Mensajería

Que la avaricia no domine tu vida

2022-11-07

Sin embargo, a todos nos ocurre que, de repente, nos llega la duda y hasta la ansiedad por los...

Por: Mónica Muñoz 

“Con la vejez se terminan las ganas”, escuché a un sacerdote decir, y sinceramente, me sacó una sonrisa, porque me hizo pensar en todos los esfuerzos que realizamos para conservar los bienes materiales, creyendo que un día, cuando lleguemos a viejos, podremos disfrutarlos como no lo estamos haciendo ahora.  Y es cierto, cuando vamos despertando a la vida todo se antoja: un niño desea dulces y juguetes; un adolescente, fiestas y amistades; un joven, paseos y amores; un adulto, viajes y compañía; un anciano, paz y tranquilidad. Pero, si somos realistas, no siempre obtenemos lo que deseemos en el momento en que lo queremos, quizá la vida nos trate con dureza y a destiempo llegará eso que anhelamos durante muchos años.

Pero, como reza la sabiduría popular, todo llega a su tiempo, o como se suele decir: “los tiempos de Dios son perfectos”, refiriéndose a que hay veces en que sentimos que no encontramos solución a los problemas, pero si nos fiamos de la palabra del Señor, Él se encargará de nuestras necesidades. Esa ha sido mi experiencia durante toda mi vida. Y me gustaría que todos pensaran igual, al menos en ese sentido. Dios está pendiente de ti y de mí y no debemos preocuparnos.  Sin embargo, a todos nos ocurre que, de repente, nos llega la duda y hasta la ansiedad por los problemas y tambalea nuestra fe. Es  normal, pero deberíamos aprender a confiar más.

Y dentro de esa confianza, podríamos incluir en las manos de la providencia divina lo que pasará con nosotros y nuestros seres queridos en el futuro y dejar de ambicionar objetos que no podremos llevarnos a la tumba. Un amigo querido me platicó que en casa de sus papás no querían sacar las copas de cristal fino que habían pertenecido a su mamá, hasta que la persona que colabora en las labores domésticas dijo “¿y cuándo las van a usar? Tu mamá ya se murió y ahí se quedaron sus copas”.

No quiero decir con esto que debemos derrochar lo que con tanto esfuerzo ganamos para mantenernos y sostener nuestros hogares, sobre todo si los padres y madres de familia trabajan para dar lo necesario a sus hijos y ayudar a sus padres, que, dicho sea de paso, es una obligación de todo buen hijo, sino que no debemos irnos a los extremos, porque tanto es dañino caer en el despilfarro como lo es hacerlo en la pichicatería, extraña palabra que poco se usa, pero que se refiere a la tacañería en la que incurren ciertas personas que no solo quieren ahorrar sino que no sueltan nada de sus bienes materiales, ni siquiera para hacer un bien a sus familiares o amigos.  Esa actitud también ofende a Dios.

Ese mismo sacerdote que mencioné antes, comentaba que estaba bien no quedarse con las ganas de algo que deseamos, como una prenda de vestir, una comida, un coche o un viaje. Cómpratelo ahora que puedes gozarlo, insistía, porque con la vejez se terminan las ganas. La persona que trabaja honradamente, que cumple con sus obligaciones y se organiza para no cometer injusticias con el dinero que le pertenece a su familia, legítimamente puede darse el gusto de gastar en lo que desee. Por supuesto que no debe olvidar que todo lo que Dios le permite tener es para que lo administre y lo comparta con otros menos afortunados, por eso Él devuelve el ciento por uno y ama al que da con alegría, pero puede también disfrutar de la vida, porque es parte de la belleza y del plan de Dios, que, a través de lo que vemos en este mundo, entendamos que existe Él, a quien no vemos pero que provee de lo necesario a sus criaturas, especialmente a los seres humanos, la criatura más perfecta que ha salido de sus manos.

Por eso, está bien que seamos previsores y guardemos algo para cuando ya no podamos trabajar porque, aunque los ancianos poco necesitan en cuanto a comida y vestido, con el desgaste físico llegan las enfermedades, casi siempre un paso inevitable en el ocaso de la vida.  Pero, mientras llega ese momento, no seamos avaros y vivamos con alegría.

Y tú, ¿qué guardas en tu casa para una ocasión especial? Ese día es hoy porque estás vivo, no desperdicies tu vida y energías pensando en el futuro que aún no llega, el día con el que debes dar gracias y gloria a tu Creador es este. No lo olvides.



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