Valores Morales

Castidad, caridad y Amistad

2023-02-22

La valiosa y oportuna motivación de san Juan Pablo II: “La espiritualidad de...

Por: Mons. José Rafael Palma Capetillo 

La castidad se expresa especialmente en la amistad con el prójimo.

El amor o caridad que Cristo infunde en los corazones eleva y hace más dignas cada una de las virtudes de la persona. Al reconocer que el amor influye en la castidad, se acepta que concede la capacidad de darse a sí mismo: El que tiene control de sus impulsos es capaz de ofrecerse plenamente por el bien del prójimo. Cristo se mostró como servidor de sus discípulos y los llamó amigos. Este es el tesoro de la amistad que el maestro y Señor nos enseñó: Amarnos, respetaros y ser servidores unos de otros.

Se tiene, a veces, un concepto erróneo de la castidad, al considerarla como una virtud para algunos (no para todos) y que significa represión y, por lo tanto, falta de amor. Por el contrario –nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica–, la castidad es una virtud universal, válida para toda persona, ya que se trata de un amor limpio y benevolente, un camino de madurez afectiva y, lo más grande, una experiencia inagotable de la capacidad de darse, a imitación de Cristo, que por amor a nosotros dio su vida en la cruz. La castidad conduce al dominio de sí mismo, para superar cualquier signo de egoísmo o cerrazón, es decir, para vivir en el amor.

La caridad es la forma de todas las virtudes. Bajo su influencia, la castidad aparece como una escuela de donación de la persona. El dominio de sí está ordenado al don de sí mismo. La castidad conduce, al que la pone en práctica, a ser ante el prójimo un testigo de la fidelidad y de la ternura de Dios.

La virtud de la castidad se desarrolla en la amistad. Indica al discípulo cómo seguir e imitar al que nos eligió como sus amigos (cf Jn 15,15), se dio totalmente a nosotros y nos hace participar de su condición divina. La castidad es promesa de inmortalidad. La castidad se expresa especialmente en la amistad con el prójimo. Desarrollada entre personas del mismo sexo o de sexos distintos, la amistad representa un grande bien para todos. Conduce a la comunión espiritual.

El esfuerzo de escuchar y participar en el sentido de la Iglesia sinodal, tanto a nivel local como universal, se enriquece con esta vivencia profunda de la castidad en todos los estilos de vida.

La valiosa y oportuna motivación de san Juan Pablo II: “La espiritualidad de comunión significa capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico. De este principio derivan con lógica apremiante algunas consecuencias en el modo de sentir y de obrar: Compartir las alegrías y los sufrimientos de los hermanos; intuir sus deseos y atender a sus necesidades; ofrecerles una verdadera y profunda amistad. Espiritualidad de comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios; es saber ‘dar espacio’ al hermano llevando mutuamente los unos las cargas de los otros. Sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de comunión”.
 



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