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El mediterráneo necesita una revolución industrial 

2023-09-20

Es el momento de aunar esfuerzos y empoderar a las personas para que impulsen el cambio que...

Anwar Zibaoui | Política Exterior

La cuarta revolución industrial debe incorporar a los jóvenes, adaptar la educación al mercado laboral y consolidar los derechos de la mujer, aprovechando la regionalización como oportunidad.

A los tres años de la crisis del Covid-19, el mundo vive cambios nunca vistos en la historia. Nos enfrentamos a cuatro transformaciones disruptivas: una transición energética, de fósil a renovable; una transición tecnológica, de lo físico a lo digital; una transición económica, de Oeste a Este; y una transición demográfica, de naciones envejecidas a naciones jóvenes. Estos desafíos nos llevan a un futuro diferente, hacia una cuarta revolución industrial que configura ya la realidad de millones de personas, creando tanto oportunidades como amenazas para nuestras sociedades.

Sin duda, la forma de trabajar ha cambiado mucho desde la primera revolución industrial. Un proceso que nos llevó de las primeras fábricas a la producción en masa, luego a la automatización en las que las personas comparten el entorno de trabajo con robots. Y, por fin, a la digitalización en la que los espacios de trabajo consisten en redes completas donde humanos y máquinas interactúan y se complementan.

Esta cuarta revolución industrial no solo transforma la manera de trabajar, sino que conduce a nuevos productos, industrias y servicios. Los avances científicos, económicos, sociales y técnicos de la última década superan los avances de los últimos 100 años y, más aún, los logros de los últimos dos años superan a los de la última década. El ritmo futuro será aún más rápido y el escenario es emocionante.

La mayoría de nosotros estamos sintiendo ya los efectos de esta revolución caracterizada por el uso de enormes cantidades de datos para la toma de decisiones y la reducción de los costes. Una revolución que penetra en todas las facetas de nuestras vidas, desde el internet de las cosas hasta la inteligencia artificial (IA) y tantos otros avances. Para los individuos, empresas y sociedades, la clave está en actualizarse, subirse a bordo ahora y evitar tener que ponerse al día de forma traumática en el futuro, o quedar relegados.

Sin embargo, mientras la economía mundial navega ya por la ola de las nuevas tecnologías, muchos países mediterráneos siguen luchando por alcanzar niveles básicos de progreso al haber quedado al margen de estas revoluciones y del desarrollo industrial, científico y social. Esta debilidad se refleja en sus problemas para competir y resolver desafíos básicos.

Esta situación se puede compensar con el aumento de los flujos comerciales, las inversiones bidireccionales y la movilidad entre los países del norte, sur y este del Mediterráneo. Para los países que han sufrido múltiples crisis que han trastocado sus economías, es clave acelerar la integración regional para impulsar una recuperación sostenible.

La regionalización emerge como oportunidad

El Mediterráneo se enfrenta a diversos retos y precisamente su localización entre tres continentes puede ser su oportunidad para estar en el corazón de una cuarta revolución industrial. Hace falta una hoja de ruta que vincule proyectos a largo plazo capaces de asegurar el desarrollo de las nuevas tecnologías y los cambios económicos y sociales que provocan.

El momento es clave para la cooperación mediterránea ya que la regionalización emerge como oportunidad, y colaborar es más necesario que nunca.

La región debe y puede hacer un mejor uso de herramientas como la logística de manera que sea palanca de su desarrollo económico. En el Mediterráneo es fundamental conseguir infraestructuras de transporte adecuadas, modernas y bien gestionadas, y crear una cadena de suministro eficiente para facilitar el comercio y la competitividad. Así, la regionalización ofrece un gran conjunto de posibilidades.

La diversidad de nuestra región, los recursos y el talento mediterráneos sin fronteras crean valor. Tenemos un catalizador para el crecimiento y la integración, la creación de nuevas empresas y la internacionalización. El estilo mediterráneo siempre ha sido creativo, inclusivo y adaptable, con capacidad para sacar lo mejor de un entorno diverso.

Europa no está exenta de problemas, desde el desempleo al descenso de la natalidad o las crisis energéticas, económicas y políticas. La Unión Europea (UE) comenzó como una alianza económica hasta convertirse en una alianza democrática, con valores como el respeto a la dignidad humana, la libertad, las minorías…, que ha aportado prosperidad económica y estabilidad durante muchos años. Cooperar con sus vecinos del Sur es el paso natural.

La región mediterránea debe avanzar en la diversificación económica y evitar la excesiva dependencia del turismo. Las lecciones de la pandemia nos hablan de resiliencia y adaptación. Por lo que hay que tomar decisiones inteligentes, y las empresas y gobiernos deben comprender las opciones y los riesgos para elegir los proyectos que no obstaculicen el crecimiento económico futuro.

Una eventual integración atraería empresas internacionales y la creación de decenas de miles de puestos de trabajo en una zona donde el paro alcanza cifras preocupantes. Podría suponer para cada país de la región un aumento de las exportaciones del 1% al 3% del PIB anual. El impacto en ambas orillas del Mediterráneo es obvio.

Impulsar la co-industralización entre las economías mediterráneas y europeas

La pandemia de Covid-19 puso a prueba las débiles cadenas de suministro diseñadas solo en función del coste, sin valorar el resto de factores, como el diseño operativo, el desempeño, la tecnología, sin contar con todos los mercados o con la integración empresarial. Las empresas que habían organizado sus operaciones teniendo en cuenta los costes encontraron numerosos problemas que repercutieron en su cliente final. Ahora, para asegurar la competitividad, se puede recurrir a la costosa deslocalización, pero es mucho mejor planificar una diversificación regional.

La geografía acorta los circuitos logísticos entre la UE y África, se pueden reducir las barreras al comercio y desbloquear métodos de transporte más rápidos y rentables. Los bienes y servicios logísticos de extremo a extremo deben diseñarse para ayudar a garantizar que el bloque comercial regional cree entornos para que las empresas prosperen, con un profundo conocimiento de las regiones en las que operan. Son muchas las ventajas si se quieren asumir los retos: por ejemplo, el talento joven necesitado de salidas; o el coste de la mano de obra, que es superior al de Asia, pero sigue siendo muy ventajoso; o incluso reducir la huella de carbono o el potencial de la innovación científica y tecnológica.

Solo hay que enfrentarse a los retos de la deslocalización e impulsar el interés de la co-industrialización entre las diversas economías mediterráneas y europeas. Es frecuente pensar que entre el norte y el sur del Mediterráneo existe competencia, pero es un error. En un mundo globalizado en grandes bloques comerciales, hay que competir con otras regiones, especialmente con Asia. Por ello, hay que cambiar de visión.

La región mediterránea puede transformarse en un centro internacional para la fabricación y el ensamblaje desde el que acceder a África, Asia y Europa, e influir en los mercados mundiales. Es posible colocar a la región en la escena mundial, atraer más inversiones e incentivar muchos sectores industriales para ampliar su capacidad de producción. Hay que apostar por la eficiencia en las cadenas de suministro, como por ejemplo, desarrollar el coche eléctrico y sostenible, y aprovechar las oportunidades y la experiencia para enfrentarse a la competencia. La integración regional es el camino hacia la sostenibilidad y la supervivencia.

Como todas las revoluciones, el cambio histórico es inevitable, y exige un programa ambicioso de integración de las economías mediterráneas, su asociación con Europa y vinculación con África. Los desafíos reclaman la suma de compromisos que todos debemos asumir. Se dice que el Mediterráneo es un mar demasiado ancho para unirnos, pero demasiado estrecho para separarnos, especialmente porque en un mundo digital las distancias son relativas.

El futuro de Europa está entrelazado con la capacidad de desarrollo económico y social de los países del sur del Mediterráneo y de África. Es el momento de implicarse, repensar la relación e impulsar un proyecto común capaz de competir en el mundo de las grandes áreas geográficas económicas.

El Mediterráneo puede aportar las soluciones para que el futuro de Europa no dependa de los problemas de la geopolítica global. Tenemos que superar prejuicios y retos, crear riqueza y contribuir al bien común fortaleciendo el tejido social de manera sostenible y respetuosa con la dignidad humana y la naturaleza.

Durante mucho tiempo, las relaciones entre el Mediterráneo y Europa se han caracterizado por una relación beneficiario-donante. Ahora sería un error. En la carrera entre Estados Unidos y China, la UE solo encontrará su lugar si desplaza su atención hacia el Sur y replantea sus relaciones para trabajar en igualdad de condiciones, fomentando economías inclusivas, mayor bienestar social y aprovechando la digitalización, la economía verde y azul y las otras enseñanzas de la pandemia. Así desarrollará nuevos enfoques y abrirá nuevos horizontes.

Los países de la región con economías emergentes desean impulsar y acelerar este proceso. En este sentido, los gobiernos, las autoridades regionales o grandes fabricantes de tecnología globales están acelerando iniciativas de relocalización.

En este desafío es difícil prever el impacto en temas como el empleo. Pero una transición exitosa garantizaría la competitividad real de las empresas y la consolidación industrial de la región en el mundo. Hay que poner en marcha una verdadera revolución industrial con un nuevo modelo que debería aprovechar las energías verdes como fuente más sostenible y así evitar o reducir el cambio climático.

Adaptar el mercado laboral a la cuarta revolución industrial

El reto económico más inmediato en la región es la creación de suficientes empleos productivos y sostenibles para su juventud. La transición a la cuarta revolución industrial crea una necesidad urgente de educadores y empleadores. La tecnología está cambiando el mundo laboral. Adaptar la educación al mercado de trabajo es esencial para el crecimiento, la equidad y la estabilidad social. Muchos trabajos que estarán disponibles en 2023 todavía no se han inventado, y cada día nos sorprenden con nuevos usos de la tecnología.

Existe una clara correlación entre el nivel de ingresos de una economía y su capacidad para desarrollar y desplegar el capital humano. Se precisa una acción determinada de los gobiernos para lograr explotar el potencial humano. Si la región mediterránea se dota de las habilidades de la industria 4.0, las oportunidades de crecimiento son inmensas.

La cuarta revolución industrial no se detiene, y no es posible dejar el Mediterráneo atrás en su transformación industrial justo cuando están cambiando los modelos de las industrias tradicionales. A medida que Estados Unidos y Asia avanzan, Europa y el Mediterráneo necesitan forjar su propia identidad.

El mundo se hacía más pequeño y pensábamos que la globalización era el destino de la humanidad, pero esa certeza se ha puesto a prueba. Nuestro mundo globalizado está en proceso de extinción a favor de un modelo más cómodo y abarcable, más local y regional creado por tres transformaciones: la transformación industrial, con la entrada de la robótica y la tecnología en las fábricas, que ahora producen bajo demanda y a costes similares a los países emergentes; la transformación energética, con el auge de las fuentes de energía renovables locales; y la innovación de los recursos, cada vez más reutilizados y que ofrecen materias primas locales.

El cambio climático y la escasez de agua amplificarán el impacto de los diferentes conflictos, generando nuevos desafíos. Teniendo en cuenta que el 75% de los puestos de trabajo en el mundo dependen del agua, su escasez puede limitar el crecimiento económico. Esta situación exige medidas para ordenar su uso y conseguir la sostenibilidad de su enorme riqueza.

La industria debe reinventarse en toda la región con el uso de tecnologías vinculadas a la optimización de la información: objetos conectados, IA, Big Data, blockchain en la cadena de suministro… y evolucionar respetando los estándares medioambientales. Es clave coordinarse y adoptar objetivos comunes, con plazos y previsiones que impliquen a la sociedad civil, a los gobiernos y a los individuos, y los impulsen a remar en la misma dirección, por un futuro más sostenible. Los pactos son posibles y los cambios más profundos se consiguen implicando a todos los actores.

Apoyar a las mujeres y las pymes para contribuir al desarrollo económico

Este nuevo mundo tecnológico es atractivo para empoderar y dar autonomía a las mujeres, rompiendo los estereotipos de género y permitiendo que las emprendedoras aporten formas creativas de superar las obsoletas barreras culturales y dar valor a la economía. Es importante apoyar a las incubadoras y aceleradoras que ayudan a empresas dirigidas por mujeres, y darles oportunidades y un mejor acceso a la financiación.

Las desigualdades que afectan a las mujeres en el sector empresarial tienen raíces profundas que van desde factores culturales hasta el apoyo insuficiente ofrecido a las empresas lideradas por mujeres, la falta de marcos políticos que aborden la brecha de género y el reto de promover la conciliación familiar y laboral, entre otros. La integración de las mujeres en la economía en la región mediterránea, y el continente africano en general, sigue siendo una asignatura pendiente, a pesar de los progresos realizados en algunos países.

Los gobiernos deben promover más préstamos bancarios y microcréditos a los proyectos gestionados por mujeres para crear un sistema de apoyo completo ya que la mejora de la situación social, económica y de salud de la mujer es esencial para un futuro desarrollo sostenible de toda la región. Se ha demostrado que al empoderar a la mujer se influye en su entorno y se favorece a toda su comunidad, al ayudar a erradicar la pobreza y contribuir al crecimiento económico.

De manera similar, en esta nueva revolución industrial, las pymes deben ocupar un lugar central como principal motor económico y recibir el apoyo que reconozca su importancia y su impacto para crear riqueza. Es hora de pensar soluciones a la medida de las pymes. Los gobiernos tienen que ofrecer una plataforma que acoja e impulse la iniciativa emprendedora, así como una forma de estimular indirectamente el espíritu emprendedor al facilitar el proceso de creación de pymes.

Junto a las empresas informales, las pymes hoy representan el 90% del tejido empresarial, el 60% del PIB, y el 70% del empleo de la región. Son una parte fundamental de la economía en el Mediterráneo, pero ahora necesitan soluciones efectivas para los problemas endémicos que se manifiestan en cada crisis. Facilitar su acceso a fondos y servicios financieros contribuirá a la creación de riqueza. Un entorno de negocios transparente y eficaz y orientarlas hacia un futuro industrial digital permitirá su desarrollo sostenible.

Es imperativo facilitar la transformación de la región y consolidar su economía para su inclusión en la economía mundial. Las futuras relaciones entre ambas orillas deben evolucionar y las empresas europeas tienen que considerar la región no como un mercado de consumo o una fuente de materias primas, sino como una región complementaria que crea valor.

Este futuro más sostenible, basado en grandes áreas de producción regionales, redibuja el equilibrio económico y geopolítico de poder. Los datos están claros y proponen un cambio en los sistemas de producción y en los estilos de vida y consumo.

Muchos sectores industriales tienen su sitio en una región mediterránea integrada. Europa, la zona sur y oriental del Mediterráneo, y África subsahariana suman 1,800 millones de personas. Integrar las tres zonas es la solución obvia. En comparación, la población de todo el continente americano –América del Norte, Cenral y Sur–, es de 1,000 millones. La región mediterránea presenta además otras ventajas como las energías baratas, materias primas, mano de obra joven, se puede formar en las habilidades requeridas, y un gran mercado potencial de consumidores.

Es el momento de aunar esfuerzos y empoderar a las personas para que impulsen el cambio que favorece a todos, y así dar forma a un futuro de la economía mediterránea y global. El aumento de las desigualdades solo son una fuente continua de malestar, y el modelo económico actual precisa un impulso que incorpore a los jóvenes desilusionados con economía y la política, consolide la modernización de todos los países vecinos, actualice la educación para conectarla con las necesidades del futuro, y consolide los derechos de la mujer para ayudar a desarrollar su potencial en toda la región.

La gran energía de nuestro Mediterráneo es su gente: los jóvenes, las mujeres, nuestro capital humano. Una enorme energía para reconstruir la región. Nuestro ADN mediterráneo es rebelde, creativo, viajero, curioso. Es sinónimo de innovación. Nos ha permitido superar muchas crisis al reinventarse continuamente para inspirar y ofrecer un horizonte ambicioso lleno de posibilidades para crecer y emprender.

Ahora es el momento de volver la vista al Mediterráneo, de cooperar, intercambiar, participar y pensar en cómo colaborar para satisfacer necesidades. Esta es la base del comercio que el Mediterráneo lleva practicando desde hace miles de años. Porque en ningún lugar como en el Mediterráneo se escribe el futuro, se cruzan, no solo los caminos, sino también las oportunidades y los talentos. En ningún lugar como en el Mediterráneo se atesora experiencia de progreso y colaboración y la capacidad de hacer de cada reto y cada aparente contradicción una oportunidad.



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