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Golpe contra la dinastía Mugabe 


2017-11-16

CAROLINA VALDEHÍTA | El Mundo

Esta semana se ha abierto un nuevo capítulo en la historia de Zimbabue, un país que ha mantenido un rumbo fijo desde 1980, cuando Robert Mugabe ganó las primeras elecciones presidenciales y prometió que liberaría a su pueblo del colonialismo que se respiraba en la antigua Rodesia. Aunque ha conseguido mantener el respeto internacional con el paso de los años, la veneración de su pueblo se ha ido apagando. El líder que un día pudo convertirse en el Nelson Mandela zimbabuense olvidó el sentido que había motivado su revolución hace más de cuarenta años y se ha convertido en una caricatura de sí mismo. Hasta ayer parecía que únicamente la muerte apartaría a Mugabe de la silla presidencial. Ahora, su continuidad pende de un hilo.

Cuando Mugabe cumplió noventa años, y pese a que a sus 93 goza de una buena salud, la cuestión sobre su sucesión se hizo necesaria. Desde 2014, y más concretamente durante este último año, se ha abierto una brecha en el seno del partido gobernante, el Frente Nacional Patriótico de la Unión Africana de Zimbabue (ZANU-PF). Por un lado se encuentra el vicepresidente Emmerson Mnangagwa, el favorito de los antiguos revolucionarios que opinan que el partido únicamente debe estar dirigido por un veterano de guerra. Y por el otro los afines a la primera dama, Grace Mugabe, apoyada por la Liga de Mujeres, de la cual es la líder desde 2014, y el G40, un ala integrada por los más jóvenes que creen que ella representa una ruptura con el antiguo sistema dada su diferencia generacional (tiene 40 años de diferencia con su marido y 20 con Mnangagwa).

El detonante de esta crisis ocurrió el 8 de noviembre, cuando el presidente Mugabe relevó de su cargo a Mnangagwa, que tuvo que exiliarse en Sudáfrica, por supuesta "deslealtad, falta de respeto y engaño". Esta destitución rebasó los límites de la paciencia de los militares, que llevaban tiempo oponiéndose a algunas de las decisiones del anciano líder y veían cómo se abría la puerta a una dinastía Mugabe. No había tiempo que perder.

El lunes por la mañana el general Constantino Chiwenga advirtió en una rueda de prensa que el Ejército estaba preparado para intervenir y poner fin a las luchas internas del ZANU-PF. El martes por la tarde comenzó el despliegue de los carros de combate en Harare ante una perpleja sociedad que no entendía qué estaba pasando y que se limitó a grabar vídeos que difundieron después en las redes sociales. A la una de la madrugada los militares tomaron el domicilio presidencial y tanto el presidente como su esposa fueron puestos bajo arresto domiciliario. Horas después se tomó la televisión estatal (ZBC) y se bloquearon las entradas a los edificios gubernamentales mientras que los militares acudían a las viviendas de aquellos que estaba alineados con la primera dama, entre ellos el ministro de finanzas, Ignatius Chombo, y el líder de la liga juvenil, Kudzanai Chipanga.

Desde el principio los militares han evitado utilizar la palabra golpe de Estado a sabiendas de que utilizar ese terminología les haría perder apoyos entre los líderes regionales, además de que la Unión Africana no ve con buenos ojos a los golpistas. "No es una toma de poder militar del gobierno", aseguró el general Sibusiso Moyo durante su comunicado televisado, sino que se trata de una medida para arrestar a los "delincuentes" alrededor del gobierno. "Tan pronto como hayamos cumplido nuestra misión, esperamos que la situación vuelva a la normalidad", dijeron garantizando que Mugabe se encontraba en su domicilio "sano y salvo".

La carrera por la sucesión

Desde 2014 comenzó a especularse con la posibilidad de que Mnangagwa, apodado "el cocodrilo" por su astucia política y por ser este animal el símbolo de su clan, sería el sucesor de Mugabe llegado el momento. Parecía que no había prisa, pues el partido dijo que Mugabe sería el candidato del ZANU-PF en las elecciones de 2018, conscientes de que entonces tendrá 94 años y de completar la legislatura alcanzaría los 100. Cuando Robert Mugabe destituyó hace una semana al vicepresidente Emmerson Mnangagwa acusándole de traición muchos echaron la vista atrás a 2014, cuando se dio el mismo escenario con la entonces vicepresidenta Joice Mujuru. Ahora ella encabeza uno de los partidos de la oposición que esperan aprovecharse de la grave división interna que sufre el partido gobernante en las próximas elecciones que tendrán lugar en agosto de 2018.

Si bien Grace adoraba entonces a Mnangagwa, recientemente se le ha atribuido una frase en la que dice de él que es "una serpiente que debe ser golpeada en la cabeza". Durante los últimos años el presidente siempre casi siempre ha estado escoltado por la primera dama durante los actos públicos despertando los rumores sobre que ella era quien realmente gobernaba el país y ejercía una gran influencia sobre su marido interfiriendo en cuestiones de estado. Y aunque tenga un gran respaldo en el partido, no es querida entre la sociedad debido a sus excéntricos gustos y su fama de derrochadora.

Algunos medios han dicho que una de las cuestiones clave para la dimisión de Mugabe es garantizar que Grace tendrá la inmunidad asegurada y será intocable. Varios medios han dicho que la primera dama viajó a Namibia el martes por la noche mientras que otros han declarado que se encuentra en su vivienda habitual. Por ahora, la única confirmación externa sobre dónde se encuentra el presidente ha venido a través del presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, que ha asegurado haber mantenido una conversación telefónica con él en la que le ha dicho que se encuentra bien.

El presidente en ejercicio más anciano del planeta y el líder más veterano en el continente junto con su homólogo en Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang, se ha mantenido como uno de los pesos pesados y parecía indestructible. Pero Mugabe hace tiempo que parece haber perdido el norte, como ha quedado demostrado con la decisión de destituir al vicepresidente y como se vio a principios del mes pasado cuando la Organización Mundial de la Salud le designó embajador de buena voluntad y horas después se retractó. La crisis actual en Zimbabue, aunque todavía no está esclarecida, representa la ruptura entre el presidente y el Ejército, que era el último pilar que sostenía su gobierno.

Los veteranos de guerra pidieron ayer por la tarde su dimisión para dar paso a una nueva transición política. Si bien aún no se ha informado de la hoja de ruta que seguirán el general Chiwenga y sus seguidores, parece que han querido utilizar el factor sorpresa antes de que el presidente y el G40 comenzaran su particular caza de brujas entre los afines a Mnangagwa y al ejército. Pero no ha sido únicamente la aversión hacia Grace Mugabe lo que ha motivado el alzamiento militar, sino que también lo han sido la ausencia de liderazgo y coherencia para responder a las graves dificultades económicas a las que se enfrentan los ciudadanos de Zimbabue desde hace años. Algunas informaciones afirmaban que Mnangagwa ha regresado al país, con lo que podría asumir el control con el apoyo de los militares en las próximas horas.



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