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El ocaso de Ivanka Trump y Jared Kushner


2018-05-19

Joan Faus, El País

Eran la pareja del momento. Empresarios treintañeros y ricos con acceso constante al presidente de Estados Unidos. Omnipresentes y poderosos. Se decía que movían muchos hilos en la trastienda de la Casa Blanca y que eran una influencia de moderación. Un año después, el aura alrededor de Ivanka Trump y Jared Kushner se ha difuminado. La hija de Donald Trump y su yerno, ambos asesores de la Casa Blanca y sin ninguna experiencia política previa, han perdido impronta en el segundo año de presidencia acechados por problemas legales y debilitados por el giro hacia posiciones rupturistas del mandatario.

El ocaso se visualizó simbólicamente el pasado lunes. Ivanka y Jared viajaron a Jerusalén para participar en la ceremonia de inauguración de la nueva Embajada estadounidense. Hubo una incómoda dualidad: casi al mismo tiempo en que la delegación norteamericana celebraba el traslado de la sede diplomática desde Tel Aviv, fuerzas israelíes mataban a decenas de manifestantes en Gaza que protestaban contra la decisión. La amplia sonrisa de Ivanka durante la inauguración ha sido muy criticada en EE UU. La tensión también evidenció el fracaso de Kushner, encargado de la relación entre israelíes y palestinos. Su principal tarea es promover un plan de paz que nunca se ha revelado y que ahora parece imposible dada la indignación palestina por el cambio de la Embajada.

Un año antes, Ivanka y Jared -practicantes del judaísmo- ya habían visitado Jerusalén. Acompañaron a Donald Trump en su primera gira en el extranjero como presidente. Un análisis de esta semana del diario israelí Haaretz recordaba cómo algunos describieron entonces a la hija del republicano como la “mujer judía más poderosa” de EE UU. Esa visita, que incluyó un viaje a Cisjordania, fue preparada al detalle por Kushner, del que Trump se deshacía en elogios. El día antes de asumir la presidencia, en enero de 2017, confió en que su yerno haría un “gran trabajo” en lograr lo que nadie ha conseguido: un acuerdo de paz sostenido en la región más volátil del mundo.

Esas palabras ahora suscitan sorna. “El presidente se ha dado cuenta de que solo puede hacer un poco. Kushner no es la panacea y no va a impulsar una solución”, dice por teléfono George C. Edwards III, profesor distinguido de Ciencias Políticas en la Universidad Texas A&M. Considera una “noción ridícula” el creer que Kushner, que carecía de experiencia internacional, podía resolver uno de los mayores jeroglíficos del mundo gracias a su amistad familiar con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.

Al inicio de la presidencia de Trump, la cartera de Kushner era infinita. Al margen de ocuparse de Oriente Próximo, lanzó una iniciativa de innovación tecnológica, otra sobre el sistema penitenciario, supervisaba la relación con México… Un año después, Kushner sigue oficialmente involucrado en esas tareas pero su poder, que parecía inabarcable, ha sido acotado.

Primero, por la designación en junio de 2017 de John Kelly como jefe de gabinete de Trump y que levantó nuevas barreras alrededor del presidente. Y segundo, por la retirada el pasado febrero de la credencial de máxima seguridad a Kushner por los numerosos fallos en la información proporcionada al FBI sobre sus contactos económicos e internacionales. Según el experto Edwards, es revelador que Trump no haya hecho nada para tratar de recuperar esa protección para su yerno, lo que podría reflejar que se ha distanciado de él.

Hasta ese momento, las reuniones no reveladas de Kushner con personalidades rusas durante la campaña electoral le habían valido ser investigado por Robert Mueller, el fiscal especial que analiza la injerencia de Moscú en los comicios presidenciales. Pero, con la pérdida de la credencial de seguridad, ha quedado relegado: ya no tiene acceso a la reunión diaria en que se informa al presidente de los mayores riesgos de seguridad en el mundo. En paralelo, han aflorado informaciones sobre los intentos de países extranjeros de tratar de manipular a Kushner a través del entramado inmobiliario de su familia.

Ivanka Trump tiene menos problemas que su marido pero no está exenta de ellos. La investigación del FBI a Michael Cohen, el oscuro abogado personal de su padre, corre el riesgo de salpicarla porque el letrado ayudó a la familia a sellar acuerdos comerciales en el extranjero. Como asesora de Trump, Ivanka se ha centrado sobre todo en asuntos relacionados con el empoderamiento de mujeres. Ha logrado hitos, como la creación de un fondo internacional apadrinado por el Banco Mundial.

Pero esa lucha feminista también se ha visto eclipsada por polémicas de su padre. Trump ha apoyado abiertamente a personas acusadas de acoso sexual o maltrato a mujeres, y su abogado Cohen pagó en 2016 130,000 dólares a la actriz porno Stormy Daniels para que no contara una presunta aventura sexual con el presidente en 2006.

Ivanka y Jared están, además, cada vez más solos en la Casa Blanca. Su influencia, como voces moderadas, empezó a resquebrajarse cuando no consiguieron convencer a Trump de seguir en el Acuerdo de París contra el cambio climático, del que retiró a EE UU en junio de 2016. Lograron sacarse de encima a Steve Bannon, el estratega jefe del mandatario y emblema de la derecha radical. Pero poco a poco, casi todos sus aliados en el Ala Oeste se han marchado, como Gary Cohn, el consejero económico, lo que ha dado entrada a voces más rupturistas al gusto de los instintos de Trump.

En sus primeras semanas, el presidente, dice Edwards, era “muy ingenuo” sobre el funcionamiento del Gobierno y “no sabía en quién confiar” y por eso optó por tener como asesores a su hija y yerno, que a su vez eran muy novatos en política. Pero la fría realidad se ha ido imponiendo. Al experto presidencial, “no le sorprendería” si, después de las elecciones legislativas de noviembre, Ivanka y Jared dejan de trabajar en la Casa Blanca y pactan una salida amistosa. De momento, sin embargo, hay informaciones de que la pareja está buscando una nueva casa a la que mudarse en Washington.



JMRS


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