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El candidato del PRI se estanca ante el avance de sus rivales


2018-01-31

Javier Lafuente, El País.

Enero se ha convertido en un lunes largo para el PRI y José Antonio Meade. El arranque del año ha constatado que el aspirante presidencial del partido gobernante de México no logra cerrar las cicatrices internas que dejó su designación. La batalla por ganarse al sector duro del PRI impide, a su vez, que el candidato se despoje de la pesada carga de impopularidad de la formación, lastrada por el descontrol de la corrupción y el aumento de la inseguridad. Los mensajes y propuestas de Meade no terminan de calar entre el electorado que, según las últimas encuestas, lo relega a un tercer lugar, por detrás de Ricardo Anaya y Andrés Manuel López Obrador, líder en todos los sondeos.

El estancamiento de Meade se explica en buena medida por su necesidad de navegar entre dos aguas. Por un lado, el primer aspirante del PRI a la presidencia que no milita en el partido, ha tratado a toda costa de ganarse el apoyo del sector más duro del tricolor, que nunca vio con buenos ojos que un simpatizante pudiese optar a suceder a Peña Nieto. Desde el mismo día en que fue designado por el actual mandatario, Meade pidió al PRI que le hiciese suyo y trató de rebajar las tensiones con los más afectados por la decisión del presidente. Uno de ellos ha sido el hasta hace unas semanas secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien lideraba todas las encuestas de preferencia de voto como candidato del PRI. Meade se ha reunido en varias ocasiones con Osorio para trasladar una imagen de armonía, una sensación que en los círculos políticos no termina de ser del todo creíble.

La batalla interna del PRI ha impedido a Meade despojarse y distanciarse de la pesada carga de impopularidad que arrastra el partido por el descontrol de la corrupción y el aumento de la violencia. Ha lastrado, en cierta manera, el aire fresco que se presuponía con su candidatura. El exresponsable de Hacienda había sido el único secretario [ministro] en formar parte tanto del Gobierno de Peña Nieto –donde ocupó tres carteras- como en el de su antecesor, el panista Felipe Calderón. Su designación ofrecía al PRI la oportunidad de ocupar el centro del tablero político, para así poder atraer votos de la derecha (PAN) y de la izquierda más moderada, representada en ciertos sectores del PRD.

“Es una contradicción que no está sabiendo manejar, al intentar jalar votos dentro del PRI y fuera, está alejando a ambos”, opina el analista político José Antonio Crespo. “El descontento de Osorio, por ejemplo, juega en su contra dentro del partido; pero la losa del mandato de Peña Nieto, le cuesta fuera”, añade Crespo. Uno de los casos más ilustrativos de la falta de proyección de Meade como candidato han sido las medidas anticorrupción que presentó la pasada semana y que apenas generaron entusiasmo fuera del partido gobernante. “El PRI le ha colocado una camisa de fuerza para que no pueda distanciarse, da igual lo que prometa o proponga, el problema es que no resulta creíble”, opina la analista Denise Dresser.

La señal más evidente del estancamiento la han dado dos encuestas en las últimas semanas. En la primera, del diario El Economista con Mitofsky, el aspirante del PRI aparece en tercer lugar con una intención de voto del 18,2%, por el 20,4% de Ricardo Anaya y el 23,6% de López Obrador. No obstante, Meade es el único de los tres que cae respecto al mes anterior (1,2%). Más duro si cabe ha sido un sondeo de Buendía y Laredo para El Universal publicado el lunes: Meade ocupa también el tercer lugar (16%), 10 puntos por debajo de Ricardo Anaya (26%) y muy distanciado de López Obrador (32%).

Donde sí encuentra Meade un apoyo abrumador es en el sector empresarial. Al menos un 60% de los directores ejecutivos (CEOs) y directores de fiananzas (CFOs) mexicanos confían en que el candidato del PRI sea el sucesor de Peña Nieto, según una encuesta del Santander durante su conferencia anual de América Latina. La principal bandera del candidato del PRI había sido su buen manejo de la economía. Sin embargo, el año también ha arrancado aciago en este sentido para Meade. La inflación alcanzó el nivel más alto en 17 años y el aumento del precio de la gasolina, aunque menores que los del año pasado, han servido a los rivales políticos para recordarle el “gasolinazo”, la elevada subida de las tarifas, que se vio obligado a adoptar a principios de 2017 a su llegada a la Secretaría de Hacienda. A todo ello hay que sumar la incertidumbre que pesa sobre el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y Canadá. Los escasos avances en las negociaciones auguran que estas se meterán de lleno en la campaña electoral. Una ruptura supondría un golpe económico para el país y político para el PRI.

El gran beneficiado en las encuestas ha sido Ricardo Anaya. El candidato de Por México al Frente, la coalición que integran el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano ha logrado escalar en las preferencias de los mexicanos, aunque sigue siempre por detrás de López Obrador, puntero desde hace meses, si bien el candidato de Morena no termina de lograr una distancia que se antoje definitiva. “A Anaya le ha ayudado mucho que el Frente se consolidara. Para mucha gente que no quiere que López Obrador sea el próximo presidente es una opción menos costosa que votar al PRI”, analiza Crespo.

En un país que no cuenta con balotaje o segunda vuelta, las encuestas suponen una primera criba. A falta de dos semanas para que termine la precampaña y de tres para que se conozcan qué candidatos independientes optarán a la presidencia, cada vez menos analistas consideran que la elección será, como siempre, una disputa entre todos. Ante las dudas que genera la candidatura de Meade, Anaya ha apostado por echar el resto. Sabedor del momento dulce que atraviesa, ya no titubea: “Está bastante claro que esta va a ser una contienda en la que en términos reales estaremos compitiendo el candidato de Morena y yo”



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