Editorial

Lula gana y la democracia latinoamericana resiste a la creciente autocracia

2022-11-02

La victoria de Da Silva completa la “marea rosa” de victorias para los candidatos...

Editorial, The Washinton Post

El candidato de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva ganó las elecciones presidenciales de Brasil este domingo por un estrecho margen de 1.8 puntos porcentuales sobre el presidente en funciones, el derechista Jair Bolsonaro. La noticia de su victoria llegó con varias advertencias y salvedades: hasta el lunes por la noche, Bolsonaro, un excapitán del Ejército de extrema derecha que previamente había cuestionado la validez del proceso electoral de Brasil y cuyos simpatizantes realizaron intentos aislados de bloquearle el acceso a las urnas electorales a los partidarios de Da Silva, todavía no había concedido la derrota.

Brasil sale de esta campaña electoral disputada ferozmente casi dividido en dos: entre el movimiento populista —similar al del expresidente estadounidense Donald Trump— construido por Bolsonaro y la coalición “cualquiera menos Bolsonaro” que apoyó a Da Silva. En Brasilia, el estancamiento político podría ser una realidad, dado que los votantes de Brasil eligieron un Congreso conservador repleto de legisladores pro-Bolsonaro. El propio historial de Da Silva no es para nada impecable. Lula, de 77 años y quien ya ha sido presidente del país, no pudo postularse para las elecciones presidenciales de 2018 porque estaba cumpliendo una condena en la cárcel por corrupción. Se le permitió la candidatura en 2022 solo porque un tribunal anuló esa condena el año pasado, por un tecnicismo.

Sin embargo, en general, esta es una historia positiva para la democracia, tanto en Brasil como en América Latina. Contenciosa como fue, las elecciones en sí se realizaron en su mayoría de forma pacífica; la tabulación por parte del Tribunal Superior Electoral de alrededor de 124 millones de votos emitidos digitalmente fue rápida y precisa. La concesión de Bolsonaro —o la ausencia de ella— parece ser cada vez menos relevante dada la claridad de los resultados y el hecho de que los líderes mundiales expresaron rápidamente sus felicitaciones a Da Silva por su triunfo. Entre esos líderes se encontró, apropiadamente, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Sin embargo, quizás más importante fue el reconocimiento del presidente ruso, Vladimir Putin, de la victoria de Da Silva, la cual incluyó elogios por su “gran autoridad política”. Esto, después de que Bolsonaro expresara su “solidaridad” con Rusia tras su invasión a Ucrania y criticara las sanciones internacionales contra el régimen de Putin.

En resumen, si Bolsonaro intentara algún tipo de resistencia, lo haría en contra del (raro) sentimiento unificado de Washington y Moscú. Es posible, aunque sus aliados políticos le están aconsejando que no lo haga. Cantar fraude al estilo de Trump, entre hoy y la toma de posesión de Da Silva el 1 de enero, podría ser una contradicción demasiado grande incluso para Bolsonaro, dado que aceptó la validez del proceso electoral cuando obtuvo un resultado sorprendentemente sólido en la primera vuelta el 2 de octubre, que obligó a ir a la segunda vuelta del domingo.

La victoria de Da Silva completa la “marea rosa” de victorias para los candidatos presidenciales que le abrió el camino a los ganadores de la izquierda chilena, colombiana y peruana en los últimos dos años. Sin embargo, más que el dominio de la izquierda en América del Sur, estos resultados son más indicativos de un realineamiento político y de la polarización. Al igual que sus democracias afines en Estados Unidos y Europa, las de América Latina están experimentando una descomposición de las lealtades partidistas tradicionales en medio de oleadas populistas de derecha e izquierda. Los presidentes de izquierda se enfrentan a menudo a congresos que están fragmentados o dominados por sus oponentes políticos. Aunque esto suele retratarse como un síntoma de inestabilidad, un gobierno dividido puede fungir como un control saludable sobre el poder Ejecutivo, que es como al menos Da Silva ha prometido tratarlo en sus comentarios post-electorales. “Gobernaré para 215 millones de brasileños, y no solo por los que votaron por mí”, afirmó.

En algunos países, las instituciones no han podido resistir la presión. Nicaragua ha caído bajo el régimen totalitario del presidente Daniel Ortega; en El Salvador, el presidente populista Nayib Bukele está siguiendo un curso cada vez más autoritario y ha anunciado su intención de buscar un segundo mandato en 2024, luego de que sus aliados en la Corte Suprema revocaran una prohibición de reelección previamente vigente. Y, sin embargo, incluso en Perú, donde el gobierno de 15 meses del presidente Pedro Castillo está sumido en escándalos de corrupción y un Congreso dominado por la oposición ha intentado someterlo a un juicio político en un par de ocasiones, el marco constitucional básico sigue en pie. En septiembre, los votantes de Chile rechazaron de manera abrumadora una reforma constitucional respaldada por el presidente Gabriel Boric, quien aceptó los resultados y prometió trabajar con los legisladores de la oposición para proponer nuevas reformas.

En cuanto a la salud del medioambiente, es muy probable que Da Silva sea una mejora con respecto a Bolsonaro, quien se negó a tomar medidas para proteger la selva amazónica. Sobre la gran contienda entre democracia y autocracia que significa la guerra en Ucrania, Lula ha expresado que la invasión de Putin fue un error, pero lamentablemente agregó que Ucrania tiene parte de la culpa de eso. Quizás fue la razón por la que Putin aceptó con rapidez su victoria.

Un mejor escenario para la influencia diplomática de Da Silva sería su propio hemisferio, donde el tema más apremiante podría ser la restauración de la democracia en la vecina Venezuela. Como militante de izquierda veterano, Da Silva tiene el legado ideológico y las conexiones para relacionarse con Caracas; como demócrata, tiene el deber de hacerlo. El gobierno de Biden debe explorar las posibilidades de trabajar con él. Conducir una transición hacia elecciones libres y justas en Venezuela podría ser el logro culminante de la larga carrera de Da Silva.



Jamileth
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