Muy Oportuno

Cristo ve el más acá desde el más allá

2022-10-19

Si examinamos un poco las parábolas que pronunció Cristo vemos que la mayoría...

Por: Fintan Kelly

El cristiano debe ver toda su vida a la luz de la eternidad. “Es abismal el misterio de la encarnación, es el Verbo de Dios, la Palabra de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad hecha hombre, hecha a nuestra imagen, igual que nosotros para salvarnos, para redimirnos del pecado, para darle un sentido de eternidad a nuestra vida.” 

Si examinamos un poco las parábolas que pronunció Cristo vemos que la mayoría de ellas hace referencia a la vida eterna. Pensemos en la del Rico Epulón y Lázaro. Ésta parece estar contada en función de la remuneración eterna: el rico sin corazón de misericordia fue arrojado al Infierno, pero el pobre Lázaro fue llamado al Cielo. 

Sería una equivocación muy grande el decir que Cristo no dio importancia a la vida terrena. Él no sacrificó el “más acá” sobre el altar del “más allá”. De hecho Él pasó la mayor parte de su vida ocupándose en el “más acá”, trabajando como artesano en Nazaret. Pero esto no quiere decir que Él no ponía el “más allá” en primer lugar, como hemos visto en el tema anterior. 

El cristiano debe ver toda su vida a la luz de la eternidad. Me acuerdo de una señora que estaba muy deprimida y tenía razón para estarlo; me confió que en una ocasión pensó seriamente en suicidarse, pero el miedo de ir al Infierno le había retenido de arrojarse por la ventana de un rascacielos. 

Nadie como Cristo ha detectado el mal que hay en el mundo. Él pasó tres años curando a un número inmenso de enfermos. Pero el mal que más le impresionó fue el mal con mayúscula, el Mal que es la muerte definitiva y radical: el estar condenado al Infierno durante toda la eternidad.

Podemos decir que en la mente de Cristo la luz superior es la conciencia de que el hombre está hecho para la eternidad. Dios lo creó para amarlo y no sólo durante unos cuantos años, sino durante toda la eternidad. El peor mal que puede suceder al hombre es perder esta cita con Dios. Lo dijo muy bien San Agustín, el santo obispo de Hipona: “Temo la gracia de Dios que pasa y tal vez no vuelva”, y “Señor, Tú nos has hecho para Ti y nuestro corazón no puede descansar hasta que descanse en Ti.”
 



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