ECOLOGÍA
La Amazonia arde más allá de Bolsonaro y de Evo
La Amazonia está en llamas. A juzgar por la alarma mediática y social, lo está sobre todo en Brasil y este mes. Sin embargo, la realidad es algo más compleja.
La Amazonia está en llamas. A juzgar por la alarma mediática y social, lo está sobre todo en Brasil y este mes. Sin embargo, la realidad es algo más compleja.
Necesitamos encontrar una opción económica que beneficie a los habitantes de la selva y al resto del mundo. La ayuda es bienvenida, siempre y cuando se respete la soberanía brasileña.
El fuego devasta la Amazonia. No es nada nuevo, por desgracia, pues cada año llegan de manera puntual las noticias de incendios que arrasan miles y miles de hectáreas.
São Paulo siempre ha visto mal tiempo. Pero el pasado lunes las nubes oscurecieron el cielo y se hizo de noche a las tres de la tarde. Poco después, los paulistas se enteraron de que, además de la lluvia, había humo. Lo suficiente para generar un efecto óptico que dejaba el cielo casi negro.
Es noche cerrada y la oscuridad es casi absoluta en el puente de mando del rompehielos Almirante Irizar. Quienes llevan el rumbo se adivinan entre sombras, en una coreografía de voces heredada de antiguas travesías. Fuera sopla un viento suave y casi no hay olas.
La activista Greta Thunberg suele afirmar, al intentar que los adultos despierten ante la emergencia climática: “Nuestra casa está en llamas”. La sueca de 16 años atraviesa ahora el océano en velero rumbo a la cumbre de la ONU.
La Amazonia brasileña arde como nunca. En los casi ocho primeros meses del año se han producido casi un 84% más de incendios que en el mismo periodo —entre enero y el pasado lunes— de 2018, el ritmo más alto desde que el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales comenzó la medición en 2013.
Sembrar y cosechar: el núcleo de la sociedad humana. En tiempos antiguos, la agricultura contribuyó al surgimiento de las primeras grandes civilizaciones.
Una vez que la sociedad se ha persuadido de la realidad del cambio climático, lo que ha hecho ha sido echarle la culpa a la industria energética, a los empresarios depredadores que deforestan el Amazonas para obtener biocombustible...
Las recientes alertas por polución del aire en la Ciudad de México se han vivido en el resto de América Latina con una suerte de empatía: pocos rincones urbanos del continente desconocen lo que es respirar aire impuro.
El primer año en el que el desarrollo económico superó la capacidad de carga de la Tierra fue 1980, según científicos. Han pasado casi 4 décadas desde entonces; a partir de ese momento, los ciudadanos comenzamos a consumir recursos naturales a un ritmo superior al que el planeta podrá recuperar.
Por mucho tiempo se ha adoptado la actitud de que la naturaleza es un elemento estático al servicio de la humanidad. Sin embargo, aquellos más informados entre nosotros se han dado cuenta de que pensarlo así provocará nuestra ruina.
The New York Times se adentró a la Amazonía brasileña y se hospedó con una tribu del Territorio Indígena Munduruku para ver de cerca sus luchas contra la deforestación.
El silencio es colosal en los nevados. El altiplano y la cabecera de la Amazonía se ven en el horizonte, pero hasta estas alturas, a mitad de la atmósfera, llega la ceniza de la quema de bosques y el smog de La Paz.
Sumen la cerveza al chocolate, café y vino, como uno de los pequeños placeres de la vida que el calentamiento global reducirá y encarecerá, dicen los científicos.