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Los pasos del actual López


2018-12-18

Por Efrén flores | Revista Siempre

Los pasos de López es una extraordinaria novela del gran Jorge Ibargüengoitia. Bastó un poco de observación de lo que hemos vivido, visto y escuchado desde julio pasado, y más aún desde el 1 de diciembre, para que de manera irresistible la mente me jugara una broma y me llevara a recordar esta poderosa novela histórica de don Jorge.

La novela de Ibargüengoitia narra, empleando los recursos de la parodia histórica, la primera fase de la Independencia de México, desde el punto de vista de uno de sus participantes directos, pero desconocidos. Es una novela que muestra la profunda documentación sobre la historia de México, particularmente el militar, pero aprovechando el humor y la sátira, el cambio de nombres de los personajes, para llevarnos por un viaje claro alrededor de la Independencia de México, pero con un sabor kafkiano, digno de dar risa, sentando ese movimiento en una novela histórica convencional, donde lo que hoy son gestas, eran momentos cotidianos.

Digamos que Los pasos de López le quita el tenor oficialista a lo que por lo demás es parte del acontecer diario en los diferentes momentos de mexicanos de ese periodo particular del devenir nacional. Además, Ibargüengoitia recurre a lugares y nombres ficticios para permitir al lector centrarse en el tema base de la obra, y seguir de cerca el personaje eje, Matías Chandón.

Con ese juego histórico de Ibargüengoitia, podemos adentrarnos en el día de hoy, en el diario acontecer del periodo que nos ha tocado vivir. Nuestra propia novela histórica, satírica, cómica, en momentos histérica, donde “se respetan los valores de la república”, aunque todos los días se violan y violentan.

También resulta curioso que los próceres nacionales se definen como tales, tiempo después de sus proezas. Hoy por hoy eso deja de ser cierto. Llegamos al caso pintoresco en el que el nuevo prócer de la nación se iguala a los grandes como Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero o aun Cárdenas, antes de demostrar sus proezas de trascendencia nacional. Aquí, como los cangrejos, vamos para atrás y, “me declaro yo mismo a mi mismo prócer”, para que desde ya me vayan alabando. El nuevo transfigurado, el tata, el tlatoani, pero que renuncia a residencia oficial y avión presidencial, para resultar la humildad andante; suerte de salsa de metate, con tropiezos comprensibles, porque se trata de él, el nuevo sustantivo nacional.

Y así como la novela de Ibargüengoitia, el costumbrismo histórico narrado con mirada cómica, se vuelve histrionismo presente, burdo, pero que provoca más que risas miedo: “La separación de poderes es profundamente respetada”, tal y que sea para el beneplácito del siervo de la nación y sus objetivos poco republicanos, menos aún federalistas, que apuntan a un liberalismo vago, sí, insisto, kafkiano; mientras tanto los principales protagonistas del momento abren la bocota y aplauden las declaraciones viciosas como esa de: “Fui testigo de su transfiguración desde el primer momento”.

En la novela de Ibargüengoitia, y a medida que el plan —tradúzcase ahora en cuarta transformación— se consolida, algunos de sus miembros originales abandonan la Junta, convencidos que implicará un grave derramamiento de sangre o que no tendrá éxito, o claro está, que no tienen nada que ganar ni que sacar de la misma.

Entre confesiones a curas chismosos y militares que cambian de bando según se presente el ambiente a favorable o desfavorable, así transcurre esta gran obra del escritor mexicano, con un líder manipulador de los hechos que finalmente logra su propósito, captura el poder y —vaya en la obra de Ibargüengoitia— logra liberar a todos sus compañeros de la Junta, vencer la última fortaleza donde se habían parapetado los españoles, para marchar y tomar la Ciudad de México.

En pleno siglo XXI, analicemos Los pasos de López, del de la novela de Ibargüengoitia, y del López que hoy nos atañe, el presidente López Obrador. Evite cambiar los nombres del líder y de los nuevos personajes del entramado nacional. La obra sería satírica de no ser por el daño que ya se le imprime a la vida nacional.

Digo, la economía no va para bien, las figuras cuales marionetas, se mueven para donde y como quiere el hombre guiñol, quien se regocija frente a las críticas, que sin eco duro son aplaudidas por muchos, pero sin repercusión alguna en los planes de López. Él resucitará una industria petrolera que ya vivió sus mejores días en México y en el mundo. Pero, ¡faltaba más!, a él, a nuestro López le toca hacer camino por esa senda, que ya nunca se volverá a pisar igual, pero a él le faltaba vivir.

¡Qué decir de los trenes del sur-sureste de México! Obras que sobre la propuesta se antojan monumentales en construcción y erogación, aparentes creadoras de una riqueza revolucionaria tan nueva y grande, tan de la informe cuarta transformación; claro está que los mortales que no tenemos mirada visionaria, las vemos como obras que dañarán irremediablemente la reserva de manglares, la de agua más fenomenal de este país y dividirá el ecosistema del jaguar, en peligro de extinción.

Pero eso es lo de menos. Lo de más es que se sienten las nuevas obras, los nuevos resultados prometidos de esta cuarta transformación: el gobierno dictará las reglas del juego y autorizará su operación.

¡Qué le hace acabar con un proyecto como el NAIM si no es parte de esa cuarta transformación! O ir en contra de las reglas de los mercados energéticos mundiales del siglo actual. Las bases populares extasiadas lo siguen, lo apoyan y veneran.

Los pasos de López llevan el regreso de un redentor que viene a resarcir el dolor y sufrimiento de un pueblo que lleva así viviendo por lo menos seiscientos años. Pero que encuentra en los últimos doce o veinte años motor de desprecio, caldo de cultivo que exalta el líder para encandilar a sus rémoras.

Subsidios por aquí, regalar por allá, precios de garantía, austeridad extraterrestre que no empareja, entorpecerá aún más a la bárbara burocracia mexicana, que a precio de barata controlará el transfigurado.

Bijan los fines de semana, aunque frente a la raza se utilicen guayaberas y carritos baratos. Ya habrá momentos para gozar lo amasado.

¡Bienvenidos todos los mexicanos a la cuarta transformación! Algún día los tontos la entenderemos en toda su sofisticada complejidad.

Por lo pronto, quedémonos con los primeros pasos de López, que anuncian un cambio radical en el timón de mando, aunque tal vez eso signifique mandar al diablo lo avanzado hasta hoy; pero a ese hombre, al que luchó paso a paso por ser López, el López Obrador de hoy, nadie le restará la oportunidad de un cambio agudo, como los alcanzados por sus enemigos, por esas pesadillas Salinas, o Fox, o Calderón, o PRI o PAN, o PRD, que nunca supieron comprenderlo ni redituarlo como él considera que debería de haber sido.

A dos semanas de iniciada la nueva administración, Los pasos de López anuncian con debido respeto que la república quedará cimbrada. Y será el tiempo y el arrepentimiento lo que reinicie la senda que nunca se debió abandonar.

No hay defensores fuertes de la república, los poderes fácticos todos callan si no es que asienten. No hay grandes que defiendan la Constitución, ni la democracia liberal, ni la libertad de expresión, ni el laicismo, ni la productividad para todos, ni las oportunidades, ni la educación para todos, ni mucho menos la movilidad productiva para los mexicanos o las grandes inversiones que se requieren desde ya para acelerar el de por sí rezagado camino mexicano dentro de la cuarta revolución tecnológica, la inteligencia artificial y la nueva economía de la inteligencia.

Así, ante falta de voces honestas y fuertes, recibiremos el 2019, como el franco comienzo del primer año de experimentación del nuevo modelo que intenta sembrar camino para los Pasos de López.

Ojalá esos pasos de López coincidan con las aspiraciones honestas de millones de mexicanos que ante la desesperación justificada por la podredumbre y la violencia han votado por el vacío. Mucha suerte a todos nosotros, los cerca de 130 millones de mexicanos que conformamos esta bendita tierra, siempre sacudida, siempre saqueada y que sigue noble, esperando la llegada de la verdad verdadera.



regina


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