Editoriales
América Latina se paraliza para combatir el virus; Brasil y México se resisten
La mayoría de los líderes de América Latina reaccionaron con rapidez y rigurosidad a la llegada del coronavirus a la región. Se cerraron las fronteras.
La mayoría de los líderes de América Latina reaccionaron con rapidez y rigurosidad a la llegada del coronavirus a la región. Se cerraron las fronteras.
Miles, millones de personas han abrazado la fe y se golpean el pecho de amor y orgullo cuando ven a Donald Trump, Jair Bolsonaro, Nayib Bukele, Evo Morales o Cristina Fernández.
El triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador, el primer presidente de izquierda en la historia de la democracia mexicana, ha canalizado, por lo menos hasta ahora, una buena parte del descontento que en el resto de América Latina han generado las deudas políticas y sociales...
El Gobierno interino de Bolivia decidió el pasado 31 de diciembre expulsar a la encargada de negocios y al cónsul de la Embajada de España en La Paz, tras un confuso episodio ocurrido días antes en la legación de México.
El precepto diplomático de no intervención en los asuntos internos de otro país ha tenido en América Latina, a lo largo de los años, sobre todo en los de la Guerra Fría, una observancia muy defectuosa.
Sin tomar en cuenta las lecciones del pasado dictatorial de la región, los políticos están volviendo a recurrir a las fuerzas armadas para resolver las crisis políticas. A primera vista, la caída de Evo Morales, expresidente de Bolivia, podría parecer una victoria para la democracia.
Un fantasma recorre América Latina, y lo guía una palabra. Chile despertó, Bolivia se parte, ardió Ecuador, Colombia se levanta, Argentina votó, Perú se depura, Brasil desespera, México clama, y en todos lados la palabra es la misma: “desigualdad”, “la lucha contra la desigualdad”.
El polémico asilo de Evo Morales en México, que seguro será de corta duración, ha catapultado al terreno hemisférico el pleito interno entre chairos (a favor de AMLO) y fifis (en contra). Es el primer gesto importante en política exterior del Gobierno de López Obrador no dirigido hacia el norte.
El caso de Bolivia, en donde las fuerzas armadas sugirieron a Evo Morales renunciar, reveló que los soldados no han abandonado el poder en América Latina. La vuelta de los ejércitos como actores políticos es peligroso para una región que aún tiene cicatrices por las dictaduras militares.
La caída de Evo Morales es un recordatorio de que para restaurar una democracia defectuosa no siempre se siguen las reglas democráticas. Para los demócratas liberales que lamentan la erosión democrática en todo el mundo, el colapso del gobierno de Evo Morales en Bolivia ofrece un rayo de esperanza.
Los acontecimientos de Bolivia encajan en el concepto de revolución callejera: los ciudadanos se volcaron a las calles para exigir la renuncia de un dirigente que se negaba a respetar los límites de su poder, y en algún momento involucró a instituciones fuertes de izquierda y de derecha.
La crisis económica y el estancamiento han provocado una ola de protestas ciudadanas y una demanda de más transparencia y un estado de bienestar eficiente en toda la región.
Bolivia se ha convertido este domingo en un símbolo. La renuncia de Evo Morales es el síntoma del agotamiento de un modelo que había generado una fuerte contestación social y al mismo tiempo la preocupante demostración de que el poder en América Latina depende aún hoy de las Fuerzas Armadas.
Las protestas actuales surgen en un contexto de desaceleración o crisis económica. América Latina salió prácticamente indemne de la crisis global de 2008, pero ahora resulta la región más golpeada. El Fondo Monetario Internacional esta en el centro de mira de casi todas las manifestaciones.
Dado que Estados Unidos tiene la economía más grande para un país individual, está acostumbrada a tener la posición de dominancia económica. Pero de combinarse todas las economías latinoamericanas, eso cambiaría. Estados Unidos quedaría adelante en términos de su PIB.
Conforme la crisis venezolana empeora, casi todos los países que respaldan a Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela están de acuerdo con que la renuncia de Nicolás Maduro es el primer paso para cualquier tipo de negociación.