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A un año del terremoto, la tragedia continúa


2018-09-11

 

(ANSA) - CIUDAD DE MEXICO - Un año después del terremoto de 8,2 grados en la escala de Richter en el sureste de México, que causó gran devastación sobre todo en los estados de Chiapas y Oaxaca, las condiciones de vida de los damnificados siguen siendo dramáticas y persisten numerosas carencias.
    
El sismo que sacudió el llamado "Istmo de Tehuantepec", la parte más angosta del territorio mexicano, cerca de la medianoche del 7 de septiembre de 2017, y que se sintió hasta la capital del país, donde sin embargo no provocó daños ni víctimas.
    
En cambio, en Chiapas y Oaxaca se contabilizó un centenar de muertos, un millón de damnificados y el derrumbe de unas 150,000 viviendas, a consecuencia del poderoso movimiento telúrico, con epicentro en el Golfo de Tehuantepec, a 133 kilómetros al suroeste de Pijijiapan, Chiapas.
    
Se trató del sismo de mayor intensidad registrado en los últimos 100 años, incluso más severo que el del 19 de septiembre de 1985, que dejó unos 20,000 muertos y alcanzó 8,1 grados de intensidad.
    
A un año de la tragedia, miles de personas siguen sin recuperar su hogar, su negocio o su vida anterior, mientras que el gobierno ha sido acusado de actuar con lentitud para reconstruir las viviendas.
    
La procuradora del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) en Juchitán, Oaxaca, Coyolicatzin Aquino, señala que los niños de esta ciudad, la más golpeada por la naturaleza, aún siguen sin reponerse de la pérdida de sus viviendas, su escuela, el trabajo de sus padres, y en algunos casos la pérdida de sus familiares.
    
"Muchos de ellos no han podido integrarse a un hogar y en la actualidad viven en condiciones de hacinamiento en viviendas de otros familiares, en casas temporales donadas por algunas instituciones o en campamentos", afirmó.
    
De acuerdo con Aquino, hay niños que no pudieron regresar a la escuela simplemente porque sus padres dieron prioridad a otros gastos como el pago de la renta de un lugar para vivir y ahora, ellos colaboran en el trabajo o en el cuidado de sus hermanos y de la casa.
    
Sólo en Juchitán, 80 escuelas tuvieron daño total y a la fecha sólo una, el Centro Escolar Juchitán, ha sido reconstruida, pero otras se encuentran en proceso de reedificación, mientras que algunas más ni siquiera han sido demolidas y sobresalen medio de los escombros que todavía abundan. "Los niños que han podido regresar a sus estudios, tienen que tomar clases al aire libre o bajo el techo de algún espacio deportivo", afirmó Aquino.
    
En Juchitán todavía hay 15,000 damnificados, la mitad por pérdida parcial y la otra mitad por pérdida total de sus viviendas.
    
Los recursos gubernamentales para la reconstrucción han comenzado a repartirse, y corresponden unos 6,000 dólares a quienes perdieron toda su casa y unos 750 dólares para los que sólo registraron pérdidas.
    
Para recordar la efeméride, en Tehuantepec, donde murieron 82 personas, autoridades y pobladores enterraron una cápsula del tiempo en la plaza principal, que será abierta hasta dentro de 100 años.
    
Entre otras, fue colocado un par de relojes a manera de memorial por el sismo, uno marca la hora real, mientras que el otro marca las 11:49 de la noche del fatídico 7 de septiembre de 2017, hora en que la tierra se cimbró y rompió la vida de miles de personas.
    
Los juchitecos tienen fama de indomables y una de las imágenes icónicas de la tragedia fue plasmada en video y en fotografía y se viralizó rápidamente en las redes sociales cuando Angel Sánchez, un herrero de 57 años, de la etnia zapoteca, levantó la bandera sepultada entre las ruinas del palacio municipal.
    
Sánchez la izó sobre un palo y la colocó sobre la parte más alta del montículo de escombros como símbolo de que la ciudad habría de superar esta desgracia.
    
Sin embargo, esto todavía está lejos de ocurrir y los habitantes de Juchitán, como de otras poblaciones y ciudades barridas por la furia del terremoto aún buscan la manera de sobrevivir y recuperarse de la hecatombe.



Jamileth


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