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Stephen Hawking, la mente que exploró el universo desde una silla de ruedas 


2018-03-15

Dennis Overbye, The New York Times


Stephen Hawking, el célebre científico de la Universidad de Cambridge cuyas investigaciones revolucionaron la física teórica, murió en las primeras horas del miércoles en su hogar en Cambridge, Inglaterra. Tenía 76 años y fue el autor de grandes éxitos editoriales en los que exploró los misterios del universo, a pesar de estar confinado a una silla de ruedas debido a las limitaciones que le impuso la esclerosis lateral amiotrófica.

Durante toda su vida académica, Hawking reflexionó sobre la naturaleza de la gravedad, el origen del universo y los agujeros negros, así se convirtió en un símbolo de la determinación y la curiosidad del ser humano. Su muerte fue confirmada por un vocero de la Universidad de Cambridge.

“Desde Albert Einstein ningún científico había capturado la atención y el afecto de decenas de millones de personas de todo el mundo”, dijo en una entrevista Michio Kaku, profesor de Física Teórica en la Universidad de la ciudad de Nueva York.

En buena medida, Hawking consiguió ese estatus de celebridad gracias a su libro Breve historia del tiempo, que fue publicado en 1988 y ha vendido más de diez millones de copias, además de inspirar un documental de Errol Morris. La película de 2014 sobre la vida de Hawking, La teoría del todo, fue nominada a varios Premios Oscar y Eddie Redmayne, quien interpretó a Hawking, ganó el Oscar a mejor actor.

En el ámbito científico, Hawking será recordado por un descubrimiento tan extraño que puede ser expresado como una adivinanza: ¿cuándo un agujero negro no es negro? Cuando explota.

En 1963, mientras estudiaba su posgrado, Hawking fue diagnosticado con esclerosis lateral amiotrófica, un padecimento degenerativo neuromuscular. Solo le pronosticaron unos cuantos años de vida y la enfermedad redujo su control motriz al punto de que solo podía flexionar un dedo y mover los ojos, pero dejó intactas sus facultades mentales.

Se convirtió en el líder de su generación en la exploración de la gravedad y las propiedades de los agujeros negros, los hoyos gravitacionales sin fondo que son tan profundos y densos que ni siquiera la luz puede escapar de ellos.

Su trabajo condujo a un punto de inflexión en la física moderna que ocurrió a finales de 1973 cuando Hawking intentaba aplicar la teoría cuántica —las extrañas leyes que gobiernan la realidad subatómica— a los agujeros negros. En un largo y desafiante cálculo, el científico descubrió que los agujeros negros —esos objetos mitológicos del cosmos— no eran realmente negros. De hecho, descubrió que con el tiempo se debilitan, filtran radiación, partículas y, finalmente, explotan y desaparecen.

Nadie, incluso el mismo Hawking, creía en un principio que las partículas pudieran salir de un agujero negro. “No las estaba buscando”, recordó en una entrevista en 1978. “Simplemente me topé con ellas. Estaba bastante molesto”.

Ese cálculo, en una tesis publicada en 1974 en la revista Nature con el título “¿Explosiones de agujeros negros?”, es alabado por los científicos como el primer gran momento en la búsqueda de una sola teoría para la naturaleza —para conectar la gravedad con la mecánica cuántica—, la descripción de lo grande y lo pequeño, para explicar un universo que parece más extraño de lo que cualquiera había pensado.

El descubrimiento de la radiación de Hawking, como se le conoce, puso de cabeza a los agujeros negros. Los transformó de destructores a creadores —o, por lo menos, en recicladores— y condujo el sueño de una teoría final hacia una nueva y extraña dirección.

“Puedes preguntarte qué pasaría si alguien brinca dentro de un agujero negro”, dijo Hawking en una entrevista en 1978. “Ciertamente, no creo que sobreviviría”.

“Por otro lado”, agregó, “si hacemos que alguien brinque dentro de un agujero negro, ni él ni sus átomos volverán, pero su masa-energía sí volverá. Tal vez eso se aplica a todo el universo”.

Dennis W. Sciama, un cosmólogo y el asesor de tesis de Hawking en Cambridge, calificó la tesis en Nature como “el más bello documento en la historia de la física”.

Edward Witten, un teórico del Instituto de Estudios Avanzados en Princeton, dijo: “Tratar de entender mejor el descubrimiento de Hawking ha sido una fuente de pensamiento innovador durante casi cuarenta años y, probablemente, todavía estamos lejos de entenderlo por completo. Todavía se siente nuevo”.

En 2002, Hawking dijo que deseaba que la fórmula de la radiación de Hawking fuera grabada en su lápida. Fue un hombre que desafiaba los límites tanto en su vida intelectual, como en sus relaciones personales. Viajó alrededor del mundo para asistir a reuniones científicas en cada continente, incluida la Antártida, escribió libros exitosos, se casó dos veces, tuvo tres hijos y apareció en Los Simpson, Viaje a las estrellas: La siguiente generación y La teoría del Big Bang.

Celebró su cumpleaños número sesenta viajando en un globo aerostático. La misma semana, tuvo un accidente con su silla de ruedas eléctrica en una esquina en Cambridge y se fracturó la pierna porque iba demasiado rápido.

En abril de 2007, unos meses antes de su cumpleaños 65, participó en un vuelo de gravedad cero a bordo de un Boeing 727 especialmente equipado, una aeronave que vuela en una trayectoria de rápidos ascensos y descensos para producir fugaces periodos de ingravidez. Fue el preludio de un posible viaje al espacio en el SpaceShipTwo de la compañía Virgin Galactic del millonario británico Richard Branson.

Cuando le preguntaron por qué corría esos riesgos, Hawking respondió: “Quiero demostrar que las personas no necesitan limitarse por sus discapacidades físicas mientras no tengan discapacidades de espíritu”.

Su espíritu causó una profunda impresión en muchas personas.

Stephen William Hawking nació en Oxford, Inglaterra, el 8 de enero de 1942 —le gustaba resaltar que vino al mundo 300 años después de la muerte de Galileo, quien había comenzado los estudios sobre la gravedad—. Su madre, Isobel Walker se mudó a Oxford huyendo de los bombardeos nocturnos durante el ataque a Londres en la Segunda Guerra Mundial. Su padre, Frank Hawking, era un prominente biólogo investigador.

El mayor de cuatro hermanos, Stephen fue un estudiante mediocre en la escuela Saint Albans en Londres, a pesar de que su inteligencia innata fue reconocida por algunos compañeros de clase y maestros.

Posteriormente, en la Universidad de Oxford, consideró sus estudios de Matemáticas y Física tan fáciles que en raras ocasiones consultaba un libro o tomaba apuntes. “Nada parecía merecer mi esfuerzo”, dijo sobre esa época.

Contaba que la única materia que le pareció emocionante fue Cosmología porque intentaba responder la “gran pregunta: ¿cómo se formó el universo?”.

Al graduarse se mudó a Cambridge. Poco después de cumplir 21 años, en 1963, los médicos le dijeron que padecía esclerosis lateral amiotrófica. En ese entonces, calcularon que le quedaban menos de tres años de vida.

En 1965, se casó con Jane Wilde, una estudiante de Lingüística. Contaba que después de tomar esa decisión, no solo tenía “algo por qué vivir”, sino que también debía encontrar un trabajo, lo que le dio la motivación necesaria para trabajar seriamente en su doctorado.

Su enfermedad le robó la capacidad de escribir las largas cadenas de ecuaciones que son las herramientas de los cosmólogos. Como era característico en él, convirtió su desventaja en una fortaleza al dedicar su energía a desarrollar audaces pensamientos teóricos que, en años posteriores, fueron codificados por sus colaboradores con las fórmulas matemáticas correctas.

“Las personas tienen la idea equivocada de que las Matemáticas son solo ecuaciones”, dijo Hawking. “De hecho, las ecuaciones solo son la parte aburrida de las Matemáticas”.

Luego de haber conquistado los agujeros negros, Hawking se trazó como meta dedicarse al estudio del origen del universo y eliminar la singularidad al comienzo del tiempo de los modelos de la Cosmología. Si las leyes de la Física se podían entender en ese momento, se podrían entender en cualquier momento.

“Las personas tienen la idea equivocada de que las Matemáticas son solo ecuaciones. De hecho, las ecuaciones son solo la parte aburrida de las Matemáticas”.

En Breve historia del tiempo, Hawking concluyó que “si descubrimos una teoría completa” del universo “con el tiempo debería ser entendible para todos, no solo para unos cuantos científicos”.

Al ser entrevistado por la revista New Scientist sobre cuál era el tema en el que pensaba más, Hawking respondió: “Las mujeres. Son un misterio total”.

En 1990, Hawking y su esposa se separaron tras veinticinco años de matrimonio. En 1995, se casó con Elaine Mason, una enfermera que lo había cuidado durante años.

El miércoles por la mañana, sus hijos, Robert, Lucy y Tim, emitieron el siguiente comunicado: “Estamos profundamente tristes porque nuestro padre falleció hoy. Él fue un gran científico y un extraordinario hombre cuya obra y legado vivirá durante muchos años. Su valor y persistencia con su inteligencia y humor inspiraron a personas de todo el mundo. En una ocasión, dijo: ‘No sería un gran universo si no fuera hogar de las personas que amas’. Lo extrañaremos siempre”.

El único honor que no recibió fue el Premio Nobel y para explicarlo solía decir: “El Nobel solo es concedido al trabajo teórico que ha sido confirmado a través de la observación. Es muy muy difícil observar las cosas en las que yo he trabajado”.

Hawking era un gran defensor de la exploración espacial y expresaba que era esencial para la supervivencia a largo plazo de la raza humana. “La vida en la Tierra siempre está en un creciente riesgo de desaparecer debido a un desastre, como una guerra nuclear global, un virus genéticamente diseñado u otros peligros que todavía no conocemos”, dijo públicamente en Hong Kong en 2007.

No obstante, nada levantó tanto furor como sus mordaces comentarios sobre la religión. En Breve historia del tiempo, se refirió a la “mente de Dios”, pero en El gran diseño, un libro de 2011 que escribió junto con Leonard Mlodinow, fue más apático sobre la religión. “No es necesario invocar a Dios para encender la mecha y poner en marcha el universo”, escribió.

Profundizó en el tema durante una entrevista de ese año en The Guardian, al decir: “Yo considero al cerebro como una computadora que dejará de funcionar cuando fallen sus componentes. No hay un cielo o una vida después de la muerte para las computadoras descompuestas; ese es un cuento de hadas para las personas que le tienen miedo a la oscuridad”.

Al pasar la mayor parte de su vida estudiando los agujeros negros y la catástrofe cósmica, Hawking no le tenía miedo a la oscuridad.

“Se llaman agujeros negros porque están relacionados con los temores humanos de ser destruidos o tragados”, dijo en alguna ocasión. “Yo no tengo miedo de ser arrojado adentro de ellos. Yo los entiendo. Siento que, de alguna manera, soy su amo”.
 



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