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El muro ha arrinconado a Trump


2019-01-07

Por JULIE HIRSCHFELD DAVIS y PETER BAKER, The New York Times

WASHINGTON — Antes de que se volviera un punto de fricción tal que resultó en el actual cierre del gobierno estadounidense, que amenaza con consumir de lleno su mandato en un momento crítico, la promesa del presidente Donald Trump de construir un muro en la frontera con México era tan solo una estrategia de memorización para un candidato de poca disciplina.

Cuando Trump comenzó a sopesar postularse como candidato en 2014, sus asesores políticos sugirieron la idea de un muro fronterizo a modo de mnemotecnia: una manera de asegurarse de que aquella figura que odiaba leer guiones o apuntadores, pero a quien le encantaba presumir sobre sí mismo y sus talentos como constructor, siempre recordara hablar de su postura migratoria inflexible, que se convertiría en el tema distintivo en su campaña incipiente.

“¿Cómo hacemos que siga hablando de inmigración?”, recordó haberle dicho Sam Nunberg, uno de los primeros asesores políticos de Trump, a Roger Stone, otro asesor. “Haremos que hable de cómo construirá un muro”.

Eso fue lo que hizo Trump. La frase provocó vítores entre los públicos de casi todos los mítines a lo largo de Estados Unidos; pronto se convirtió en un pilar de sus discursos de campaña y el candidato quedó encantado.

Ahora, la obsesión de Trump con el muro fronterizo —la encarnación material de su agenda migratoria— se ha topado con las nuevas realidades de un gobierno dividido, con la oposición demócrata fortalecida en el congreso, la cual rechaza la idea de manera tajante. La encrucijada es notable dado que incluso algunos partidarios de línea dura en materia de migración no consideran que el muro deba ser la prioridad principal y temen que la fijación de Trump con su construcción lo lleve a tener un acuerdo para asegurarla a cambio de grandes concesiones respecto a la inmigración.

“Siempre he creído que es un peligro que dé casi cualquier cosa a cambio de construir el muro… creo que ese aún es un peligro posible”, dijo Mark Krikorian, el director ejecutivo del Centro para Estudios de Inmigración, un grupo que promueve que haya menos inmigración. “Aún me preocupa eso”.

Para muchos activistas conservadores que han ejercido presión durante décadas a favor de que haya reducciones drásticas en la inmigración legal e ilegal —y algunos de los legisladores republicanos que están aliados con ellos— una barrera física en la frontera con México apenas si es relevante; poco más que una nota al pie en una larga lista de cambios de política que según ellos son necesarios para solucionar un sistema roto.

Esta desconexión está en el núcleo del dilema que enfrenta Trump, mientras trabaja para encontrar una salida de un estancamiento que ha clausurado partes importantes del gobierno por falta de un acuerdo presupuestario y que ha privado de su sueldo a 800,000 empleados federales. Después de atizar a sus simpatizantes durante más de cuatro años —primero como candidato y después como presidente— con la idea de construir un muro fronterizo, Trump se encuentra arrinconado políticamente o amurallado por su propia mano.

Al transformar el muro en un símbolo poderoso de su mensaje antimigratorio, Trump ha hecho que la propuesta sea políticamente nociva para la oposición demócrata, que se ha rehusado sobremanera a destinar recursos para la construcción. Ello complica cualquier probabilidad de un consenso.

“Como estrategia de comunicación fue muy exitosa”, dijo Krikorian. “El problema es qué hacer cuando resultas electo. Después de haberlo convertido en su tema distintivo, Trump les entregó a los demócratas un arma que pueden usar en su contra”.

El peso de un símbolo
La dinámica del desacuerdo en torno al muro ha quedado expuesta en días recientes: Trump argumenta que no puede haber un acuerdo para reabrir el gobierno a menos que haya dinero presupuestado para el muro, mientras que los demócratas, que controlan la Cámara de Representantes desde el 1 de enero, se han rehusado aún más drásticamente.

“Un muro es una inmoralidad; no es lo que somos como país”, dijo Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara Baja, el pasado 3 de enero. “Lo que está creando el presidente no es un muro entre México y Estados Unidos, sino un muro entre la realidad y sus constituyentes, sus simpatizantes”.

A decir de Kellyanne Conway, consejera del presidente, Trump se ha atrincherado en su compromiso con un muro porque cree que evitaría la entrada ilegal de muchos inmigrantes y frenaría el tráfico de drogas, además de que desalentaría a los migrantes. “Cree que se necesita una barrera física robusta en la frontera que no pueda escalarse, ni por la que puedan pasar por abajo ni atravesarla en auto ni rodearla a pie”, dijo Conway. “Cree que debe ser algo que evite que estas personas emprendan este peligroso trayecto”.


No obstante, el muro también se ha vuelto un símbolo para los demócratas, pese a que varios apoyaron por lo menos algún tipo de barrera a lo largo de la frontera en el pasado: en 2006, votaron 64 demócratas en la Cámara de Representantes y 26 en el Senado a favor de la Ley del Cerco Seguro para cientos de kilómetros de cercado a lo largo de la frontera. Entre ellos se encontraban los senadores Barack Obama, Hillary Clinton, Joe Biden y Chuck Schumer.

Los demócratas ahora argumentan que un muro es una manera costosa y poco eficaz de frenar la inmigración ilegal. La mayoría de los inmigrantes indocumentados son personas que se quedan más tiempo del permitido por su visa, no gente que atraviesa la frontera. Un informe publicado en marzo de 2018 por el Comité de Seguridad Nacional del Senado halló que los agentes de la Patrulla Fronteriza dijeron que necesitaban más tecnología y personal adicional para frenar la inmigración de manera ilegal y el tráfico de drogas. Menos de la mitad del uno por ciento de los agentes entrevistados mencionó un muro como solución.

De hecho, aunque se rehúsan a decirlo en público por temor a hacer enojar a Trump, la mayoría de los republicanos comparten la opinión de que el muro es solo una parte de la estrategia —y no está ni cerca de ser la más importante— en un conjunto de medidas necesarias para reformar el sistema de inmigración, entre ellas recortes a la inmigración legal, estándares más estrictos para otorgar el asilo y una mejor aplicación.

Hasta Mick Mulvaney, el actual jefe de personal de Trump y antes representante por Carolina del Sur, indicó en 2015 que comparte esa opinión. Le dijo a una estación local de radio que Trump, en ese entonces candidato presidencial, tenía un opinión demasiado simplista respecto al tema de la inmigración.

“Tan solo decir ‘Construyan la maldita cerca’ y que ese sea el fin del diálogo sobre la inmigración es algo absurdo y casi infantil”, comentó Mulvaney.

El anterior jefe de personal de Trump, John Kelly, también hizo enfurecer al presidente estadounidense el año pasado al sugerir en privado a un grupo de legisladores demócratas que Trump no “contaba con suficiente información” cuando propuso un muro fronterizo. El mandatario respondió con un tuit furioso en el que aseguró que “el muro es el muro”.

Trump repitió por Twitter que “JAMÁS SE ABANDONÓ la idea de un muro de concreto” en diciembre pasado, cuando Kelly dijo en una entrevista con The Los Angeles Times sobre su salida de la Casa Blanca que desde un principio se había descartado la idea por no ser factible.

El mismo Trump ha dicho que está abierto a que haya distintas barreras en diferentes puntos a lo largo de la frontera. “Jamás dije: ‘Voy a construir un muro de concreto”, dijo el 4 de enero, en un cambio retórico. “Dije que iba a construir un muro”.

Aferrado al muro
NumbersUSA, grupo conservador que ejerce presión a favor de políticas de inmigración más estrictas, publicó un artículo en diciembre en el que exhortaba a Trump a que abandonara la idea del muro y optara por un plan para exigir que todos los empleados usen E-Verify, un sistema electrónico que verifica el estatus migratorio de los posibles empleados.

El muro “ha absorbido capital político que podría usarse para otros medios, presumiblemente mejores, para frenar la inmigración ilegal”, escribió Heather Mac Donald.

Sin embargo, Trump se ha aferrado al muro y no da señales de abandonar su idea.

Analistas conservadores como Ann Coulter, Rush Limbaugh, Matt Drudge y otros han presionado para que Trump cumpla con su promesa de campaña, pero la misma Coulter señaló que el enfoque en el muro no pretende excluir otras medidas que tengan el objetivo de frenar la inmigración ilegal.

“Queremos las otras políticas, pero también el muro”, dijo la comentarista vía correo electrónico. “La consigna en todos los mítines de campaña no era: ‘¡Apliquen E-Verify!’ ni ‘Pongan un impuesto a las remesas!’”, agregó.

Los asesores dijeron que al presidente estadounidense le encantó la idea de un muro porque era la promesa más memorable y tangible que hizo durante su campaña para llegar a la Casa Blanca en 2016.

“Insiste en un muro porque eso señaló en su campaña”, dijo Christopher Ruddy, director ejecutivo del sitio web de noticias conservador Newsmax y amigo de Trump. “Está muy obsesionado con cumplir sus promesas de campaña —creo que a un nivel nocivo—, pero eso es importante para él, y eso no es algo malo”.



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