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El patriotismo es virtud, la cerrazón nacionalista es un veneno pernicioso: Juncker


2018-09-12

PABLO R. SUANZES | El Mundo

En 2015, Jean-Claude Juncker lo intentó por las 'buenas', pidiendo a los Estados Miembros un esfuerzo y solidaridad para acoger refugiados y aliviar la presión sobre Grecia, Malta o Italia. Lo intentó por las 'malas', proponiendo un esquema de reparto obligatorio por cuotas. Lo intentó con el escarnio y con la súplica. Lo intentó de todas las formas posibles y, básicamente, fracasó. La acogida de demandantes de asilo fue excepcional en países como Suecia (más de 160,000) y Alemania, con más de un millón de personas. Pero en la mayoría de las capitales encontró silencio, falta de comprensión o abierta hostilidad. La cuestión migratoria e identitaria se ha convertido en el eje en torno al que gira la política continental y las instituciones asisten, impotentes, sin saber cómo cambiar el curso entre bloques cada vez más divididos y enfrentados.

Tres años después, Juncker ha abandonado la retórica idealista, federalista y ambiciosa. Por eso, resignado, ha propuesto en su anual 'Discurso sobre el Estado de la UE' una policía comunitaria de fronteras. Una fuerza 'federalizada' de más de 10,000 personas de aquí a 2020.Ha optado por apelar a la seguridad, a la vigilancia de las fronteras exteriores, y no, como antaño, al espíritu acogedor de la Unión. Sabiendo, además, que los países no quieren esa guardia europea, pues nadie o casi nadie está dispuesto a que policías de otras nacionalidades se entrometan en sus asuntos. Nadie acepta que un finlandés o un checo le pueda decir a un Guardia Civil cómo proceder en Melilla, o un portugués a un griego en Lesvos.

Más policías, más ayuda, vías legales para que "inmigrantes cualificados" lleguen al continente y "una aceleración en la devolución de los retornos de los migrantes ilegales", un paquete bastante modesto si se compara con los de los años anteriores. Quiere ofrecer financiación a los países para agilizar los retornos y premiar a los más eficientes en efectivo, pues hasta ahora, según los números del Ejecutivo, apenas un tercio de los expedientes se ejecutan pese a estar cerrados.

No ha sido el mejor discurso del presidente ni el más esperado. La escenificación fue floja y la recepción fría, casi gélida. Pocos aplausos y ningún entusiasmo entre los eurodiputados, en un hemiciclo lleno de escaños vacíos. Un presidente cansado para una Unión agotada. Sin garra, sin fuerza, sin pasión, incapaz de contagiar,. El luxemburgués, con un tono anodino, parecía un notario que describe y certifica, no un político que pretende inspirar. El Soteu más deprimente para los que miraban al 'Guardián de los Tratados', en busca de luz, de guía. Porque, esta vez, vencido quizás, ni lo ha intentado.

Ni siquiera en uno de los temas que más fuego encienden en el plenario, el del nacionalismo, ha encontrado la acogida que esperaba, la que logró en otros años cuando evocó a Miterrand denunciando que "el nacionalismo es la guerra". Juncker ha asegurado que la UE es garante de paz y ha pedido reconocimiento. "Respetemos mejor a la EU, no ensuciemos su nombre, respetemos nuestra forma de ser y de vivir. Digamos sí al patriotismo, uno no dirigido contra los demás. Digamos no al nacionalismo exagerado que proyecta odio, que destruye todo en su camino, que busca culpables en lugar de soluciones que nos permitan una vida conjunta", dijo al comenzar.

Su intervención estuvo plagada de las mismas ideas de siempre usando las mismas palabras de siempre. Que es un momento crítico, que Europa debe ser un actor global, "soberano en las Relaciones Internacionales. "Hacen falta normas a escala mundial. La UE es imprescindible y la división una estrategia condenada al fracaso. Hace falta "apertura y tolerancia. Europa jamás dará la espalda al mundo, en concreto al que sufre. Jamás Europa será una isla". "No hay lugar para la satisfacción o para dormirse en los laureles" y ha recordado a la Europa de 1913, "soleada, alegre, feliz", antes de la catástrofe de la Primera Guerra Mundial. O que la política exterior se decida por mayoría cualificada y no unanimidad.

Este año, el protagonismo en el discurso de Juncker no ha sido la guerra comercial con EU, Trump ni el Brexit. No ha sido el último acto de su presidencia en la sala (las elecciones son en mayo pero no habrá sustituto o sustituta hasta el otoño), pero sus palabras han tenido un regusto de despedida. El presidente no quiere, y así lo ha dejado claro su equipo, que se hable de un adiós. Dice que queda un año intenso y que el discurso, más que un balance, es una declaración de intenciones para el último ejercicio de la legislatura. "No les voy a presentar un balance. Al contrario, seguimos trabajando y seguiremos haciéndolo los próximos meses para que una UE imperfecta sea, quizás más adelante, algo más perfecta".

También ha habido, claro, algunas novedades, como la referencia al cambio de hora "que se debe suprimir". Al Programa Galileo que ha puesto 26 satélites en órbita, algo que "ningún Estado Miembro podría haber hecho por sí mismo". Juncker ha propuesto impulsar el rol internacional del euro en el mundo (empezando por los pagos energéticos, por ejemplo). O una profundización en la lucha contra el yijadismo: "Hacemos una propuesta para que sea obligatorio eliminar la propaganda terrorista de internet en una hora. A partir de 60 minutos es cuando se puede hacer más daño. Queremos que la fiscalía europea aumente su mandato para luchar contra delitos terroristas en Europa, porque los terroristas no conocen fronteras".

Este 'Discurso sobre el Estado de la UE' se ha decantado por el pragmatismo. Juncker se vanaglorió a su llegada de tener la "Comisión más política" de la historia, y política ha hecho desde Estrasburgo, pero de baja intensidad. Optando por buscar pequeños consensos. Sin atacar ferozmente a los autoproclamados líderes "iliberales", como Orban, ni a los críticos como Salvini. Apostando por soluciones técnicas, por dinero, por solidaridad para intentar solventar. Pero sin renunciar a sus valores. "Buscar un acuerdo no implica sacrificar nuestras convicciones. La Comisión se opone a cualquier ataque al Estado de Derecho. El Artículo 7 debe aplicarse allí donde esté en peligro el Estado de Derecho", ha dicho en referencia tanto a Polonia (donde ya está en marcha) como a Hungría, donde podría estarlo en breve.

Juncker, uno de los políticos que más y mejor conoce el núcleo central de Europa, cerró su discurso repitiendo una y sólo una idea. Marcando uno de los temas más importantes de la actualidad y reiterando su postura y su advertencia. "Hay que decir 'no' al nacionalismo malsano y 'sí' al patriotismo ilustrado. El del siglo XXI tiene dos dimensiones, nacional y europea, que no se excluyen. Blaise Pascal decía que son cosas que van de la mano. Nación y UE deben caminar juntas;amar Europa es amar las nacionales que la forman; amar su patria esamar Europa. El patriotismo es virtud, la cerrazón nacionalista es un veneno pernicioso. Plantemos árboles a cuya sombra nuestros nietos podrán prosperar en paz", concluyó.

"Europa es la gran historia de mi vida. Quiero a Europa y seguiré haciéndolo", ha prometido. Esta vez, ya sí y casi pos primera vez, entre una sonora ovación.



Jamileth


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