Editoriales
México, el coronavirus y el presidente abrazador
Andrés Manuel López Obrador merece ser criticado por su actuación y declaraciones ante la pandemia, pero los mexicanos tendrán que mantenerse unidos para superar este desafío sanitario.
Andrés Manuel López Obrador merece ser criticado por su actuación y declaraciones ante la pandemia, pero los mexicanos tendrán que mantenerse unidos para superar este desafío sanitario.
Es difícil superar a Donald Trump como el peor líder manejando la crisis del coronavirus, pero —hombre— Andrés Manuel López Obrador sí que hace el esfuerzo. Su desdén a tomar medidas preventivas y liderar con el ejemplo es una parodia peligrosa de un reyezuelo displicente.
Decenas de miles de mujeres desaparecieron de las calles, las oficinas y las aulas en todo México el lunes como parte de un paro laboral para protestar por la violencia que sufren y para exigir al gobierno que tome medidas.
La desigualdad será la medición que permita saber si AMLO será más de lo mismo o no. Los primeros estudios revelan claroscuros. Andrés Manuel López Obrador arrasó en las elecciones presidenciales de 2018 con la promesa de que los pobres serían la prioridad del gobierno de México.
Su transcendencia radica en que podría abrir la puerta para desmantelar toda una trama de corrupción que, eventualmente, podría llegar hasta el expresidente Enrique Peña Nieto, ya que Lozoya era uno de sus cercanos colaboradores antes y después de que éste llegase al poder.
Si el Gobierno mexicano fuera un portero de futbol, sería uno de esos que no paran de sacar balones… pero del fondo de su marco. Sin embargo, pese a la acumulación de insuficiencias, pifias y fracasos que acumula hasta ahora la administración federal, la popularidad del presidente López Obrador...
Los proyectos para fortalecer al gobierno en la lucha contra el crimen se han filtrado y su contenido ha indignado a expertos judiciales y de derechos humanos.
En febrero de 2014 la revista Time dedicó su portada al presidente Enrique Peña Nieto y lo presentó como el salvador de México. Al menos en teoría, la desmesura podría haber estado justificada por los planteamientos de un Gobierno que se proclamaba modernizador del país a través de una serie de...
El Gobierno interino de Bolivia decidió el pasado 31 de diciembre expulsar a la encargada de negocios y al cónsul de la Embajada de España en La Paz, tras un confuso episodio ocurrido días antes en la legación de México.
El precepto diplomático de no intervención en los asuntos internos de otro país ha tenido en América Latina, a lo largo de los años, sobre todo en los de la Guerra Fría, una observancia muy defectuosa.
La violencia, el estancamiento económico y las decisiones erráticas en el gobierno señalan una trayectoria larga y accidentada para su sexenio. También para el país.
Sin tomar en cuenta las lecciones del pasado dictatorial de la región, los políticos están volviendo a recurrir a las fuerzas armadas para resolver las crisis políticas. A primera vista, la caída de Evo Morales, expresidente de Bolivia, podría parecer una victoria para la democracia.
El caso de Bolivia, en donde las fuerzas armadas sugirieron a Evo Morales renunciar, reveló que los soldados no han abandonado el poder en América Latina. La vuelta de los ejércitos como actores políticos es peligroso para una región que aún tiene cicatrices por las dictaduras militares.
La caída de Evo Morales es un recordatorio de que para restaurar una democracia defectuosa no siempre se siguen las reglas democráticas. Para los demócratas liberales que lamentan la erosión democrática en todo el mundo, el colapso del gobierno de Evo Morales en Bolivia ofrece un rayo de esperanza.
Los acontecimientos de Bolivia encajan en el concepto de revolución callejera: los ciudadanos se volcaron a las calles para exigir la renuncia de un dirigente que se negaba a respetar los límites de su poder, y en algún momento involucró a instituciones fuertes de izquierda y de derecha.
Pasados 23 días de las elecciones generales en Bolivia, el recuento de los daños asciende a cinco muertos, múltiples heridos, tres semanas de paro nacional y destrozos en todo el país. El detonante del conflicto: un proceso electoral sobre el que revolotea el fantasma de un fraude monumental.
La crisis económica y el estancamiento han provocado una ola de protestas ciudadanas y una demanda de más transparencia y un estado de bienestar eficiente en toda la región.
Bolivia se ha convertido este domingo en un símbolo. La renuncia de Evo Morales es el síntoma del agotamiento de un modelo que había generado una fuerte contestación social y al mismo tiempo la preocupante demostración de que el poder en América Latina depende aún hoy de las Fuerzas Armadas.
Las protestas actuales surgen en un contexto de desaceleración o crisis económica. América Latina salió prácticamente indemne de la crisis global de 2008, pero ahora resulta la región más golpeada. El Fondo Monetario Internacional esta en el centro de mira de casi todas las manifestaciones.
Los mandarines de la economía mundial han desfilado estos días por la sede del FMI en Washington. Por sus pasillos es fácil toparse, por ejemplo, con Pierre Moscovici, comisario europeo de Asuntos Económicos, que además de un resfriado arrastra un pronóstico de crecimiento bastante deprimente.