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Tokio, alguna vez un paraíso de fumadores, podría aislarlos


2017-11-30

Motoko Rich

TOKIO — Esta es una ciudad obediente. Durante la hora pico, una horda de viajeros que salen de un andén del metro no se atreve a subir por una escalera que dice “Descenso”. Nadie cruza la calle cuando el semáforo está en rojo y solo lo hacen en las esquinas. La gente no tira basura. Los operadores de los trenes se disculpan cuando los trenes se retrasan por segundos —o incluso cuando llegan antes del horario—.

Un gerente en el gimnasio donde hago ejercicio me pidió que usara zapatos rentados en vez del par de tenis que había usado en el exterior; los compañeros del equipo de fútbol de mi hijo regañaron a un amigo cuando tiró un pedacito de galleta en la acera.

Sin embargo, hay un grupo de personas que ocasionalmente rompe las reglas: los fumadores.

Caminando hacia el metro en mi trayecto al trabajo, con regularidad paso al lado de un grupo de fumadores que pierden el tiempo en un callejón, con sus cigarrillos humeantes que desafían los letreros de “No fumar”. De vez en cuando, los oficiales que hacen patrullajes los alejan de ahí, pero los fumadores siempre regresan.

Cada vez que los veo, me sorprende la manera descarada en que rompen las reglas, dados los estrictos códigos que gobiernan a la sociedad en este país.

No hace mucho tiempo, fumar formaba parte de la cultura de la misma manera que la obediencia. Antes de que mi familia se mudara aquí el año pasado cuando acepté el puesto de jefa de corresponsales de The New York Times en Tokio, esta era una ciudad de fumadores. Cuando venía de visita en años previos, era difícil encontrar restaurantes o cafeterías para no fumadores.

Sin embargo, la cultura de no fumar del resto del mundo se ha esparcido por Japón.

Conforme más personas se han hecho conscientes de los daños a la salud, la cantidad de fumadores en Japón ha disminuido drásticamente, de acuerdo con datos del fabricante de cigarrillos Japan Tobacco. Y un número creciente de empleados, propietarios de restaurantes e instituciones públicas en todo el país ha prohibido voluntariamente los cigarrillos después de que un proyecto de ley de 2002 animó la reducción del humo pasivo.

Recuerdo haberme sorprendido la primera vez que vi salones de fumadores segregados en el Aeropuerto Narita de Tokio.

Ahora, las plataformas de tren, las tiendas departamentales y muchos restaurantes son zonas libres de humo, mientras que los trabajadores en oficinas que aún deben acabar con su tabaquismo son aislados en pequeñas habitaciones para fumar o zonas en el exterior de los edificios. El Zoológico Ueno incluso anunció que estaba considerando una prohibición de tabaco para proteger a los visitantes que vienen a ver al panda recién nacido.

Una medida más drástica podría estar a punto de llegar. A principios del año siguiente, la Asamblea Metropolitana de Tokio votará en torno a prohibir que la gente fume en el interior de la mayoría de los lugares públicos, incluyendo restaurantes, hoteles, oficinas, tiendas departamentales, aeropuertos, universidades y gimnasios. En el exterior, los fumadores estarían limitados a zonas o cobertizos especialmente designados.

Claro, algunos aún podrían romper las reglas. Pero en Japón, un país donde los individuos se rehúsan a llamar la atención, muchas personas dicen que si se impone una prohibición al tabaquismo como esa, no tendrán más opción que obedecerla.

“Estaré en problemas”, dijo Yuta Ishimoto, de 40 años, quien tiene la costumbre de fumar una cajetilla al día.

Una tarde reciente, se sentó a enviar correos electrónicos desde su computadora portátil mientras fumaba un cigarrillo en un Tsubaki Café, una de las pocas cadenas de cafeterías que permiten que los clientes enciendan cigarrillos libremente. Pero después de la prohibición, se encogió de hombros, tendría que seguir las reglas. “Shikataganai”, dijo, que se traduce como “Ni modo”.

No obstante, por fuerte que sea el impulso por seguir las reglas, la cultura del tabaquismo también está arraigada. Y fumar es un gran negocio.

Una ley que prohíba fumar en interiores es una “idea totalitaria”, dijo Motoki Takeda, el director del Departamento de Asuntos Generales de la Federación del Tabaco de Japón, que representa a 60,000 vendedores de cigarrillos en todo el país. “Es casi como acosar a los fumadores”.

El ministerio nacional de salud ha propuesto una prohibición al tabaquismo similar a la que está considerando Tokio. Pero la idea es más compleja en el ámbito nacional.

El gobernante Partido Democrático Liberal (PDL) se ha resistido desde hace mucho a políticas antitabaco, en parte porque el gobierno es propietario de un tercio de Japan Tobacco, el fabricante de cigarrillos, y los impuestos sobre los cigarrillos generan cerca de 2 billones de yenes (18,000 millones de dólares) al año —cerca del tres por ciento de las ganancias totales—.

Muchos legisladores del PDL también provienen de distritos rurales donde los agricultores de tabaco o propietarios de restaurantes familiares tienen la mayoría en las elecciones.

Además, está la cultura del tabaquismo.

Algunos legisladores se aferran a una idea de la cultura japonesa en la que la gente que pasa los días proyectando un rostro público reservado puede develar su yo genuino solo después de las horas de trabajo cuando se congregan en los bares —conocidos en Japón como izakaya— para beber, comer y fumar. Esa combinación, dicen, permite de manera única a las personalidades contenidas que se relajen y sean más abiertas.

“El izakaya es el tipo de lugar donde puedes hablar honestamente acerca de tus verdaderos sentimientos y opiniones”, dijo Akinori Eto, el presidente del comité del tabaco de los demócratas liberales.

El ministerio de salud hace poco propuso una versión conciliatoria de su prohibición al cigarrillo para expandir una exención para que los restaurantes de hasta 150 metros cuadrados puedan permitir que la gente fume.

Sin embargo, es probable que Tokio se apegue a una propuesta más estricta, en parte para cumplir con el acuerdo de la ciudad con el Comité Olímpico Internacional, el cual requiere un entorno libre de humo para las olimpiadas de 2020, que se realizarán en esta ciudad. La gobernadora, Yuriko Koike, también es una fuerte simpatizante de la prohibición e hizo campaña en torno a ella durante las elecciones locales el año pasado.

Musashi, un restaurante de barbacoa estilo robata que está en el fondo de un callejón detrás de la estación Shimbashi en el centro de Tokio, es el tipo de lugar que se vería afectado por la prohibición de la ciudad. En una tarde reciente, se colocó un cenicero en cada mesa.

Masahiro Shibatsuka, de 67 años, un ingeniero que se había reunido con un amigo de la infancia para beber y comer un platillo ligero de calamar asado, dijo que la prohibición propuesta en Tokio fue demasiado lejos. “Está violando los derechos de las personas”, dijo, mientras tenía en la mano un cigarrillo marca Hi-Lite junto con una bebida alcohólica sabor limón.

Koki Okamoto, un miembro de la Asamblea Metropolitana de Tokio y director de la Sociedad de Víctimas del Humo Pasivo, dijo que los restaurantes potencialmente podrían ganar clientes conforme más gente deje de fumar y un número creciente de familias con niños pequeños busquen salir a comer.

“Si cambian su mentalidad, será posible aumentar sus ganancias o ventas”, dijo Okamoto, quien escribió una prohibición aparte dirigida a Tokio con el propósito de proteger a los niños del humo pasivo.

La noche en que mi colega y yo visitamos Musashi, los no fumadores superaron en número a los fumadores en una proporción de dos a uno. Y en una visita a otra cafetería, cuando mi colega y yo ordenamos café, la cajera preguntó si nos parecía bien que ahí se permitiera fumar en los tres pisos del lugar.

En Musashi, una de los fumadoras con los que hablé, Eri Yamamoto, de 25 años, dijo que siempre encontraría la manera de satisfacer su hábito. Pero mientras fumaba un cigarrillo tras otro de una cajetilla de Winston y compartía platos de pescado a la parrilla y tarros de cerveza con dos amigos, confesó: “De verdad quiero dejar de fumar”.


 



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