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Bienvenidos al futuro postexto 


2018-02-13

Farhad Manjoo, The New York Times

Iré al grano: leer prosa en una pantalla está pasando de moda. Estamos haciendo un recuento del internet ahora mismo, con escritores que dan cobertura al mundo digital y catalogan algunas de las tendencias más trascendentales que le dan forma. Si indagas acerca de esas corrientes y echas un vistazo a lo que viene el próximo año en internet, una verdad sale a la luz: la narrativa definitoria de nuestro momento digital gira en torno al declive del texto, así como el poder y el alcance explosivos del audio y el video.

Durante años, este internet multimedia ha estado ganando terreno contra el internet basado en texto. Sin embargo, el año pasado todo se aceleró dramáticamente y ahora el audio y el video son imparables. Los comunicadores más influyentes en línea alguna vez trabajaron en páginas web y blogs. Ahora están haciendo audioseries (podcasts), programas de Netflix, memes de propaganda, cuentas en Instagram, canales de YouTube y aplicaciones como HQ Trivia.

Analicemos las innovaciones digitales más atractivas que están surgiendo: los asistentes de voz que fueron un éxito en la temporada navideña, el celular de Apple que detecta el rostro, la inteligencia artificial para buscar fotografías o traducir la lengua hablada, y la realidad aumentada (que inserta cualquier imagen digital en una vista en vivo de tu entorno).

Esos avances se basan en las cámaras, los micrófonos, tu voz, tus oídos y tus ojos. En conjunto, nos están enviando el mismo mensaje: bienvenidos al futuro postexto.

No es que el texto vaya a desaparecer por completo. En internet nada muere de verdad y el texto aún tiene sus éxitos: desde la publicación de blog en la que Susan Fowler hizo una denuncia acerca de la cultura de acoso en Uber el año pasado hasta #YoTambién, el texto estuvo en el centro del movimiento social estadounidense más significativo y reciente.

Aun así, apenas hemos comenzado a vislumbrar las posibilidades más profundas y cinéticas de una cultura en línea donde el texto se queda en el fondo, y los sonidos y las imágenes se convierten en el lenguaje universal.

Cuando nació el internet se usaba el texto porque alguna vez fue el único formato que las computadoras entendían. Después comenzamos a darles ojos y oídos a las máquinas —es decir, se inventaron los teléfonos inteligentes— y ahora les hemos dado cerebros para descifrar y manipular las características multimedia.

De pronto hubo un revés: ahora, a menudo es más fácil comunicarse con las máquinas a través de imágenes y sonidos que mediante texto.

Es más que solo hablar con asistentes digitales. La inteligencia artificial pronto podría permitirnos buscar e indexar gran parte del repositorio mundial de audio y video; los sonidos y las imágenes tendrán el poder de dominio que ha gozado el texto durante tanto tiempo en internet.

La tecnología no solo hizo que las funciones multimedia fueran más fáciles de producirse. También democratizó los formatos no textuales, que durante tanto tiempo habían sido accesibles solo a los estudios. Las audioseries se convirtieron en una nueva forma de hacer blogs, una manera para que los aficionados y obsesivos comprometidos se adentraran en los rincones y misterios poco explorados de la vida. Hay un serial de un chico que pasa más de una decena de episodios explicando la genialidad del quinto álbum de estudio de Kanye West. Lo hace aprovechando un arsenal de material documental que encontró —¿dónde más?— en YouTube.

Entretanto, las redes sociales les otorgaron a todos los creadores multimedia una audiencia potencial y permitieron que el público se conectara para hablar de ese trabajo, lo cual engrandeció la relación de los fanáticos a niveles de obsesión.

Es como una pasión que al final conforma un arte más profundo y fundamentalmente nuevo. Tan solo hay que ver todo el espacio que el internet les abrió a las ideas eclécticas y alocadas. El mejor y más reciente programa de Netflix, American Vandal, es una parodia de Serial, la audioserie de crímenes verdaderos, y de Making a Murderer, otra serie de Netflix.

La confusión de la desinformación que pesa sobre la vida en línea solo empeorará con el mundo multimedia —piensa que tu celular es un estudio de efectos visuales digno de Hollywood que podría usarse para que cualquiera parezca decir o hacer cualquier cosa—. La capacidad de buscar audios y videos tan fácilmente como lo hacemos con el texto implica, en efecto, el final de cualquier espacio privado.

Después está la cuestión más básica de cómo las fotos y los sonidos alteran nuestra manera de pensar. Un sistema de información dominado por las imágenes y los sonidos da prioridad a las emociones por encima de la racionalidad. Es un mundo donde los eslóganes y los memes tienen más poder de adhesión que los argumentos. (¿Eso les recuerda a alguien?). Además, por favor, que alguien piense en los niños: ¿sabes cuánto poder tiene YouTube sobre tus hijos? ¿Te asusta averiguarlo?

Sin embargo, ¿qué vamos a hacer? Parece que no hay marcha atrás. El destino del texto está sellado.


 



regina


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