MENSAJERÍA
El albañil que se despistó
Todos tenemos vocación de albañiles; todos de una o de otra forma somos constructores; así es, constructores de nuestras propias vidas, y como en toda construcción, el trabajo o se hace bien, mal o a medias.
Todos tenemos vocación de albañiles; todos de una o de otra forma somos constructores; así es, constructores de nuestras propias vidas, y como en toda construcción, el trabajo o se hace bien, mal o a medias.
Un fenómeno social y moral, y en el fondo religioso, es la vida de la conciencia. Convengamos que la conciencia es en lenguaje de Francisco Gabilondo Soler, como el Pepe Grillo de Pinocho. Es ese pequeño ángel que nos dice qué está bien y qué está mal de los que hacemos o pensamos hacer.
Tiene una amplia difusión, en libros, revistas y páginas de internet, una frase atribuida a Albert Einstein, más o menos expresada así: "es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio".
Ocurrió a comienzos de 1616. Por toda la ciudad corrió el rumor de que el padre Bernardino Realino, que había sido su apóstol durante cuarenta y dos años, estaba a punto de muerte. Era por entonces alcalde de la ciudad Segismundo Rapana, hombre previsor y decidido.
Mientras crecía como católico romano, al igual que el resto de mi generación, me enseñaron una oración llamada Acto de contrición. En aquel momento, todo católico tenía que memorizarlo y recitarlo durante o después de la confesión.
Jesús le expresa que es bienaventurado, que eso no se lo ha revelado sino "mi Padre, que está en los cielos". Y volviéndose a Simón le dice: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16,17). A la decidida confesión de Pedro, Jesús lo hace Pastor de su rebaño.
Hay un hecho extraño, como todos los acontecimientos providenciales de la historia. Ocho años más tarde, en el mismo día exacto en que San Oliverio Plunket había sido decapitado, el último de los reyes Estuardos era lanzado de su trono y su dinastía eliminada para siempre.
Viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
Santos Protomártires de la santa Iglesia Romana, que, acusados de haber incendiado la Urbe, por orden del emperador Nerón unos fueron asesinados después de crueles tormentos, otros, cubiertos con pieles de fieras, entregados a perros rabiosos, y los demás, tras clavarlos en cruces o quemados.
Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, Jesús se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén.
La Festividad de San Pedro y San Pablo recuperada como “unidad litúrgica” según el testimonio del Calendario romano más antiguo (a. 354) – la puso en práctica el Misal de Pablo VI, 1969 -, nos hace recordar a estas dos “columnas” de la Iglesia primitiva en Roma donde, según la tradición, sufrieron el martirio.
«¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».
El gnosticismo es un conjunto de corrientes de pensamiento que tuvieron bastante difusión en los primeros siglos de la era cristiana. Proponían una salvación mediante la “gnosis”, un conocimiento introspectivo de lo divino, superior a la fe, que lleva a cada persona a salvarse a sí misma.
La costumbre de dirimir las ofensas a través de un duelo tiene raíces bien antiguas. Todos podemos recordar la imagen de la clásica escena de caballeros con armadura montados a caballo y con lanza, en las justas o torneos medievales.
Son dos solemnidades que la Iglesia conmemora en fechas muy próximas una de la otra: Sagrado Corazón de Jesús e Inmaculado Corazón de María.
Como cristianos practicantes surge la tentación de creer que somos buenos, de pensar que nuestra labor en la parroquia, grupo pastoral, apostolado, es muy necesario e importante.
Martirologio Romano: Memoria de san Ireneo, obispo, que, como atestigua san Jerónimo, de niño fue discípulo de san Policarpo de Esmirna y custodió con fidelidad la memoria de los tiempos apostólicos. Ordenado presbítero en Lyon, fue el sucesor del obispo san Potino.
La devoción al sagrado corazón es devoción a Cristo mismo. En las representaciones artísticas no está permitido mostrar el corazón solo. Hay que representar a Cristo en su humanidad completa, porque él es el objeto de nuestra adoración y hacia él se dirige nuestra oración:
Jesús dijo esta parábola a los fariseos y maestros de la Ley: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, contento, la pone sobre sus hombros».
La situación de degradación actual puede ser etiquetada de muchas maneras. Creemos que una de las que más la caracteriza, es la de hedonismo vs. ascesis cristiana.