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Ahora al bate en el béisbol mexicano: análisis de datos a lo Moneyball'


2018-01-11

David Waldstein, The New York Times

HAGERSTOWN, Maryland — En diciembre, durante una noche ventosa e invernal, Anton Dahbura estaba sentado en su sofá en esta ciudad, absorto en un juego de béisbol que se estaba celebrando a 3200 kilómetros de distancia, en México.

Hizo una mueca de desagrado y comenzó a escribir notas. En algunas ocasiones, gritó a las tres pantallas de computadora y televisión que transmitían el partido.

“Espera”, exclamó nervioso cuando el entrenador del equipo que estaba siguiendo de cerca caminó hacia la lomita. “¿Qué está haciendo?”.

De este lado de la frontera había tan solo unos pocos aficionados al béisbol que sabían algo del juego que lo obsesionaba: los Charros de Jalisco en contra de los Venados de Mazatlán. Sin embargo, para Dahbura, un consultor de análisis de datos que contrataron los Charros, ese partido era como el séptimo juego de la Serie Mundial, y su frustración iba en aumento conforme veía cómo, de nueva cuenta, se pasaban por alto los reportes detallados que había preparado a partir de una observación a profundidad de los jugadores de ambos equipos.

“Llega a ser exasperante”, comentó Dahbura, quien también encabeza el grupo de investigación sobre las estadísticas en el béisbol de la Universidad Johns Hopkins. “Hay veces en las que enviamos información específica y solo la ignoran”.

Resulta que Dahbura está en la mitad de un debate típico entre la tradición y la modernidad en el béisbol y en otros deportes, los cuales han batallado por encontrar el equilibrio adecuado entre las estrategias generadas por computadora y la toma de decisiones a la antigua, que proviene de la experiencia y el instinto.

Sin embargo, en este caso, la pelea alcanzó niveles inesperados. Los cálculos que había hecho Dahbura llegaron a ser tan controvertidos que parece que contribuyeron al despido de un entrenador que buscaba usar sus estadísticas y a la contratación de otro de la vieja escuela; era a ese actual mánager a quien Dahbura le gritaba en la pantalla y quien parece reacio a utilizar sus datos.

En Estados Unidos, la marea ha favorecido a los cazadores de datos, cuyos números sugieren nuevas formas de ver y practicar el juego. Pero, al otro lado de la frontera, donde unas cuantas derrotas consecutivas pueden costarle el trabajo al entrenador, suele prevalecer el pensamiento convencional.

“Ha sido un viaje turbulento”, afirmó Édgar González, un exjugador de grandes ligas y directivo de los Charros, quien también es un importante defensor del uso del análisis de datos. “Es totalmente nuevo aquí; ha sido una especie de choque cultural”.

En agosto, cuando los Charros contrataron a Dahbura y a su esposa, Marlaina Miller —quien es socia en la empresa consultora—, se les consideró pioneros al introducir el análisis de estadísticas a la ferozmente disputada liga invernal de béisbol en México, el escaparate que tiene el deporte fuera de temporada.

El análisis estadístico en el béisbol, o sabermetría, se utiliza más en la liga de verano mexicana, pues es más larga y por tanto hay menos presión en cada partido. Los riesgos son más altos en la liga de invierno, la cual determina la entrada de México a la Serie del Caribe, así que los directores técnicos tienden a depender de lo que ya se ha comprobado que es exitoso en el pasado.

“Salió un artículo que decía: ‘Los Charros están intentando implementar la sabermetría, pero no saben que no funciona en la liga de invierno’”, comentó González, quien jugó para los Padres de San Diego en 2008 y 2009, y es hermano de Adrián González, de los Dodgers. “Claro que funciona. Pero hay que entenderla y estar abierto a usarla”.

El entrenador que había devorado con ahínco las estadísticas de Dahbura fue Tony Tarasco, un exjardinero de las Ligas Mayores de 47 años. Fue despedido en noviembre después de 41 juegos.

Tarasco fue el primero en insistir en que los Charros contrataran a Dahbura como asesor de análisis estadístico; los primeros resultados fueron decentes. Con las estadísticas de Dahbura, implementados con la experiencia de Tarasco en el terreno de juego, los Charros registraron 19 ganados y 16 perdidos en la primera mitad de la temporada, con lo cual cerraron en primer lugar.

No obstante, después de empezar con un récord de 1-5 la segunda mitad de la temporada y de algunas decisiones controvertidas durante los partidos, Tarasco fue despedido. Regresó a su casa en el sur de California.

“Supongo que hice que lo despidieran”, comentó tímidamente Dahbura, “lo cual es en verdad terrible, porque fue quien me consiguió el trabajo”.

Aunque no fueron solo las estadísticas las que llevaron al despido. Al ser entrenador por primera vez, se consideraba que a Tarasco le faltaba experiencia, que, junto con su aceptación del moderno sistema analítico, —sin mencionar su racha perdedora— conspiraron para su caída.

“Los entrenadores no duran mucho por allá”, señaló Tarasco en una entrevista reciente desde California.

Sin embargo, González y Salvador Quirarte, el dueño de los Charros, mantuvieron a Dahbura, porque le ven valor a sus estadísticas… por ahora.

Guadalajara, donde juegan los Charros, albergará este febrero la Serie del Caribe, donde participarán los campeones de las ligas de Puerto Rico, República Dominicana, Venezuela y México. Al parecer los dos directivos del equipo mexicano quieren tener todas las ventajas a la mano para ayudar a que su equipo represente a México.

No obstante, la conexión entre Dahbura y el equipo se debe en su totalidad a Tarasco, quien había colaborado con Dahbura durante una década.

De 2008 a 2010, Tarasco fue el instructor de bateo de los Suns de Hagerstown, un equipo de las ligas menores estadounidenses. Dahbura, quien compró una parte de los Suns en 2010, era conocido en los círculos del béisbol como Shag por su afición a atrapar elevados durante las prácticas de bateo, para ejercitarse.

Dahbura y Tarasco establecieron un vínculo debido a la pasión que compartían por los componentes analíticos del juego, y Tarasco quedó maravillado por los orígenes de Dahbura.

Este nació en Estados Unidos, pero creció en El Salvador, a donde se mudó con su familia debido al trabajo de su padre. Su amor por el béisbol era tal que se las arregló para anunciar la Serie Mundial de 1976 por televisión nacional en El Salvador… a la edad de 16 años.

Mientras fue alumno en Johns Hopkins, donde estudió ciencias de la computación —en la actualidad es parte de la planta docente en esa área—, se desempeñó como jardinero para el equipo de la universidad.

Con el tiempo, comenzó su propio negocio de asesoría de análisis estadístico junto con su esposa, quien también tiene linaje beisbolero: su tío fue Bobby Hofman, jugador de cuadro interior de los Gigantes de Nueva York en la década de 1950. Así que ella y Dahbura establecieron un vínculo por su mutuo amor por el juego.

En octubre, cuando Tarasco comenzó a entrenar a los Charros, Dahbura le enviaba informes detallados desde su casa en Maryland y, a solicitud del entonces entrenador, tres posibles alineaciones la noche anterior a cada juego: una conservadora, una término medio y una radical. Se comunicaban a menudo.

“A veces nos mandábamos mensajes de texto a la mitad del partido”, comentó Dahbura.

Sin embargo, Tarasco comenzó a sentir que su trabajo estaba en peligro cuando aumentó la frecuencia con la que el dueño, el gerente general o el presidente del equipo iban a su oficina para cuestionar sus decisiones.

Los Charros después contrataron a Roberto “Chapo” Vizcarra, un veterano popular y muy respetado que jugó veintitrés temporadas en el béisbol mexicano, y quien es un poco tradicionalista.

Como entrenador de las Águilas de Mexicali, Vizcarra ganó el campeonato de la liga invernal mexicana en 2017. No obstante, tras un inicio lento de temporada, Mexicali también lo despidió. Resurgió rápidamente con los Charros, con quienes tuvo un récord de 15-11 y que, como el sexto equipo sembrado en las finales, terminó por derrotar al primer lugar de la clasificación, los Tomateros de Culiacán, para avanzar a la siguiente ronda de la postemporada.

Vizcarra también heredó a Dahbura dentro del equipo; el analista aún redacta sus informes y le propone por correo electrónico varias alineaciones todos los días.

Sin embargo, esa comunicación ha sido algo unilateral. Aunque los entrenadores de picheo y de bateo mostraron interés en los informes, Dahbura mencionó que aún no recibía retroalimentación de Vizcarra, quien no respondió a los correos electrónicos en los que se le solicitó una entrevista para este artículo.

“Sabes que hay roces cuando la vieja guardia se enfrenta a las nuevas formas de pensamiento”, señaló Dahbura en un mensaje de texto reciente.

No obstante, a medida que avanzó la temporada, Dahbura se mostró más alentado. Aunque Vizcarra nunca respondió de forma directa, el equipo parecía haber aceptado un poco más sus informes y ganó diez de doce juegos.

Fue hasta el 4 de enero, durante el tercer juego de la fase final en contra de los Tomateros, que reaparecieron las frustraciones de Dahbura.

En un momento crítico, durante la séptima entrada, mientras estaban al bate y con el marcador empatado 2-2, Vizcarra llamó a un lanzador sobre el cual Dahbura había dado instrucciones específicas: no sería una buena opción para poner ante el bateador que iba a enfrentar.

Como era de esperarse, los Tomateros anotaron la carrera decisiva con ese bateador y ganó 3-2. Dahbura se enfureció enfrente de sus pantallas. “Pudieron haber dado mejor uso a la información que les di”, comentó.


 



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