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La espera de 49 migrantes en el Mediterráneo deja en evidencia la política migratoria europea


2019-01-10

Por PATRICK KINGSLEY, The New York Times

A BORDO DEL SEA-WATCH 3, en el litoral de Malta — Hace cuatro años, escapó de los yihadistas en el oeste de África. El año pasado, sobrevivió a la esclavitud en Libia. Pero para Daouda Soumana, un comerciante de 20 años proveniente de Níger, una de las experiencias más crueles de su búsqueda de seguridad ocurrió esta semana, a la vista de las costas sureñas de Europa.

Desde la cubierta del Sea-Watch 3, una embarcación de rescate propiedad de una pequeña beneficencia alemana, Soumana podía ver los acantilados blancos de Malta que brillan bajo la luz del sol e, incluso, la silueta de los edificios a la orilla del mar. La tripulación alemana podía llegar a la costa en cuestión de 45 minutos en una lancha motora, pero Soumana no podía hacerlo.

Era uno de los 49 migrantes varados a bordo de un par de embarcaciones de rescate cuyas solicitudes de llegar a un lugar seguro fueron ignoradas o negadas por todos los gobiernos nacionales que rodean el mar Mediterráneo desde su rescate en diciembre, hasta que el 9 de enero Malta accedió a dejarlos desembarcar.

“Estamos llorando”, dijo Soumana en el bote esta semana, antes de que Malta anunciara la decisión. “Podemos ver Malta con nuestros ojos, pero aún estamos varados en este barco”.

El trato dado al Sea-Watch 3 evidencia el efecto de la postura de línea dura que Europa ha adoptado con respecto a la migración: una embarcación de rescate desesperada que va de un lado a otro sin poder atracar; no porque haya tormentas marítimas, sino a causa de la tempestuosa política.

El recorrido del Sea-Watch 3

Durante años, la guardia costera italiana se habría coordinado con el Sea-Watch 3 para que se traslade rápidamente a un puerto en el sur de Italia, o para que transfiriera a sus pasajeros a un bote que se dirigiera hacia allá. No obstante, ahora que Europa busca disuadir a los solicitantes de asilo, el ministro del Interior de Italia, de derecha, ha ordenado que los puertos de su país no dejen entrar a migrantes rescatados fuera de la frontera marítima.

Desde junio pasado, cuando Matteo Salvini, el ministro del Interior, asumió el cargo, el nuevo gobierno populista de Italia ordenó a la guardia costera que no participara en los rescates. Esto ha envalentonado a Malta, su vecina, y a otros países a hacer lo mismo.

En conjunto, los funcionarios italianos, malteses y griegos han acosado a las beneficencias que alguna vez llevaron a cabo misiones de rescate en los litorales de Libia y Turquía; han iniciado investigaciones criminales en su contra y a veces confiscan sus botes. El Sea-Watch 3 es uno de tan solo tres botes privados que aún realizan rescates en el Mediterráneo, mientras que durante el punto crítico de la crisis migratoria en 2015 había dieciséis embarcaciones de rescate.

Se pierden vidas en esta situación.

Aunque el número de migrantes que intentan cruzar el Mediterráneo ha disminuido drásticamente —una tendencia que comenzó mucho antes de que Salvini tomara la decisión de cerrar los puertos— un porcentaje cada vez más grande de migrantes que sale de Libia se está ahogando.

Al mismo tiempo, también ha aumentado la cantidad de migrantes que la guardia costera de Libia ha regresado al país, devastado por la guerra. Se trataba de casi el 50 por ciento en 2018, mientras que en 2017 fue tan solo el 10 por ciento, de acuerdo con datos recopilados por Matteo Villa, experto destacado en el tema de la migración en el Mediterráneo del Instituto Italiano para Estudios Políticos Internacionales.

La difícil situación del Sea-Watch 3 es “una metáfora del estado en el que Europa se encuentra en este momento”, comentó Villa. “Europa no quiere más migración y desea crear un símbolo que muestre que nadie puede entrar al continente”, señaló.

La nueva postura, rígida, de Europa ha convertido lo que debió ser un momento de alivio —cuando el Sea-Watch 3 rescató a Soumana y a 31 migrantes más que habían salido de una playa en Libia en un bote endeble de hule— en una nueva experiencia traumática.

Italia no solo ha dejado de coordinar misiones de rescate de migrantes en el sur del Mediterráneo, sino que también ha delegado esa responsabilidad a la guardia costera de Libia, un equipo soldadesco que emplea a varias milicias.

Después de que el Sea-Watch 3 rescató a los pasajeros del bote inflable el 22 de diciembre, aproximadamente 56 kilómetros al norte de la costa de Libia, la guardia costera italiana le dijo a su tripulación que le pidiera a la guardia costera de Libia instrucciones sobre qué hacer después.

La guardia costera de Libia se rehusó a ayudar. Todos los demás países de la región hicieron lo mismo, como si se tratara de una política del tipo “ve y molesta al vecino”, pues cada uno mandó a los solicitantes de asilo a la nación de al lado.

El 9 de enero, diecinueve días después de que los pasajeros fueron rescatados de su bote, Malta finalmente decidió admitirlos, junto a las diecisiete personas abordo de una segunda embarcación varada cercana, el buque Professor Albrecht Penck.

En una conferencia de prensa el mismo miércoles, el primer ministro de Malta, Joseph Muscat, dijo que los 49 migrantes serían enviados a ocho Estados miembro de la Unión Europea, junto a unos 250 solicitantes de asilo que fueron rescatados recientemente en otras acciones de la guardia costera maltesa.

El 25 de diciembre, tres días después de que los migrantes fueron rescatados, el Sea-Watch 3 flotaba entre Malta y la isla italiana de Lampedusa. El 29 de diciembre, las autoridades maltesas se negaron a permitir que esa embarcación y el Professor Albrecht Penck, incluso entraran a sus aguas.

Para la víspera de Año Nuevo, el tiempo había empeorado de manera significativa, y muchos de los migrantes vomitaban de manera frecuente. Como era inseguro permanecer en la cubierta superior, los 32 pasajeros permanecían dentro de una pequeña habitación diseñada solo para ocho personas.

El 1 de enero, incluso cuando los vientos alcanzaron 74 kilómetros por hora y los médicos en el Sea-Watch 3 alertaron sobre crecientes preocupaciones por la salud, Malta rechazó de nuevo el ingreso a aguas más tranquilas.

Permitieron que los dos botes entraran a aguas maltesas el 2 de enero y dejaron de nuevo en la cubierta a los pasajeros que se encontraban en el Sea-Watch 3. Sin embargo, permanecieron en el limbo hasta esta semana, muy cerca de las costas europeas, pero muy lejos de que les permitan solicitar asilo ahí.

En 2015, el año en el que más de un millón de personas llegaron a costas europeas, varios países de Europa respondieron con generosidad.

Alemania aceptó acoger a solicitantes de asilo aunque hubieran pasado por otras partes de Europa. El gobierno italiano permitió que cientos de miles de migrantes rescatados llegaran a puertos de Italia. Más tarde permitieron que varias misiones privadas de rescate, entre ellas la del Sea-Watch 3, consideraran a Italia como una zona segura.

Sin embargo, los políticos europeos poco a poco han cambiado de parecer, y han reducido la migración marítima no autorizada en un 90 por ciento a través de acuerdos con líderes autoritarios en la periferia de Europa, así como con la obstrucción de las misiones de rescate en el Mediterráneo.

En una iniciativa encabezada por Angela Merkel, la canciller alemana, la Unión Europea le pagó a Turquía para que bloqueara la migración en el sureste de Europa, la cual disminuyó casi de la noche a la mañana en marzo de 2016. Después, en 2017, el ministro italiano del Interior convenció a un grupo de milicias libias de que no permitieran que los migrantes salieran de las costas del país, por lo que las llegadas de migrantes a Italia disminuyeron casi un 70 por ciento.

Soumana emprendió su trayecto desde 2015, pero la parte más reciente de su odisea comenzó el 21 de diciembre, cuando su grupo salió de la costa libia.

Soumana señaló que en dos ocasiones anteriores la guardia costera de Libia lo arrestó y lo llevó a un campamento de prisioneros donde lo golpearon con tubos de metal, lo retuvieron exigiendo un rescate y más tarde lo obligaron a trabajar en una granja sin un salario.

“No te llaman por tu nombre”, comentó. “Te dicen abd”, una palabra en árabe que significa esclavo.

“Salí de un problema en Libia para encontrarme con otro aquí”, dijo Soumana, mientras veía las aguas en los acantilados más al sur de Malta. “No es lógico”.



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