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La infinita voracidad de Cristiano
El muro cayó cuando un centro de Rafa Silva tropezó en Attila Szalai y le quedó en la frontal a Guerreiro, un lateral zurdo que ya operaba como un nueve. Su remate volvió a tropezar, ahora en Orbán, y se envenenó a la red para diluir a los húngaros, que se vinieron abajo