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Entre la victoria incompleta' de Ciudadanos y la euforia de Puigdemont, reina la incertidumbre


2017-12-22

Agus Morales, The New York Times


BARCELONA — En los últimos cuatro meses, un terremoto político ha sacudido a Cataluña, pero casi nadie se ha movido.

Tras los comicios celebrados el 21 de diciembre en Cataluña, el bloque independentista puede mantenerse en el gobierno. Ha logrado la mayoría absoluta (fijada en 68 diputados): 70 escaños frente a los 72 que consiguió en 2015. La lista del expresidente Carles Puigdemont (34 diputados) podrá gobernar, si llega a un pacto, con Esquerra Republicana de Catalunya (ERC, 32 escaños), que partía como favorita, y con los anticapitalistas de la CUP (4).

Pero la ironía del procés, como se conoce aquí al proceso independentista, es que ha desembocado en la victoria de Ciudadanos, que con 37 escaños es el partido catalán más votado. Ha capitalizado la polarización del clima político y ha atraído a los votantes que se oponen a la independencia de Cataluña. Ha ganado unas elecciones con una participación histórica del 81,94 por ciento. Pero no podrá gobernar.

‘La victoria de la unión’

“Campeones, campeones, oé, oé, oé”. Es el 1 de noviembre de 2006. En el hotel Calderón de Barcelona se desata la euforia. Un partido sin representación en el parlamento catalán acaba de conseguir tres escaños. Se llama Ciudadanos. Lo hace con la oposición al nacionalismo catalán como bandera y tras una llamativa campaña electoral en la que su candidato, un Albert Rivera de solo 26 años, aparecía desnudo tapándose los genitales.

“Campeones, campeones, oé, oé, oé”. Es el 21 de diciembre de 2017. Once años y veinte días después, los mismos gritos. Estamos ahora en un gran escenario montado en la Plaza España de Barcelona. El público agita banderas blancas con corazones donde caben las banderas de Cataluña, España y la Unión Europea: banderas de Ciudadanos. Rivera, el presidente del partido, saluda a la multitud. Enseguida comparece la candidata del partido a la presidencia de Cataluña, Inés Arrimadas.

“Esta es la victoria del constitucionalismo en las urnas, la victoria de la unión, de la solidaridad, de un proyecto para todos los catalanes”, dice una afónica Arrimadas. “Visca Catalunya i visca Espanya!”.

Hay gritos de “¡Presidenta!”, pero el público sabe que eso no pasará, al menos de momento. Hay gritos de “Puigdemont el que no bote”. De “Yo soy español”. De “Luego diréis que somos cinco o seis”. Tras la intervención de Arrimadas, unas máquinas lanzan confetis blancos y naranjas (color del partido) que los focos iluminan.

El DJ del evento, que durante la noche ha pinchado reguetón, Enrique Iglesias y Shakira para ver si la gente se iba animando, opta ahora por el “Viva la vida” de Coldplay. El partido se ha encargado de repartir banderas, bufandas y mantas, pero no hay demasiado fervor. La fiesta se vacía pronto.

“Es una victoria agridulce, porque los partidos independentistas suman para mantener el gobierno”, se lamenta José Miguel Velasco, militante de Ciudadanos de 56 años. “Ellos son nacionalistas y quieren cumplir su programa máximo”.

Huele a tabaco y a colonia. Algunos jóvenes enfundados en la bandera de España se retiran. Un pakistaní intenta vender cervezas entre los asistentes, pero la noche electoral ya se ha acabado.

“Es una victoria incompleta. Los independentistas han sacado mayoría, pero habrá que ver si pueden pactar”, dice Miguel Timoner, militante de Ciudadanos de 38 años. “La cuestión es si cumplirán la ley o no”.

Timoner hace alusión a uno de los debates que han dominado la campaña: si los partidos independentistas optarán o no por la “unilateralidad”. Las formaciones soberanistas insisten en que han apostado por el diálogo con España, que siempre les ha cerrado la puerta. Y en campaña han dicho que intentarán seguir dialogando.

Pero a estas alturas del proceso, aventurar cualquier cosa sobre el futuro sería temerario.

¿Volverá Puigdemont?

“¡La república catalana ha ganado a la monarquía del 155! ¡Que lo entiendan bien! ¡Que tomen nota!”.

Está eufórico. Desde Bruselas, Puigdemont, que fue destituido por el gobierno español en virtud del artículo 155 de la Constitución, celebra unos resultados que dan a su lista la iniciativa para formar gobierno. Su campaña personalista ha desbancado a la otra gran fuerza independentista, ERC, cuyo líder, el exvicepresidente Oriol Junqueras, sigue en prisión.

Un repaso a la lista de Puigdemont ilustra una de las principales dificultades para formar gobierno: él está en Bruselas y, si vuelve a España, lo más probable es que sea detenido inmediatamente.

¿Volverá?

En una comparecencia el día después de los comicios, Puigdemont propuso al presidente español, Mariano Rajoy, una reunión en Bruselas o en otro punto de la Unión Europea que no sea España, “por razones obvias”, es decir, porque en tal caso sería inmediatamente detenido. El objetivo de tal encuentro, dijo, sería abrir una nueva etapa con “soluciones políticas” tras el resultado electoral, pero Rajoy ya ha declinado la oferta.

Los primeros puestos de la lista de Puigdemont están copados por candidatos en la cárcel, como el número dos, Jordi Sànchez, presidente de la Asamblea Nacional Catalana, y el número siete, el exconsejero de Interior Joaquim Forn; o en Bruselas, como el mismo Puigdemont y la exconsejera de Educación, Clara Ponsatí.

Durante la campaña, Junts per Catalunya, la marca bajo la cual se presentó Puigdemont, ha insistido en que “los votos” de los catalanes permitirán que el expresidente pueda volver. Al margen de la incertidumbre, los resultados se han celebrado como una victoria en Junts per Catalunya, que está contra todo pronóstico en situación de reeditar un gobierno liderado por ellos.

En el campo independentista, ERC, que se veía como primera fuerza, ha quedado dos escaños por debajo de Junts per Catalunya. La campaña a distancia de Puigdemont con plasma de por medio ha funcionado; la ausencia de Junqueras, que sigue en la cárcel de Estremera (Madrid), ha castigado con dureza a ERC, que se espera que en todo caso se integre en la coalición de gobierno soberanista. Ha perdido fuerza el otro partido independentista, la CUP, que ha pasado de diez a cuatro escaños.

Los bloques a favor y en contra de la independencia parecen hechos de granito. En estos últimos meses de locura política, un parlamento catalán semivacío convocó un referéndum que la justicia española declaró ilegal, la votación se celebró pese a las cargas policiales y ganó el sí. El parlamento catalán declaró luego la independencia de forma unilateral, el gobierno español aplicó el artículo 155 de la Constitución, destituyó al ejecutivo catalán y convocó unas nuevas elecciones. Líderes soberanistas catalanes fueron encarcelados y el expresidente catalán, Carles Puigdemont, se fue a Bruselas. Hubo manifestaciones independentistas, protestas españolistas, concentraciones a favor del diálogo para salir de la crisis. Y hubo elecciones con participación histórica.

Hubo de todo, pero a la hora de votar, casi nadie se movió.

Atraídos por esta montaña rusa, algunos curiosos, como Dani Álvarez y Sergio Vega, dos estudiantes de Asturias, en el norte de España, que han acudido a la noche electoral de Ciudadanos, aprovechan para hacer “turismo político”.

“Fuimos al cierre de campaña de Catalunya en Comú (formación hermana de la española Podemos). Hoy, como pensábamos que iba a ganar, fuimos a ver a ERC. El ambiente estaba frío allí”, dice Álvarez. “Luego hemos venido a ver a Ciudadanos, porque mi amigo quería ver a Arrimadas. Aquí nos dan mantas y bufandas”.


 



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