Nacional - Política

El PRI y el juego de la supervivencia en el Estado de México

2023-05-22

Y para 2006, en la conclusión de otra carrera por la presidencia y pese a caer hasta el...

Elías Camhaji | El País

“Adiós al PRI”. Ese fue el titular en la primera página del periódico La Jornada el lunes 3 de julio de 2000. “Fox tira al PRI”, reseñaba Reforma, por su parte, apenas unas horas después del triunfo de Vicente Fox, el primer presidente que sacó al Partido Revolucionario Institucional de la residencia oficial de Los Pinos, tras un dominio político ininterrumpido de más de siete décadas. Milenio Diario hablaba tras la jornada electoral del “fin de la hegemonía”, así con el sujeto tácito, pero para el martes 4 de julio ya no se guardaba nada: “PRI: estalla la crisis”. La Crónica de Hoy ya lo había decretado antes: “Se acabó la era del PRI”.

Dulce María Sauri, la entonces dirigente nacional de la formación tricolor, recuerda todavía la noche en que se expidió el acta de defunción del partido político más dominante en la historia de México. “Nos mataron cuando perdimos la presidencia, todos nos daban por muertos”, cuenta Sauri, “decían que íbamos a explotar en mil pedazos”. La política, de 71 años y con más de cuatro décadas de militancia priista, sigue su relato de forma solemne y lanza metáforas mortuorias para romper con la tensión: “Pero como no nos morimos, nos dieron nueva fecha de caducidad: el 1 de diciembre”.

A pesar de todo, llegó la toma de posesión de Fox y el PRI seguía ahí. En las elecciones intermedias de 2003, se llevó la mayoría en la Cámara de Diputados. Y para 2006, en la conclusión de otra carrera por la presidencia y pese a caer hasta el tercer lugar, las voces que pronosticaban su deceso se mesuraron. “Ya no se dijo que íbamos a morir, solo se dijo que el PRI estaba lastimado”, recuerda Sauri. En 2012 volvieron a la presidencia, sin advertir que iban a ser arrollados por el actual partido en el Gobierno, Morena, en 2018. Ahora, 23 años después de la “primera muerte” del tricolor ha vuelto a sonar la marcha fúnebre. De hecho, se ha escuchado durante años.

Esta vez, sin embargo, es diferente. Porque aún en sus horas más bajas, casi al punto del desahucio, había mantenido zonas del país en que su poder era inexpugnable. En estos últimos años, los peores años, aquel mito se ha derrumbado y esos bastiones han caído poco a poco: Hidalgo, Oaxaca, Guerrero, Sinaloa, Campeche… Desde la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia, el PRI ha competido en 23 elecciones estatales para gobernador y ha ganado solo una: en Durango. Cuenta con los dedos de una mano los Congresos locales en los que es mayoría. Y dos de los tres Estados en donde todavía gobierna irán a las urnas en dos semanas: Coahuila y el Estado de México.

Envuelto en escándalos de corrupción, notoriamente fragmentado, lejos de sus bases, arrastrando los peores resultados de su historia y bajo el cuestionado liderazgo de Alejandro Alito Moreno, el antiguo partido hegemónico sale a defender dos feudos en los que nunca ha perdido. Parte como favorito en Coahuila, pero se mantiene abajo en las encuestas en tierras mexiquenses, la entidad con más votantes del país, más de 12,5 millones. Ahora, 23 años después de su derrota más amarga, la fuerza incombustible, la maquinaria de operar elecciones, el viejo partido del régimen se asoma una vez más al abismo. “El PRI se está jugando la vida en el Estado de México”, afirma el politólogo Enrique Gutiérrez, profesor de la Universidad Iberoamericana y de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Tiempo y forma

Gutiérrez sostiene que la cita del PRI con la historia llega en su peor momento. El partido pone en juego su principal bastión político a un año de las próximas elecciones presidenciales y recibió un voto de confianza de sus socios de la alianza opositora Va por México y antiguos enemigos, el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), para defenderlo. “De concretarse lo que adelantan las encuestas, va a ser un golpe bastante duro para el priismo a nivel nacional”, asegura el especialista.

Los efectos van desde los imponderables simbólicos hasta consecuencias bien tangibles: implica perder la antigua casa del grupo Atlacomulco, pero también miles de millones de pesos en presupuesto, millones de votos y cientos de kilómetros cuadrados del territorio que rodea a Ciudad de México, el centro neurálgico del poder en el país. Hay, incluso, un componente anímico. El PRI pone en la línea su prestigio y credibilidad frente a sus aliados opositores y de cara a su militancia, advierte Gutiérrez. “Para muchos analistas esta es la verdadera prueba de fuego para el priismo, no las elecciones presidenciales”, señala.

Sauri coincide en que la supervivencia del partido pasa por las elecciones de este año. “El triunfo no sería del PRI, sino de la coalición electoral, y es una prueba fundamental para evaluar si tiene posibilidades reales de enfrentar a la maquinaria oficialista de Morena” dice la política, que ha sido gobernadora, diputada y senadora, y ahora es una de las voces más críticas del liderazgo de Alito Moreno.

En el cálculo de Sauri, sin embargo, no se trata solo de ganar o perder. “Importan mucho las formas”, explica. Cuestionados sobre la elección del Estado de México, varios integrantes de Va por México hablan una y otra vez de la idea de tener una “elección competitiva”. Una derrota por una diferencia mínima, dice Sauri, mantiene la viabilidad de la coalición, pero un revés estrepitoso “tendría que verse y estudiarse con cuidado para analizar las fuentes de esa derrota”. “El resultado puede sacar al PRI de la sala de terapia intensiva y mandarlo a terapia media o puede mantenerlo bajo un pronóstico crítico”, asevera la exdirigente.

“Obviamente, si no tenemos éxito, va a haber muchas voces que cuestionen la viabilidad de la alianza, no solo dentro del PRI, sino también en otros partidos y en la sociedad civil”, reconoce Claudia Ruiz Massieu, senadora priista y aspirante a la presidencia en 2024. Ruiz Massieu, dirigente del PRI tras la debacle en julio de 2018 hasta agosto de 2019, se resiste a afirmar que el futuro del partido pasa por lo que suceda en el Estado de México y Coahuila. “De ninguna manera”, zanja la legisladora. “Estamos dando la pelea en el Estado de México, creo que Alejandra del Moral ha sido una gran candidata, ha repuntado y vamos a cerrar con muchas probabilidades de ganar”, afirma.

Elefantes en la habitación

La recta final de la campaña enfrenta dos narrativas irreconciliables. El equipo de Delfina Gómez, candidata de Morena y favorita en las encuestas, afirma que su triunfo es inevitable. “Ya se van”, ha repetido Gómez en más de una ocasión. El círculo de Del Moral, la abandera de Va por México, insiste en que ya acortó la distancia con su competidora y empuja desde hace días el discurso de que la elección está en “empate técnico”, a pesar de que los sondeos más halagüeños la ponen entre seis y cinco puntos por debajo. “Ya te alcancé y te voy a ganar”, dijo la aspirante priista en el debate electoral de esta semana.

Antes de las elecciones de este año, se han multiplicado las hipótesis sobre el declive del PRI, que hace menos de un lustro aún tenía la presidencia y gobernaba en la mayoría de los Estados. El ascenso de López Obrador y la puesta a punto de Morena como una aplanadora electoral choca con lo que Gutiérrez llama un “vaciamiento” de la oposición, es decir, la ausencia de un discurso atractivo para la población, de un proyecto claro para regresar a los primeros planos y de liderazgos conocidos. Están también las fracturas, que se han evidenciado en las Cámaras; la migración masiva a otras fuerzas, con candidatos que tenían décadas de militancia priista y hoy están con Morena, y las lealtades cuestionadas de exgobernadores que dieron un paso al costado y asumieron el exilio político aferrados a una embajada.

Sauri admite que los escándalos de corrupción de viejos miembros del efímero “nuevo PRI” pasaron factura, critica que la disciplina partidista ha relegado las voces críticas y señala que es urgente volver a trabajar en el territorio. Ruiz Massieu comenta que se ha postergado desde hace años un ejercicio de reflexión y transformación interna, para convencer a los militantes, pero sobre todo a una ciudadanía que es más exigente y que tiene sectores amplios que se han sentido “maltratados” durante el Gobierno de López Obrador.

En el terreno de lo inmediato, se ha hablado mucho de la ausencia del gobernador Alfredo del Mazo en la campaña de su instituto político, pero las claves parecen pasar más por encontrar a la estructura del PRI y echar a andar su operación territorial. “La gran incógnita es adónde se va a mover el voto duro del PRI, desde fuera, pareciera que esa gran maquinaria está muy ausente”, asevera Gutiérrez. “Lo que pase con esa base, por acción u omisión, será determinante y es uno de los grandes elefantes en la habitación”, agrega.

Se busca un culpable

Entre el pasado, el presente y el futuro, así como con diagnósticos y pronósticos divididos sobre la crisis del partido, el deslinde de responsabilidades ya ha alcanzado a los protagonistas. Sauri y Ruiz Massieu coinciden en que en una elección las miradas están puestas sobre la dirigencia. “A los dirigentes siempre nos toca asumir la responsabilidad política, pero el problema de fondo es mucho más complejo y va más allá de una, dos o diez personas”, comenta Ruiz Massieu. “La verdad es que en estos últimos cuatro años hay una persona con nombre y apellido que es el responsable”, dice Sauri sobre Alito, a quien crítica por su concentración de poder dentro del partido y permanencia al frente del tricolor hasta el próximo año. “No son buenas noticias para el PRI”, asegura.

Pero los tiempos políticos no dan espacio para encontrar una salida inmediata a la crisis y todo apunta a que se la van a tener que jugar con lo que tienen. En esa coyuntura, Del Moral ha intentado apretar en la recta final, con el peso de la historia sobre sus hombros, pero reconocida dentro de su partido por ganarse la confianza de las bases electorales del PAN y del PRD, por su trabajo de propuestas y por no dar su brazo a torcer, incluso llamando a los priistas a “hacer lo que tengan que hacer”. Gutiérrez anticipa que, pese a todo, el riesgo de que sea uno de los chivos expiatorios es latente. Todo sigue abierto hasta el 4 de junio, el día de la elección.

Rumbo a 2024, en la carrera por la sucesión presidencial más larga de la historia, Ruiz Massieu apela a la capacidad de adaptación del partido y a fortalecerse en el nuevo papel que le toca como miembro de la coalición electoral que busca desafiar a López Obrador, pero señala que es urgente definir los pasos a seguir. “Hay tiempo, pero nos urge una ruta clara”, señala la senadora, una de por lo menos cinco priistas que aspiran a la candidatura. “Esta elección es un termómetro muy importante”, agrega.

Sauri, veterana de mil batallas, se remite a la historia para encontrar explicaciones y nuevos ánimos. Recuerda que no fue fácil después del triunfo de Fox, pero que la militancia mexiquense sacó la casta para impulsar a Enrique Peña Nieto como gobernador en 2005. Dice que en 2011, cuando ganó Eruviel Ávila, “tampoco fue una elección fácil” ni tampoco cuando triunfó Del Mazo por un rango de 200,000 votos. “Tengo que reconocer que nunca la han tenido más difícil”, admite, finalmente. La exdirigente afirma que “no es optimista sobre el futuro inmediato” en lo que toca a los destinos del partido, pero pide paciencia hasta que destapen y se pongan todas las cartas sobre la mesa. “Al final, un día todos nos vamos a morir, tanto las personas como las instituciones, lo que no sabemos es cuándo”, dice minutos antes de colgar el teléfono.



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