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Una súplica por el alma


2017-11-06

Ron Rolheiser 

Es duro encontrar tu alma gemela en alguien que no cree que tú tienes alma.

Recientemente en The Moth Radio Hour una mujer joven contó la historia de su ruptura con su novio, un joven por el que ella tenía profundos sentimientos. El problema era que ella, persona de profunda fe, mormona, luchaba con el radical materialismo de su novio. Para él, no había almas; el mundo físico era real, y nada más. Ella seguía preguntándole si él creía tener alma. Él no lograba creer eso. Por fin, no sin dolor, se separaron. ¿Por qué? En palabras de ella: Es duro encontrar tu alma gemela en alguien que no cree que tú tienes alma.

La frustración de esa mujer se está haciendo más universal. Cada vez más, nuestro mundo está ignorando y negando la existencia del alma, volviéndose desalmado. No siempre fue así. Hasta los tiempos modernos, frecuentemente fueron lo físico y el cuerpo los que no fueron honrados propiamente. Pero las cosas han cambiado, y radicalmente.

Todo empezó con Darwin, que estableció nuestros orígenes más en la historia de nuestros cuerpos que en los orígenes de nuestras almas; eso tomó más forma en las filosofías mecanicistas del último siglo, que entendieron nuestro universo y a nosotros mismos como máquinas físicas; vino a ser más firme cuando la medicina moderna y la psicología experimental empezaron a explicar más y más el cerebro principalmente en términos de complejidad de carbón e interacciones bioquímicas; se coló en nuestros sistemas educativos más altos y construimos más y más escuelas técnicas, más bien que universidades en el sentido más profundo; y eso culminó en la cultura popular donde se habla más de amor y sexo en términos de química que en términos de alma. No sorprende que, para la mayoría de los cantantes pop,hoy el mantra es: ¡Quiero tu cuerpo! ¡Quiero tu cuerpo! Estamos a mucha distancia del matrimonio de verdaderas mentes, de Shakespeare, y el amor del alma peregrina en ti, de Yeats.

La Religión, por supuesto, siempre ha presentado sus protestas contra esto,  pero con frecuencia su comprensión del alma fue demasiado estrecha con el fin de tener mucho poder para atraer de nuevo una cultura materialista a querer redescubrir y escuchar al alma. Irónicamente, tomó a una figura no-religiosa, Carl Jung, para hablar nuevamente del alma de un modo que es intelectualmente intrigante. Y fue en los enfermos, los dementes, los suicidas y otros cuyas vidas estaban rotas donde Jung empezó a oír el grito del alma (cuyas demandas son a veces muy diferentes de las del cuerpo y cuyas necesidades son mucho más que el simple confort y la prolongación de la vida).

Mucho de la enseñanza de Jung y de sus seguidores puede ser visto como una protesta en favor del alma. Vemos esto, por ejemplo, en la obra de James Hillman. Resulta irónico que como agnóstico fuera capaz de hablar sobre el alma de maneras que nosotros, que somos religiosos, podríamos envidiar y emular. Como Jung, también él obtuvo muchas de sus observaciones  escuchando al alma clamar su intención y pena a través de las voces de los enfermos, los dementes, los abatidos y los suicidas. La religión, la medicina y la psicología -cree él- no están oyendo el grito del alma. Están siempre tratando de sujetar, curar, o salvar el alma, más que escucharla, pero ésta no quiere ni necesita ser sujetada ni salvada. Ya es eterna. El alma necesita ser oída, y oída en toda su piadosa bondad y complejos terrenos. Y a veces lo que nos dice contra todo sentido común, práctica médica y espiritualidades super-simplistas lo presentamos frecuentemente como religión.

Para estar más en contacto con nuestras almas podríamos examinar un viejo lenguaje, el lenguaje que la religión, los poetas, los mitólogos y los amantes usaron antes de que el materialismo dominante de hoy volviera nuestro lenguaje sobre el alma en el lenguaje de la química y mecanismo. No podemos entender el alma a través de ninguna descripción científica sino sólo mirando su conducta, su insaciabilidad, sus descontentos y sus protestas. Un alma no es explicada, es experimentada; y la experiencia del alma siempre viene empapada en profundidad, en anhelo, en eros, en límite, en el sentimiento de ser peregrino que necesita un alma gemela.

Felizmente, incluso hoy, aún conectamos espontáneamente el alma a cosas más allá de la química y el mecanismo. Como señala Hillman: “Nosotros asociamos la palabra ‘alma’ a mente, espíritu, corazón, vida, afecto, humanidad, personalidad, individualidad, intencionalidad, esencia, intimidad, propósito, emoción, calidad, virtud, moralidad, pecado, sabiduría, muerte, Dios. También, hablamos de un alma como ‘turbada’, ‘vieja’, ‘desencarnada’, ‘inmortal’, ‘perdida’, ‘inocente’, ‘inspirada’. Se dice que los ojos son conmovedores, porque los ojos son ‘el espejo del alma’; y uno puede ser ‘desalmado’ al no mostrar misericordia”.

Desalmamiento: Cuando mejor entendemos la contextura de algo es al verlo roto. Así quizás en lo que mejor podemos entender hoy nuestra falta de alma es en la creciente aceptación de la pornografía y el sexo-anzuelo, donde el alma es excluida intencional y necesariamente de lo que debería ser el resumen de toda conmovedora experiencia.



regina


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