en Reno, donde jugaba en el Atlantis. Allí conoció a Marilou Danley, su novia, quien trabajaba reclutando jugadores para que se registraran en las tarjetas de clientes frecuentes, antes de convertirse en una anfitriona de los salones de apuestas fuertes, dijo Weinreich.

Weinreich señaló que Paddock era difícil de clasificar. “Era bastante hermético, en el sentido de que era estoico y severo”, dijo.

Paddock jugaba como vivía: metódicamente, siempre calculando las probabilidades. Era prudente y le gustaba planear el futuro, dijo Eric Paddock, y no le gustaba dejar las cosas al azar. Siempre llevaba dos teléfonos celulares, cada uno de una empresa diferente, en caso de que llegara a tener problemas de cobertura.

El jueves en la noche, Paddock estaba en la sala de apuestas fuertes del Mandalay Bay y jugaba en una máquina que le permitía apostar 100 dólares en cada reparto de las cartas virtuales. Cerca de él, otro jugador consiguió una buena mano y se levantó emocionado de su silla.

El hombre recuerda que su entusiasmo hizo que Paddock hiciera una pausa en su juego y se volteara. “¿Qué conseguiste?”, le preguntó y el hombre contestó: “Una escalera real”. “Buen trabajo”, le dijo Paddock y siguió jugando.



JMRS


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