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Theresa May, una premier de hierro para navegar la zozobra del Brexit


2018-12-13

CARLOS FRESNEDA | El Mundo

Las comparaciones con Margaret Thatcher ("voy a luchar para ganar") volvieron a ser inevitables cuando May proclamó ayer: "Voy a luchar con todo lo que tengo". Desde que ascendió al poder el 13 de julio del 2016, tras la dimisión de David Cameron, la sombra ambivalente de la Dama de Hierro ha pesado sobre ella para bien y para mal.

El pasado el 22 de noviembre se celebró precisamente el 28 aniversario de la "puñalada" que acabó con la vida política de Thatcher. El ala dura del Partido Conservador llevaba afilando los cuchillos de ese día, acariciando la posibilidad de ajusticiar a Theresa May y hacer bueno el dicho de "la historia se repite" (alguien dijo que los que se repinten en realidad son los historiadores).

Mejor que con el bolso, May se ha defendido pisando fuerte con su colección de zapatos y exhibiendo con orgullo ante las cámaras con sus crecientes ojeras, testimonio de los desvelos que viene sufriendo desde que dijo aquello de "Brexit significa Brexit".

Ese pudo haber sido su epitafio político a los 62 años... o su tabla salvavidas. May pudo haberse comido sus propias palabras, salir por la puerta de atrás y reconocer que fue imposible reconciliar los masoquistas de su partido, que siguen a estas horas buscándole el sentido a los 50 grados del Brexit. Pero decidió aguantar el tipo ante la enésima "shitstorm" ("tormenta de mierda", con perdón) y revindicar su derecho a celebrar la cena de Navidades bajo el árbol instalado esta misma semana junto a la puerta negra de Downing Street.

¿De dónde le viene a May la resiliencia? Unos destacan la influencia del padre (Hubert Brasier) y al sentido del "deber moral" que comparte con otra famosa hija de vicario (Angela Merkel). Otros lo atribuyen al hecho de haber perdido a sus dos padres de joven y en el breve espacio de un año. Otros los achacan a la labor a la sombra de su marido, Philip (definido por ella misma como "mi roca") o incluso a la batalla personal que libra desde el 2012 con la diabetes de tipo 1 y que le obliga a inyectarse insulina varias veces al día.

El ascenso político de May, que antes que 'premier' fue presidenta de los conservadores y tuvo bemoles para referirse a su propio partido como "the nasty party", fue hasta cierto punto una muestra de resiliencia a la sombra, agazapada tras el resplandor de Boris Johnson y la autosuficiencia de George Osborne, el defenestrado delfín de David Cameron. Con su fama de mano dura ganada como ministra de Interior, hizo malabares para sentar en el mismo Gabinete a eurófilos y eurófobos, al tiempo que se presentaba a sí misma como "mujer terriblemente difícil" en Bruselas, antes de claudicar a la hora de la verdad con esa "salvaguarda" irlandesa que ha llegado a colocarla en la cuerda foja. Seguiremos informando.



Karla


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