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El efecto brexit explicado con ramos de flores


2018-11-16

Por PETER S. GOODMAN, The New York Times

Muy alejado de las posturas políticas arriesgadas que captan casi toda la atención en esta larga y tediosa salida británica de la Unión Europea, Yme Pasma se encuentra profundamente absorto en la madre de todos los problemas logísticos.

Es el director de operaciones de Royal FloraHolland, un mercado donde se venden cerca de doce mil millones de flores y plantas al año, más de un tercio del comercio global de estos productos.

En ingentes bodegas cerca del aeropuerto de Ámsterdam-Schiphol, en la ciudad de Aalsmeer, Royal FloraHolland realiza subastas de flores y funge como centro de distribución. Una flota de montacargas guiados por computadora transporta cubetas de rosas, cajas de amarilis y otros follajes —algunos cultivados en Holanda, otros traídos de África, Asia y América Latina— a áreas de carga, para luego meterlos en camiones y enviarlos a clientes de todo el mundo. El aroma de las flores es penetrante, un olor a perfume que, por alguna razón, resulta extraño entre el bullicio de las máquinas.

Al Reino Unido, una monarquía que sigue siendo parte de la Unión Europea, se manda una cantidad de flores y plantas equivalente a más o menos 1000 millones de dólares al año. Las flores que vienen de fuera del continente europeo pasan la aduana y siguen su camino sin obstáculos hacia el Reino Unido.

Pero a partir del próximo marzo, cuando se supone que el Reino Unido se despedirá en un proceso conocido como brexit, los Países Bajos y el Reino Unido se convertirán en mercados distintos, divididos por una nueva y considerable frontera.

A menos que las dos partes en disputa en este divorcio tan desastroso logren un acuerdo que las lleve a un arreglo menos problemático, es probable que los bienes que cruzan el canal deban pasar por revisiones aduanales e inspecciones sanitarias. Las flores que ahora se mandan sin pagar impuestos quizá deberán pagar aranceles.

“En ambas partes, los gobiernos están muy dispuestos a prepararse, pero de todos modos se necesitan cientos de personas que requieren capacitación, almacenes para hacer las revisiones, y hay que construir los sistemas computacionales”, dijo Pasma. “Va a haber embotellamientos considerables en los Países Bajos. Si sucede mañana, va a ser un problema enorme”.

La fuente: Kenia
Las mujeres, principalmente son mujeres, trabajan en invernaderos cerca del lago Naivasha, al noroeste de Nairobi. Cortan rosas y las ponen en cubetas que se envían en camión al aeropuerto de Nairobi, donde viajan en jet a lugares de toda Europa y Medio Oriente.

Cada vez es más frecuente que estas rosas vayan directamente al Reino Unido, saltándose el puerto en los Países Bajos. Incluso en ese caso, el brexit sigue siendo una variable significativa.

La Unión Europea tiene un acuerdo comercial con Kenia que permite importar flores sin pagar aranceles. Después del brexit, el Reino Unido tendrá que negociar su propio acuerdo con Kenia y otros exportadores. Hasta que no se firme un tratado, las flores que vayan de Kenia al Reino Unido quizá tengan que pagar aranceles de más o menos el siete por ciento, lo cual podría ser una sorpresa para una industria que se ha convertido en una fuente importante de empleos en esa nación de África oriental.

Pero la mayoría de las rosas que crecen en Kenia y son para el Reino Unido llegan a los clientes por medio de la tradicional ruta que desde hace décadas ha dominado la industria de las flores: la de los Países Bajos.

Los compradores tal vez tengan que saltarse los Países Bajos
Dentro de un cuarto de cristal que está sobre el almacén, los negociantes miran fijamente un grupo de computadoras mientras presentan ofertas en el alboroto floreado de la subasta. Antes de ingresar sus pedidos, los comerciantes caminan por el almacén para inspeccionar los bienes, como los apostadores que echan un vistazo a los caballos antes del toque de la corneta.

Detrás del piso principal para las subastas, trece aparatos que llaman “relojes” —pantallas electrónicas donde se muestran las transacciones comerciales— dan seguimiento a las propuestas y ofertas realizadas en línea por participantes de países tan lejanos como China, Rusia y Estados Unidos.

Todo el proceso depende de un flujo continuo y libre de bienes a través de una vasta operación. El brexit se cierne como un obstáculo enorme: podría incentivar a los mercaderes a negociar directamente, fuera del mercado, lo cual disminuiría el volumen de intercambio comercial en las subastas. Los vendedores importantes podrían adaptarse sin problemas, pero los floricultores más pequeños —que dependen del mercado de subastas— podrían sufrir una disminución en la demanda.

Pasma está explorando la posibilidad de distribuir el flujo de flores en canales diferentes: las que llegan a Ámsterdam y son para los compradores dentro de Europa, que no requieren ninguna modificación del sistema actual, y las que tienen como destino el Reino Unido posbrexit y que posiblemente haya que separar para aplicar nuevos procedimientos administrativos que aún no se han especificado.

Espera poder persuadir a las autoridades europeas y británicas para que instituyan cualquier verificación que se necesite ahí mismo, a fin de que no haya retrasos.

“El producto debe atravesar el canal rápidamente”, dijo.

‘Todos andamos a tientas’
Mucho antes del amanecer, los floristas del sur de Inglaterra llegan al nuevo mercado de Covent Garden en Londres para seleccionar su mercancía, al igual que los diseñadores que crean arreglos florales para hoteles y oficinas, los organizadores de bodas y las funerarias.

Este mercado es la fuente más grande de flores al mayoreo en el Reino Unido. Aproximadamente el 80 por ciento de lo que ahí se vende proviene de los Países Bajos. El mercado original de Covent Garden, en el centro de Londres, era donde Eliza Doolittle trabajaba como vendedora de flores cuando conoció a Henry Higgins en Mi bella dama.

Últimamente, los floristas del mercado esperan la fecha oficial del brexit con una creciente preocupación.

“Temo un poco que tengamos dificultades para traer nuestras cosas”, comentó Dennis Edwards, dueño de una tienda al mayoreo.

Desde donde está —entre rosas de todos los colores imaginables—, el brexit se ve como un retroceso histórico.

“Tengo la edad para acordarme de cómo era antes”, explicó refiriéndose a cuando la aduana británica inspeccionaba cargamentos que llegaban al puerto inglés de Dover desde el centro de embarque en Róterdam.

“Esperábamos un pedido de orquídeas de Singapur y luego encontraban un insecto y penalizaban todo el lote”, dijo. No le quedaba más remedio que decir a sus clientes palabras que le salían muy caras: “Perdón por decepcionarlo”.

Le preocupa que el brexit pueda volver a hacer a esa frase cotidiana.

“Si alguien tiene que preparar un evento en un hotel a las cinco de la mañana y las flores no llegan sino hasta las ocho, se arruina todo”, prosiguió. “Los neerlandeses quieren seguir siendo nuestros proveedores y nosotros queremos comprar su producto. Pero nadie sabe qué va a pasar. Andamos a tientas”.


 



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