Vox Dei

«En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis»

2023-05-18

«Les aseguro que ustedes llorarán y se entristecerán, mientras el mundo se...

Evangelio, Juan 16, 16-20

«Estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en gozo»

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Dentro de poco tiempo ya no me verán; y dentro de otro poco me volverán a ver”. Algunos de sus discípulos se preguntaban unos a otros: “¿Qué querrá decir con eso de que: ‘Dentro de poco tiempo ya no me verán, y dentro de otro poco me volverán a ver’, y con eso de que: ‘Me voy al Padre’?” Y se decían: “¿Qué significa ese ‘un poco’? No entendemos lo que quiere decir”. Jesús comprendió que querían preguntarle algo y les dijo: “Están confundidos porque les he dicho: ‘Dentro de poco tiempo ya no me verán y dentro de otro poco me volverán a ver’. Les aseguro que ustedes llorarán y se entristecerán, mientras el mundo se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará en alegría”.

Reflexión

Miguel Damiani

En el diálogo entre Jesús y sus discípulos hay varios malos entendidos, de donde surgen dudas, temores y falta de confianza. Ocurre con ellos, como con nosotros, que no queremos oír ni entender lo que no nos gusta. Es como que se nos nubla la razón para entender lo que debía ser evidente para nosotros, dadas algunas referencias o datos que conocemos. Hay realidades de las que preferiríamos no saber y simplemente las ignoramos y luego resultan piezas claves para la comprensión de todo el panorama.

Lo que estamos tratando de desentrañar, resulta evidente en el caso de los discípulos, puesto que ellos presenciaron personalmente –nadie se los contó-, hechos extraordinarios realizados por Jesús desde el inicio. No fueron pocas las curaciones milagrosas, los demonios expulsados e incluso los muertos resucitados, para no hablar de calmar las olas o caminar sobre las aguas. ¿De cuántas cosas más serían testigos que no están escritas? Porque se entiende que no todo lo que vivieron pudieron escribirlo detalladamente en los Evangelios.

Queremos ver siempre las cosas a nuestro modo, según nuestro criterio, nuestra lógica y buen entender. A veces, y especialmente en lo más importante, nos falta la humildad necesaria para reconocernos limitados, dando crédito a otras explicaciones y especialmente si estas provienen de Dios. No es lógico ponerlas en duda. Lo aconsejable sería meditarlas, poner empeño en comprenderlas y por último, aceptar que no seremos capaces de comprenderlo todo hasta que no nos encontremos en presencia de Dios.

Entre tanto, hemos de obedecer los mandatos del Señor y pedir la Gracia del Espíritu Santo para que nos revele aquello que es posible y nos de obediencia absoluta y humilde en aquello que no está a nuestro alcance. Es que no podemos pretender comprenderlo todo para entonces acatar, pues de este modo no sería necesaria la fe a la que el Señor apela y se empeña en promover entre nosotros.

En verdad, en verdad les digo que llorarán y se lamentarán, y el mundo se alegrará. Estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en gozo.

Nos basta pensar muy poco en realidad para caer en cuenta en que hemos sido creados por Dios por amor. Creados, porque por más Big Bang que se pretenda como inicio del Universo conocido, si aplicamos nuestra lógica científica, alguien tuvo que estar tras aquel acontecimiento y es indudable que sea de este u otro modo inexplicable para nosotros, Dios estuvo allí.

Y, por amor, porque Dios no tenía por qué crearos y darnos la vida a cada uno de nosotros. Por más desgraciados que seamos, todos, en general, agradecemos el poder vivir. Siempre lo hemos considerado como un Don, como una Gracia que no escogimos tener, pero que una vez que la tenemos, la agradecemos y no la quisiéramos perder. Esto ocurre con cualquier ser humano normal. Descubre la belleza del mundo y de su propia vida y no encuentra más que agradecer, por lo que es o por lo que puede llegar a ser.

Tras esta obra está el Maestro, el Artífice del Universo, que lo hizo todo perfectamente, como lo confirman los estudios más exigentes. Y nos puso allí a nosotros, en el medio, para servirnos de todo valiéndonos de nuestra inteligencia, voluntad y libertad. Nos hizo distintos a todo cuanto fue creado, para dominarlo, haciendo el mejor uso posible de todo, con el propósito de alcanzar la perfección y la felicidad, cuidando de nosotros mismos y de la creación.

Por Jesucristo sabemos que Dios es nuestro Padre, es decir que habiéndonos creado, como hizo con el resto del Universo, nos distinguió, haciéndonos a Su Imagen y Semejanza, tal como leemos en el Libro del Génesis. Que siendo nuestro Padre, nos ama y quiere que seamos felices viviendo eternamente en el Reino de los Cielos. Que para eso nos ha creado. Por lo tanto, por más pequeños que nos descubramos en este gigantesco universo, Dios no solo se ha fijado en nosotros, sino que nos ha hecho Hijos Suyos, lo que evidentemente nos pone en otro plano.

Aun cuando nuestras vidas parecen efímeras, como las de todos los seres vivos de este mundo, las nuestras tienen un fin superior, no por mérito alguno nuestro, sino por Gracia de Dios, y este es alcanzar la Vida Eterna. Este es un propósito por el que podemos optar, dado que hemos sido creados libres, o desechar si así nos parece, lo que sin embargo sería un absurdo, porque la alternativa que estaríamos escogiendo es la mentira, la destrucción y la muerte.

Jesucristo ha venido a Salvarnos, ante la posibilidad, promovida activamente por el Demonio –el enemigo de Dios-, que elijamos precisamente a Satanás, disfrazado de Dinero, placeres, ambición, riquezas, distinciones y “buena vida”, porque este camino nos llevará a la muerte definitiva, lo que NO es Voluntad de Dios. Para eso no fuimos creados. Dios quiere que vivamos eternamente y seamos felices. ¡Ese es el Camino que nos muestra Jesucristo!

Jesucristo nos revela que el Camino es el amor: amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, sabiendo que solo se puede amar a Dios si nos amamos los unos a los otros. Ese es el Camino a la Vida Eterna; ese es el Camino a la felicidad. Ese es el propósito para el cual fuimos creados. Si le creemos a Dios, si le creemos a Jesucristo y por fe obedecemos ciegamente, seremos salvados.

De otro modo, si por soberbia, si por la pretensión de querer saberlo y comprenderlo todo, lo que no estará a nuestro alcance hasta que no nos encontremos definitivamente con Dios, nuestro Padre, decidimos hacer caso omiso a Sus mandatos y preferimos nuestro propio camino, que siendo distinto al de Dios será el del Demonio, nos perderemos irremediablemente y moriremos. Tenemos que decidir. ¡Dios o el Dinero! ¡La Vida o la Muerte! ¡El amor o el egoísmo! ¡La Verdad o la Mentira! Hagamos lo que Jesucristo nos manda y viviremos eternamente.

Lo que quiere decir que si en nuestras vidas nos esforzamos por preservar en nuestras mentes y corazones aquel fin último de la Vida Eterna, contenido en las promesas de nuestro Señor Jesucristo, tendremos otra visión de la vida, que nos llenará de esperanzas y nos mantendrá alegres aun en los peores momentos, porque comprenderemos que todo esto habrá de pasar y que finalmente prevalecerán las promesas del Señor, contra las que nada ni nadie podrán.

Padre Santo, danos la Gracia de creer y obedecer a Jesucristo que ha dado Su vida por Salvarnos del abismo de la muerte, enseñándonos a amarte a Ti, amar a nuestros hermanos y a hacer Tu Voluntad, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

En verdad, en verdad les digo que llorarán y se lamentarán, y el mundo se alegrará. Estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en gozo.



JMRS
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