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Cristo Rey
Por: P. Ángel David Martín Rubio La idea de Cristo Rey, del Reinado de Jesucristo fue propuesta por Pío XI al mundo como remedio del laicismo «De esta doctrina común a los Sagrados Libros, se siguió necesariamente que la Iglesia, reino de Cristo sobre la tierra, destinada a extenderse a todos los hombres y a todas las naciones, celebrase y glorificase con multiplicadas muestras de veneración, durante el ciclo anual de la liturgia, a su Autor y Fundador como a Soberano Señor y Rey de los reyes. Y así como en la antigua salmodia y en los antiguos Sacramentarios usó de estos títulos honoríficos que con maravillosa variedad de palabra expresan el mismo concepto, así también los emplea actualmente en los diarios actos de oración y culto a la Divina Majestad y en el Santo Sacrificio de la Misa» (QA, 10). ¿Por qué, entonces no se establece hasta el siglo XX una fiesta especial, y es entonces cuando recibe la doctrina de Cristo Rey una mayor precisión teológica y adquiere unos contornos más definidos hasta el punto de que el grito de Viva Cristo Rey marcó toda una época en la espiritualidad martirial de Méjico y España? ¿Hay alguna particular afinidad entre esta fiesta y el mundo actual? La Realeza de Cristo es inmutable. Los derechos de Cristo Rey han sido, son y serán en todos los tiempos los mismos. Recordemos al respecto los Salmos 2 y 109 que expresan la doctrina mesiánica de modo sumamente preciso. Pero el contenido una idea, sin variar en sí mismo, puede recibir una peculiar determinación y la idea de Cristo Rey, del Reinado de Jesucristo fue propuesta por Pío XI al mundo como remedio del laicismo Consiste éste en la negación de los derechos de Dios y de Nuestro Señor Jesucristo sobre toda la sociedad humana, tanto en la vida privada y familiar, como en la vida social y política. Es lo que podríamos llamar la apostasía en su dimensión social (de «pública apostasía», habla la Encíclica que venimos citando). Las palabras de Pío XI son terminantes: «Y si ahora mandamos que Cristo Rey sea honrado por todos los católicos del mundo, con ello proveeremos también a las necesidades de los tiempos presentes, y pondremos un remedio eficacísimo a la peste que hoy inficiona a la humana sociedad. Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y abominables intentos» (QA, 23). Frente al laicismo se propone la afirmación de la realeza de Cristo y sus consecuencias: «si los hombres, pública y privadamente, reconocen la regia potestad de Cristo, necesariamente vendrán a toda la sociedad civil increíbles beneficios, como justa libertad, tranquilidad y disciplina, paz y concordia» (QA, 17).
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