TRASCENDENTAL
La muerte es el comienzo de la vida
Comencemos por decir hoy que hay muertes preciosas. Es una muerte maravillosa la de quien puede decir en ese momento: “He cumplido mi misión”. Una muerte así es el comienzo de la vida verdadera.
Comencemos por decir hoy que hay muertes preciosas. Es una muerte maravillosa la de quien puede decir en ese momento: “He cumplido mi misión”. Una muerte así es el comienzo de la vida verdadera.
Pocos individuos han tenido una personalidad tan impactante y atrayente, como San Bernardo. El poseía todas las ventajas y cualidades que pueden hacer amable y simpático a un joven. Inteligencia viva y brillante. Temperamento bondadoso y alegre, se ganaba la simpatía de cuantos trataban con él.
En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir».
Les voy a presentar a un reportaje interesantísimo, como ustedes podrán comprobar, sobre el lienzo que cubrió el cuerpo de Jesús en el sepulcro. Pablo VI dijo de la Sábana Santa de Turín ante la televisión europea en 1973: «Es la reliquia más importante de toda la historia de la Cristiandad».
En Monteagudo, de Navarra, en España, tránsito de san Ezequiel Moreno Díaz, obispo de Pasto, en Colombia, de la Orden de los Recoletos de San Agustín, que dedicó toda su vida a anunciar el Evangelio, tanto en las Islas Filipinas como en América del Sur, y falleció en Monteagudo, en España.
En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña».
Este año raro nos ha permitido finalmente caer en la cuenta de que nuestra vida es absolutamente vulnerable. Creo que si algo habíamos olvidado, y ahora lo estamos teniendo que recordar a la fuerza, es nuestra fragilidad.
En abril de 1938 es el único en su municipio en votar en contra de la anexión de Austria por parte de Alemania. Le horrorizan las noticias sobre “Aktion T4”, el programa de eugenesia desarrollado por los nazis desde 1939 para eliminar a cientos de miles de enfermos incurables y de discapacitados.
Santa Elena, madre del emperador Constantino, que tuvo un interés singular en ayudar a los pobres y acudía a la iglesia piadosamente confundida entre los fieles. Habiendo peregrinado a Jerusalén para descubrir los lugares del Nacimiento de Cristo, de su Pasión y Resurrección.
«Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos». Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?»
Jesús nos ha pedido que carguemos nuestra cruz y le sigamos para alcanzar la vida eterna. Todos tenemos una cruz que cargar en la vida. A veces la cruz que nos toca cargar en terriblemente pesada, otras, es ligera, con toda una gama intermedia.
Alguna vez en el transcurso de la vida nos habremos preguntado: ¿Cuáles serán los tres elementos o factores más importantes para la subsistencia del ser humano? Yo diría que: La vida, la salud, la libertad. Y ahora desafortunadamente, son los 3 elementos más afectados.
En Cracovia, en Polonia, san Jacinto, presbítero de la Orden de Predicadores, que fue designado por santo Domingo para propagar la Orden en aquella nación y, teniendo por compañeros al beato Ceslao y a Enrique Germánico, predicó el Evangelio en Bohemia y Silesia
En aquel tiempo, un joven se acercó a Jesús y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?». Él le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». «¿Cuáles?» —le dice él—.
El cariño del rey Esteban por la religión católica era inmenso; a los obispos y sacerdotes los trataba con extremo respeto y hacía que sus súbditos lo imitaran en demostrarles gran veneración. Su devoción por la Virgen Santísima era extraordinaria. Levantaba templos en su honor y la invocaba.
Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando». Él les contestó: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel».
La Asunción de la bienaventurada Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, acabado el curso de su vida en la tierra, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Esta verdad de fe, recibida de la tradición de la Iglesia, fue solemnizada por el papa Pío XII en 1950.
«Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre».
Ellas saben que la inmunidad al sufrimiento es imposible y comprenden que las tormentas que hacen a nuestros días oscuros también son oportunidades para sobreponerse. Por lo que se arman de valor y continúan, teniendo como mantra proseguir para crecer, a pesar de las adversidades.
La pregunta me pilló momentáneamente de sorpresa. ¿Qué querría dejar yo como mis últimas palabras? No teniendo tiempo para para reflexionar mucho, señalé esto. Querría decir: “¡No tengáis miedo! ¡Vivid sin miedo! ¡No tengáis miedo a la muerte! ¡Inmensa mayoría, no tengáis miedo a Dios!”