Testimonios

¿Qué piensa Dios de las guerras?

2023-02-23

Esta revelación de Jesús ocurrirá en el futuro, en “la guerra del gran...

Fuente: JW.org

Mucha gente piensa que para Dios las guerras están bien, pues en la antigüedad mandó a sus siervos a participar en algunas, como se puede confirmar en la Biblia. Pero, por otra parte, hay quienes saben que Jesucristo, el Hijo de Dios, enseñó a sus discípulos a amar a los enemigos (Mateo 5:43, 44). Llegan a la conclusión de que, en algún momento, Dios cambió su manera de pensar y que ahora condena las guerras.

Entonces, ¿aprueba Dios las guerras o no? 

Si las aprueba, ¿de qué lado está en los conflictos actuales? 

Conocer las respuestas a estas preguntas puede influir en lo que usted opine sobre las guerras. 

Por ejemplo, si supiera que Dios no solo las aprueba sino que en un conflicto en particular apoya al mismo bando que usted, seguramente opinaría que esa guerra está bien y que su bando tiene la victoria asegurada. Pero ¿y si se enterara de que Dios apoya al bando enemigo? 

¿Cambiaría la opinión que usted tiene de las guerras?

Ahora bien, hay algo más en juego. Saber lo que Dios piensa de las guerras puede cambiar lo que usted piense de Dios. ¿Por qué decimos esto? Si, al igual que tantos millones de personas, usted ha sufrido por culpa de las guerras, querrá saber si Dios ha tenido algo que ver, permitiendo y hasta fomentando el dolor que estas causan. O quizás se pregunte si acaso le importan las víctimas.

Le sorprenderá saber que lo que dice la Biblia no tiene nada que ver con estas ideas. Además, indica que Dios siempre ha tenido la misma opinión sobre este tema. Analicemos qué dicen las Escrituras sobre qué pensaba Dios de las guerras en la antigüedad y cuando Jesucristo estuvo en la Tierra. Este análisis nos ayudará a entender qué piensa Dios de los conflictos actuales y a saber si en el futuro seguirá habiendo guerras.

Dios y las guerras en la antigüedad

Las aguas del mar Rojo comienzan a caer sobre el faraón y su ejército

El pueblo estaba sufriendo. En muchas ocasiones le habían pedido a Dios que los ayudara; pero no recibieron respuesta, al menos, no de inmediato. El pueblo era Israel, la nación escogida por Dios en la antigüedad. Y el imponente Egipto era el opresor (Éxodo 1:13, 14). Los israelitas estuvieron años esperando a que Dios pusiera fin a la tiranía egipcia. Finalmente, llegó el momento en que Dios intervino (Éxodo 3:7-10). La Biblia dice que Dios mismo le hizo la guerra a Egipto. Atacó a la nación con 10 terribles plagas y destruyó al propio faraón y a su ejército en el mar Rojo (Salmo 136:15). Jehová demostró ser “un gran guerrero” a favor de su pueblo (Éxodo 15:3, 4).

El hecho de que Dios peleara contra los egipcios demuestra que no condena todas las guerras. También hubo ocasiones en que permitió que la nación de Israel luchara contra otras naciones. Por ejemplo, les mandó guerrear contra los cananeos, que eran extremadamente malvados (Deuteronomio 9:5; 20:17, 18). Al rey David le ordenó pelear contra los terribles filisteos y hasta le indicó la estrategia que debía seguir para conseguir la victoria (2 Samuel 5:17-25).

Esos relatos de la Biblia demuestran que cuando se oprimía o maltrataba a los israelitas, Dios aprobaba la guerra a fin de protegerlos y preservar la adoración verdadera. Pero hay que tener en cuenta tres elementos básicos con relación a las guerras autorizadas por Dios. ¿Cuáles son?

SOLO DIOS DECIDÍA QUIÉN IBA A LA GUERRA

En cierta ocasión, Dios les dijo a los israelitas: “No tendrán que pelear”. La razón fue que él mismo pelearía por ellos (2 Crónicas 20:17; 32:7, 8). Hizo eso muchas veces, como cuando guerreó contra los egipcios. Sin embargo, en otras ocasiones, Dios mandó a su pueblo pelear en batallas para conquistar la Tierra Prometida y defenderla (Deuteronomio 7:1, 2; Josué 10:40).

SOLO DIOS DECIDÍA CUÁNDO EMPEZABA LA GUERRA

Los siervos de Dios tenían que ser pacientes y esperar a que Dios diera la orden de pelear contra las naciones malvadas que los rodeaban. Hasta que no recibieran la orden, no podían ir a la batalla. Si lo hacían, perdían la protección divina. Es más, en la Biblia leemos que, cuando tenían el atrevimiento de ir a la guerra por su cuenta, el resultado era desastroso. (1)

Rahab y su familia delante de las ruinas de Jericó

Aunque Dios guerreó contra los pueblos de Canaán, les perdonó la vida a algunas personas, por ejemplo, a Rahab y a su familia

A DIOS NO LE GUSTA QUE NADIE MUERA

Jehová Dios es “la fuente de la vida” y el Creador de la humanidad (Salmo 36:9). Ama la vida y no desea que la gente muera. Por desgracia, hay personas que planifican cómo oprimir e incluso matar a otros (Salmo 37:12, 14). En ocasiones, Dios ha permitido algunas guerras para poner freno a la maldad. Sin embargo, durante todo el tiempo en el que mandó a los israelitas participar en guerras de ese tipo, él era misericordioso y paciente con los enemigos de Israel (Salmo 86:15). Una manera de demostrarlo fue que ordenó que, antes de que Israel le declarara la guerra a una ciudad, debía “anunciarle condiciones de paz” para que sus habitantes tuvieran la oportunidad de cambiar su conducta y así evitar la guerra (Deuteronomio 20:10-13). Estas palabras suyas lo confirman: “No quiero la muerte del malvado, sino que cambie de conducta y viva” (Ezequiel 33:11, 14-16, DHH). (2)

De lo anterior aprendemos que, en el pasado, Dios veía las guerras como un medio legítimo para acabar con la maldad y la opresión. Pero era Jehová Dios, y no los humanos, quien decidía con todo derecho cuándo se iría a la guerra y quién lo haría. Además, no peleó de forma cruel y sanguinaria, pues él odia la violencia (Salmo 11:5). Pero ¿cambió de opinión cuando su Hijo, Jesucristo, comenzó su ministerio en el primer siglo?

Dios y las guerras en el primer siglo

El pueblo estaba sufriendo. Al igual que sus antepasados, los judíos del siglo primero seguramente oraron mucho para pedirle a Dios que los liberara, en esta ocasión del yugo opresivo del Imperio romano. Entonces apareció Jesús, y algunos comenzaron a preguntarse si él sería el Mesías prometido. No sorprende que muchos esperaran que él “fuera el que estaba destinado a librar a Israel” del yugo romano (Lucas 24:21). Pero no solo no llegó esa liberación tan deseada, sino que en el año 70, los ejércitos romanos destruyeron Jerusalén y su templo.

¿Por qué no luchó por los judíos, como lo había hecho en el pasado? ¿O por qué no les permitió pelear para defenderse? ¿Había cambiado Dios su opinión sobre las guerras? 

No. Lo que había cambiado era la relación de los judíos con Dios, pues no habían aceptado que Jesucristo fuera el Mesías (Hechos 2:36). Como resultado, Dios los rechazó y dejaron de ser su pueblo escogido (Mateo 23:37, 38).

El pueblo judío y la Tierra Prometida dejaron de tener la protección divina. Por tanto, los judíos nunca más podrían entrar en una guerra diciendo que Dios estaba con ellos. Como predijo Jesús, la nación de Israel perdió el favor de Dios, y por eso dejó de recibir su apoyo. Ahora su favor lo tendría una nación de carácter espiritual, que la Biblia llama “el Israel de Dios” (Gálatas 6:16; Mateo 21:43). Un grupo de cristianos escogidos por Dios resultó ser el Israel de Dios. De ahí que en el siglo primero se les dijera: “Ahora son pueblo de Dios” (1 Pedro 2:9, 10).

Si los cristianos pasaron a ser el pueblo de Dios, ¿intervino para librarlos de la opresión romana y peleó por ellos? ¿Les permitió defenderse de sus opresores? No, no lo hizo. ¿Por qué? Como vimos en el artículo anterior, en lo relacionado con las guerras divinas, solo Dios decide cuándo se va a la guerra. En el primer siglo, Dios no peleó a favor de los cristianos ni los autorizó a pelear en ninguna guerra. Es evidente que ese no era el momento de Dios para acabar con la maldad y la opresión.

Aquellos primeros cristianos debían esperar con paciencia a que llegara el momento de Dios para actuar, así como habían tenido que esperar los siervos fieles de la antigüedad. Hasta que ese tiempo llegara, no tenían el permiso de Dios para iniciar ninguna guerra por su cuenta. Jesucristo fue muy claro al respecto; no animó a sus discípulos a participar en las guerras, sino todo lo contrario. Les dijo: “Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen” (Mateo 5:44). Cuando predijo que Jerusalén sería atacada por el ejército romano, Jesús les dijo que en lugar de luchar, huyeran, y así lo hicieron (Lucas 21:20, 21).

Además, el apóstol Pablo escribió: “No se venguen, [...] porque está escrito: ‘Mía es la venganza; yo pagaré, dice Jehová’” (Romanos 12:19). Pablo estaba haciendo referencia a lo que Dios había decretado siglos antes, como está registrado  en Levítico 19:18 y Deuteronomio 32:35. Ya vimos que Dios actuaba a favor de su pueblo de la antigüedad al ayudarlos en las guerras contra sus enemigos. El que Pablo repitiera esa idea demuestra que, en el primer siglo, Dios seguía pensando lo mismo de las guerras; es decir, las veía como un medio legítimo para defender a sus siervos y acabar con la maldad y la opresión. Tal y como había ocurrido en el pasado, Jehová decidiría cuándo habría una guerra y quién tomaría parte en ella.

Es evidente, entonces, que Dios no autorizó a los primeros cristianos a pelear. Y en la actualidad, ¿hay algún grupo en la Tierra que cuente con la bendición de Dios para ir a la guerra? ¿Ha llegado el momento de que Dios actúe a favor de sus siervos? ¿Qué piensa Dios de las guerras de hoy? El próximo artículo contesta estas preguntas.

Dios y las guerras en la actualidad

Hoy, muchas personas viven oprimidas. Piden a gritos que Dios las ayude; pero se preguntan si algún día escuchará sus ruegos. ¿Y qué hay de aquellos que recurren a la guerra para poner fin a la opresión? ¿Considera Dios que tienen razones válidas y les da su apoyo?

Jesús y sus ángeles cabalgando sobre caballos blancos en el Armagedón

El Armagedón será la guerra que acabe con todas las guerras

Dios ve el sufrimiento que hay en el mundo y hará algo al respecto (Salmo 72:13, 14). En la Biblia, Dios promete que traerá alivio a quienes “sufren la tribulación”. ¿Cuándo lo hará? “Al tiempo de la revelación del Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles [...], al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús.” (2 Tesalonicenses 1:7, 8.) Esta revelación de Jesús ocurrirá en el futuro, en “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso”, también llamada Armagedón (Revelación [Apocalipsis] 16:14, 16).

Cuando llegue ese día, Dios mandará, no a seres humanos, sino a su Hijo Jesucristo junto con criaturas espirituales para que guerreen contra los malvados. Esas fuerzas celestiales acabarán con la opresión (Isaías 11:4; Revelación 19:11-16).

De modo que Dios no ha cambiado su punto de vista sobre las guerras. Sigue considerándolas un medio legítimo para acabar con la opresión y la maldad. Y tal como en el pasado, solo él tiene el derecho a decidir cuándo empezar una guerra y quién participa en ella. Hemos visto que Dios ya  ha decidido acabar en el futuro con la maldad y defender a los oprimidos, y que su Hijo Jesucristo irá al frente de esa guerra. Esto significa que Dios no está de acuerdo con ninguna de las guerras de la actualidad, por más justa que parezca la causa.

Pongamos un ejemplo: imagínese a dos hermanos que empiezan a pelearse cuando su padre no está en casa. Dejan de pelear por un momento y lo llaman por teléfono. Uno de ellos dice que el otro empezó la pelea y el otro se queja de que su hermano lo trató mal. Ambos quieren que su padre les dé la razón. Pero, después de escuchar a los dos, les dice que dejen de pelearse y que esperen a que él regrese. Los hermanos obedecen por un tiempo, pero poco después vuelven a pelear. Cuando por fin llega el padre, se disgusta con los dos y los castiga por haberlo desobedecido.

Hoy, las naciones en conflicto a menudo le piden ayuda a Dios. Pero él no toma partido en ninguna de estas guerras. Incluso la Biblia dice: “No devuelvan mal por mal a nadie”, y añade: “No se venguen” (Romanos 12:17, 19). Es más, le ha hecho saber a la humanidad que debe esperar pacientemente a que él actúe, y eso ocurrirá en el Armagedón (Salmo 37:7). A él le desagrada que las naciones peleen entre sí; lo ve como un atrevimiento. Por eso, en el Armagedón mostrará su indignación y pondrá fin a las guerras en todo el mundo (Salmo 46:9; Isaías 34:2). En efecto, el Armagedón será la guerra que acabe con todas las guerras.

El fin de las guerras será una de las muchas bendiciones del Reino de Dios. Jesús habló de ese reino en esta famosa oración: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra” (Mateo 6:10). No solo acabará con las guerras, sino que eliminará su causa: la maldad (Salmo 37:9, 10, 14, 15). * No sorprende que los cristianos estemos impacientes por ver las bendiciones que traerá el Reino de Dios (2 Pedro 3:13).

Personas disfrutando de la vida en el Paraíso

¿Falta mucho para que el Reino de Dios acabe con todo el sufrimiento, la opresión y la maldad? 

Las profecías de la Biblia que vemos cumplirse hoy demuestran que estamos “en los últimos días” del mundo tal y como lo conocemos (2 Timoteo 3:1-5). * Pronto, mediante la guerra de Armagedón, el Reino de Dios pondrá fin a estos últimos días.

Ya vimos que quienes mueran en esta última guerra serán las personas que no obedezcan “las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús” (2 Tesalonicenses 1:8). Pero recuerde que a Dios no le gusta que nadie muera, ni siquiera los malvados (Ezequiel 33:11). Puesto que “no desea que ninguno sea destruido” en esta guerra final, su voluntad es que estas buenas noticias se prediquen “en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones” antes de que llegue el fin (2 Pedro 3:8, 9; Mateo 24:14; 1 Timoteo 2:3, 4). Sí, gracias a la predicación que los testigos de Jehová están haciendo por todo el mundo, las personas tienen la oportunidad de conocer a Dios, de obedecer las buenas nuevas del Señor Jesús y de vivir en un mundo sin guerras.

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* (1) Por ejemplo, en una ocasión, Dios les dijo que no atacaran a los amalequitas y a los cananeos, pero los israelitas no hicieron caso y sufrieron una gran derrota (Números 14:41-45). Muchos años después, el rey Josías se fue a una guerra sin el permiso de Dios, y su imprudencia le costó la vida (2 Crónicas 35:20-24).

* (2) Los israelitas no les anunciaban los términos para la paz a los pueblos de Canaán antes de guerrear con ellos. Los cananeos ya habían tenido cuatrocientos años para cambiar su manera de actuar. Cuando llegó el momento de iniciar la guerra, se había perdido toda esperanza de que, como grupo, dejaran de ser tan malvados (Génesis 15:13-16). Por eso debían ser destruidos por completo. Sin embargo, hubo cananeos que hicieron cambios y se les perdonó la vida (Josué 6:25; 9:3-27).



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