CALAMIDADES
En manos de tres demagogos
Trump, López Obrador y Jair Bolsonaro se llaman las tres grandes desgracias de América en tiempos de coronavirus, porque gobiernan tal como son, populistas que desprecian la ciencia y el conocimiento.
Trump, López Obrador y Jair Bolsonaro se llaman las tres grandes desgracias de América en tiempos de coronavirus, porque gobiernan tal como son, populistas que desprecian la ciencia y el conocimiento.
Años de descuido han perjudicado a muchos hospitales de México. Ahora, durante la pandemia, algunos pacientes mueren por negligencia o errores que, a decir de médicos y enfermeros, se pueden evitar fácilmente.
La Administración Trump fue informada desde que llegó a la Casa Blanca de que una pandemia de esta gravedad era una amenaza muy real. No solo no preparó la respuesta, sino que redujo los medios personales y materiales para enfrentarse a ella.
La sana distancia la guardan los privilegiados, pero no la gente que tiene una economía muy pobre. Mucha gente pobre que anda por la calle no usa el tapabocas porque le estorba y, además, porque en México somos así, un país muy pobre en el que se han perdido ya mucho más de medio millón de empleos.
Gran parte de nuestra forma de vida anterior al virus ya es irrecuperable. Seguramente se desarrollarán una vacuna y tratamientos que reducirán la letalidad del virus. Pero lo más probable es que se tarden años, y, mientras tanto, nuestras vidas habrán cambiado hasta ser irreconocibles.
Debido a su aislamiento del resto de mundo desde que sus primeros pobladores, los clovis, llegaron al continente atravesando el estrecho de Bering hace unos 11,000 años, sus grupos humanos no tenían defensa inmunológica alguna contra las enfermedades que tomaron por asalto sus reinos y señoríos.
El azote del coronavirus en México es, en palabras de Rodolfo de la Torre, economista y director de desarrollo social con equidad del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, como el de un terremoto que, aunque no discrimina en función a la clase, sí que determina la manera de enfrentarlo.
Escenas como estas son un reflejo de la respuesta contradictoria y caótica de Brasil a la pandemia del coronavirus, la cual fue evidente el viernes cuando el ministro de Salud renunció, tan solo semanas después de que su predecesor fue abruptamente despedido después de los conflictos con Bolsonaro.
¿Cómo es posible que uno de los principales países petroleros del mundo, con las mayores reservas de crudo del planeta, se encuentre ahora sin gasolina? La respuesta a esta pregunta es compleja. Todos los factores que están en pugna tienen una versión diferente.
Los pequeños empresarios mexicanos viven la pandemia atentos a la calculadora y a los sonidos de la calle. Quieren pagar las deudas que apremian, ahorrar lo que quede y seguir adelante. Algunos ya piensan en maneras de ampliar el negocio, vender más y diferente.
La ignorancia y la insensibilidad se convirtieron en las caras de la gestión: estancias infantiles, albergues para mujeres, desabasto de medicinas, desprecio por la ciencia. ¿Qué decir del reciente ataque a los médicos? Increíble. El naufragio de la 4T es patético...
Mientras el coronavirus mata a miles de personas y domina la atención de los gobiernos en toda América Latina, otra mortal infección viral acecha silenciosamente a la población de la región.
De repente, sus habitantes han podido respirar aire limpio y las calles se han vuelto silenciosas y amables. En medio del dolor causado por la pandemia y las pérdidas inherentes al confinamiento, muchos ciudadanos han vislumbrado estos días la ciudad en la que les gustaría vivir.
Los intentos de reactivar la economía a pesar de que la pandemia diste de estar controlada provocarán más muertes y probablemente sea contraproducente incluso desde el punto de vista puramente económico si los Estados se ven obligados a confinar de nuevo a la población.
Para las grandes religiones mundiales, la pandemia del coronavirus replantea un antiguo problema teológico que ha obsesionado siempre a profetas y creyentes: la teodicea, el misterio del mal en el mundo.
Las cifras de fallecidos que los noticieros y los gobiernos nos presentan a diario con la pandemia del coronavirus (y otras epidemias, como la violencia) no son números, son personas. Debemos recuperar sus historias.
Durante la pandemia del coronavirus ha habido una sobreabundancia de información desde los gobiernos y los expertos que ha reducido la voz ciudadana a las redes sociales. Es urgente recuperar nuestros espacios de debate.
El miedo al coronavirus y la pérdida de empleos en las ciudades están empujando a muchos peruanos a volver a las zonas rurales, lo que ha generado preocupación sobre una crisis de salud pública en el campo.
Se habla de desplome en las previsiones de crecimiento o de un ya conocido aumento del paro. Una situación extrema que no va a afectar de manera proporcional a todos los sectores sociales, sino que tendrá un impacto mucho mayor en los más vulnerables.
Cada año, los trabajadores que migran envían miles de millones de dólares a sus hogares. La parálisis económica provocada por la pandemia del coronavirus amenaza esos ingresos.