Del Dicho al Hecho

Carlos Marín y su defensa de la "verdad histórica" que nadie puede olvidar

2022-08-26

Marín se ha encargado de reforzar esa imagen de "superreportero" escudado en un...

Por | Omar Peralta

Cuenta la eyenda que Carlos Marín algún día fue un buen periodista. Por lo que contaban de él Julio Scherer o Leñero, había mucho de verdad en eso. Fue reportero estelar en Excélsior y fundador de Proceso —revista a la que después odiaría con toda su alma—. También escribió un manual que, hasta la fecha, sigue siendo le Santa Biblia de los profesores universitarios que nunca ejercieron el periodismo (dicho manual era mitad autoría de Leñero, pero Marín lo quitó al paso de las ediciones, porque sí).

Pero esa fue la leyenda. Hoy Marín debe ser uno de los personajes que más desconfianza genera entre la gente. Él sigue sosteniendo lo mismo de siempre: que es reportero y que aquel que recibe chayote no puede serlo. A decir verdad, resulta imposible saber si Carlos Marín en efecto ha recibido estímulos por parte del poder. Pero hay otras cosas que han estado a la vista de todos por años y eso no hay manera de esconderlo. Como se dice: no niega la cruz de su parroquia.

El caso más icónico no puede ser otro: Ayotzinapa. Desde el principio, Marín ha defendido todas las posturas oficiales y en particular la llamada "Verdad Histórica": que los estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos fueron secuestrados por Guerreros Unidos, quemados en Cocula y arrojados al río San Juan. En su columna de hoy en Milenio, para no ir más lejos, dice que negar esa versión es equivalente a negar el Holocausto.

El clímax de esa vocación de abogado llegó en un programa de 2018, llamado Con los de enfrente, y emitido por Milenio Televisión. En un debate sobre el caso más emblemático del sexenio peñanietista, Marín tuvo a bien decir que "los padres de los normalistas tendrían que ir a pedirle perdón a Murillo Karam, por las ofensas que le han propinado; es la investigación criminal más exhaustiva en la historia de México". Además de que en reiteradas ocasiones ha hablado con sorna sobre el secuestro de camiones que hacían los normalistas, como sugiriendo que ellos se buscaron su destino, en una táctica criminalizadora que casó muy bien con la verdad del gobierno pasado.

Luego habría que sumar aquel reportaje publicado en Milenio, cuando él era director, en el que se desmontaba la nobleza de "La cruzada contra el hambre", programa social emprendido por Rosario Robles, y que luego fue editado para hacer quedar bien a la entonces secretaria de Desarrollo Social.

No era nuevo. En 2010 dos niños, Martín y Bryan Almanza Salazar, fueron asesinados en un retén militar. La CNDH investigó el caso y dictaminó que los soldados dispararon arbitrariamente contra la camioneta en la que viajaban los menores junto a su familia. También emitió una serie de recomendaciones hacia el Ejército: que los militares no modificaran la escena de los hechos, ni alteraran las verdades históricas ni judiciales, además de instar a la realización de exámenes toxicológicos y psicológicos.

Carlos Marín volvió a cumplir con su papel de fiscal mediático: en su columna de Milenio, el 18 de junio de 2010, escribió que los señalamientos contra las Fuerzas Armadas eran de "excepcional gravedad" y que le parecía "escalofriante" la idea de que los soldados hayan disparado a los menores y sembrado dos camionetas para simular una confrontación.

Marín se ha encargado de reforzar esa imagen de "superreportero" escudado en un presunto rigor periodístico que, en realidad, siempre depende del prisma con el que él mire las cosas. Ha reiterado en diversas ocasiones que detesta el periodismo activista o de causa, a pesar de que es exactamente lo que él ha hecho durante todos estos años: acomodarse a versiones oficiales y ponderar el trabajo de los gobiernos por encima de los hechos o de otras versiones (en algún punto medio debe estar la verdad).
 



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