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Estados Unidos en transición: Trump y Biden, dos estrategias políticas, una superpotencia
Peter Baker / NYT
Mientras el presidente Biden negocia un alto al fuego en Líbano, el presidente electo Donald Trump dirige su propia política exterior sin esperar a juramentarse en el cargo.
El viejo adagio sobre el período entre una elección y una toma de posesión es que solo hay un presidente a la vez. Sin embargo, no todo el mundo se ha enterado de eso.
Mientras un presidente, el que aún vive en la Casa Blanca, asiste a las cumbres internacionales y negocia un alto el fuego en Medio Oriente para culminar su mandato, otro, el que aún no ha tomado posesión, está ocupado dirigiendo su propia política exterior desde su mansión de Florida.
Sin esperar a juramentarse en el cargo, el presidente electo Donald Trump declaró esta semana una guerra comercial al anunciar que impondría aranceles a los aliados de Estados Unidos, Canadá y México, así como a su rival China, en el primer día de su gobierno. Al día siguiente, el presidente Joe Biden entró al Jardín de las Rosas para anunciar un acuerdo para poner fin a más de un año de enfrentamientos entre Israel y Hizbulá.
Así es Estados Unidos en tiempos de transición, haciendo la paz y declarando la guerra, todo en el mismo ciclo de noticias de 24 horas: dos presidentes dirigiendo el país en dos direcciones diferentes, uno oficialmente, el otro extraoficialmente; uno representando el pasado y el presente, el otro el futuro. Los líderes extranjeros, desconcertados y quizá un poco confundidos, se ven obligados a calcular si tiene sentido intentar hacer algo con el líder saliente o prepararse para la realidad de su sucesor.
“Las transiciones siempre originan un cambio de impulso hacia el nuevo equipo, pero esta vez parece más pronunciado que cualquier otra transición de la que se tenga memoria”, dijo Suzanne Maloney, directora del programa de política exterior de Brookings Institution de Washington y antigua asesora del Departamento de Estado.
“En las capitales de todo el mundo, los líderes intentan aprovechar el momento para tratar de ganarse el favor del propio Trump cuando todavía se puede influir en su agenda”, añadió. Y el “círculo íntimo de Trump desprecia los protocolos tradicionales de Washington que podrían sugerir cierta discreción durante la transición”.
Las amenazas arancelarias pueden ser simplemente una posición de negociación inicial en la que Trump busca influenciar para obligar a los socios comerciales a detener el flujo de migrantes y drogas, pero subrayan lo mucho que ha cambiado desde las elecciones. Antes de la llegada de Trump al escenario político, los presidentes de ambos partidos habían pasado décadas derribando barreras comerciales, pero el presidente electo ha dejado claro que pretende volver a levantarlas.
Al apuntar a Canadá, México y China, Trump eligió a los tres principales socios comerciales de Estados Unidos, lo que indica un nuevo período de fricción que contrasta con los esfuerzos de Biden durante los últimos cuatro años para lograr una mejor relación. Los anuncios agitaron rápidamente las proyecciones económicas en todo el hemisferio y al otro lado del océano, obligando a las capitales extranjeras a considerar si negociar o tomar represalias.
Las consecuencias podrían ser enormes. Los aranceles son esencialmente impuestos sobre los bienes importados y se trasladarán en gran medida a los consumidores. Así que si Trump sigue adelante —y es posible que se trate principalmente de una estrategia para obligar a los socios comerciales a llegar a un compromiso—, los estadounidenses que aún están afectados por la inflación del mandato de Biden podrían enfrentarse a una nueva ronda de inflación durante la gestión de Trump.
Daniel M. Price, quien fue asesor de economía internacional del presidente George W. Bush, dijo que Trump parecía estar utilizando las amenazas arancelarias para obtener concesiones. “Esto no es una sorpresa, ya que es lo que dijo en la campaña electoral”, dijo Price. “Está buscando ofertas de apaciguamiento de sus objetivos para mitigar cualquier arancel”.
Miriam Sapiro, representante comercial estadounidense en funciones bajo la presidencia de Barack Obama, dijo que Trump tenía un incentivo para no esperar hasta su investidura. La victoria electoral de Trump por un estrecho margen de 1,6 puntos porcentuales y sin apenas repercusiones, sugiere que los republicanos corren el riesgo de perder una o ambas cámaras en las elecciones de mitad de período, si nos basamos en los precedentes históricos.
“Es inusual, pero no sorprendente, que Trump quiera actuar rápido porque no puede volver a postularse y solo tendrá dos años de poder real si los republicanos pierden el control del Congreso en 2026”, dijo Sapiro, quien ahora trabaja en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington. “Pero anunciar con anticipación lo que pretende hacer cuando asuma el cargo les da a otros países, así como a las empresas estadounidenses y extranjeras, más tiempo para organizar sus movimientos”.
Trump no limita sus relaciones internacionales, previas a la investidura, a la economía. Autorizó a su patrocinador financiero multimillonario Elon Musk a entablar conversaciones con Irán, pasando por alto al actual gobierno, que se esfuerza por gestionar un precario acercamiento entre la república islámica e Israel. Trump se ha comprometido a poner fin a la guerra de Rusia en Ucrania antes de la toma de posesión, una tarea que, según afirma sin pudor ni explicaciones, le llevará apenas 24 horas cuando lo consiga. Según una fuente, incluso ha mantenido una conversación telefónica con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, aunque el Kremlin lo ha negado.
El representante republicano por Florida Michael Waltz, elegido para ser asesor de seguridad nacional de Trump, insistió en que el nuevo presidente no estaba tratando de trabajar en conflicto con el actual, señalando que se ha reunido con Jake Sullivan, el asesor de seguridad nacional de Biden.
“Jake Sullivan y yo hemos mantenido conversaciones. Nos hemos reunido”, dijo Waltz en el programa Fox News Sundaydurante el fin de semana. “Para nuestros adversarios que piensan que este es un momento de oportunidad en el que pueden enfrentar a un gobierno con el otro, se equivocan y estamos mano a mano. Somos un solo equipo de Estados Unidos en esta transición”.
Pero ese momento de solidaridad bipartidista no duró mucho. En cuanto Biden anunció el alto el fuego en el que medió tras meses de laboriosas negociaciones, Waltz trató de atribuirle el mérito a Trump, quien no tuvo nada que ver en las conversaciones.
“Todo el mundo se sienta a la mesa gracias al presidente Trump”, escribió Waltz en las redes sociales. “Su rotunda victoria envió un mensaje claro al resto del mundo de que no se tolerará el caos. Me alegra ver pasos concretos hacia la desescalada en Medio Oriente”.
De hecho, los equipos de Biden y Trump solo han tenido consultas superficiales desde las elecciones porque el presidente electo se negó durante semanas a firmar memorandos de entendimiento sobre cómo gestionar la transición con el gobierno federal. En parte debido a eso, el secretario de Estado, Antony J. Blinken, había hablado con el senador Marco Rubio, republicano por Florida, pero no había podido reunirse en persona.
Amos Hochstein, el enviado de Biden para negociar la paz en Medio Oriente, informó a los asesores de Trump sobre sus conversaciones para poner fin a los combates en Líbano poco después de las elecciones del 5 de noviembre y de nuevo esta semana, cuando el acuerdo era inminente. Salió convencido de que el equipo de Trump apoyaba el enfoque del gobierno de Biden, aunque solo fuera porque beneficiaría a Israel, según un alto funcionario del gobierno que insistió en mantener el anonimato para poder hablar de las conversaciones entre ambos bandos.
Biden aún espera utilizar el tiempo que le queda en el cargo para mediar en un alto el fuego similar entre Israel y Hamás en Gaza. Si eso funciona, aún alberga el sueño improbable de sellar un acuerdo largamente buscado con Arabia Saudita para normalizar las relaciones con Israel, lo que transformaría la región. Pero el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, puede llegar a la conclusión de que le conviene esperar a que Trump consiga un mejor acuerdo.
El martes, la oficina de Trump firmó finalmente el martes un memorando de cooperación para la transición con la Casa Blanca, abriendo la puerta a una mayor cooperación entre ambos equipos. Pero aún no ha firmado un pacto de este tipo con el Departamento de Justicia que permita al FBI hacer autorizaciones de seguridad, lo que significa que el equipo de Biden no puede compartir información clasificada con muchos de los asesores de Trump.
Los esfuerzos de Trump por empezar a remodelar la política de Estados Unidos hacia el resto del mundo han suscitado dudas sobre sus intenciones y la corrección de algunas de sus acciones. Musk, la persona más rica del mundo, en particular, ha estado en el centro de algunos de los acercamientos.
Musk se reunió este mes con el embajador de Irán ante las Naciones Unidas para hablar de cómo aliviar las tensiones entre ambos países. En otra ocasión, durante una conversación con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, Trump le pasó el teléfono a Musk, de cuya red de satélites depende Ucrania para sus esfuerzos por hacer retroceder a los invasores rusos.
Este es el tipo de comunicación que enfureció a Trump cuando la situación era a la inversa. Después de que John Kerry, secretario de Estado durante el gobierno de Obama, se reuniera con funcionarios iraníes durante el gobierno de Trump, Trump calificó el asunto como interferencia escandalosa en su política exterior y presionó repetidamente al fiscal general William Barr y a otros para que procesaran a Kerry. La Ley Logan de 1799 prohíbe a los ciudadanos privados dirigir la política exterior estadounidense, pero nunca se ha procesado con éxito a nadie en virtud de esta ley.
Por supuesto, Trump no es un ciudadano común y corriente. Los votantes lo eligieron para dirigir la política exterior durante los próximos cuatro años, así que si decide ponerse manos a la obra antes de su toma de posesión, es difícil que Biden se oponga.
“No se puede detener”, dijo John Bolton, quien fue asesor de seguridad nacional de Trump y más tarde se convirtió en un crítico declarado. “Si está hablando de lo que pasará después del 20 de enero, está en su perfecto derecho de hacerlo. En una transición responsable, si se produjo una llamada con Putin, se lo dices al Gobierno existente. Pero no tenemos una transición responsable”.
Eso plantea una pregunta interesante. ¿Trump tuvo una llamada con Putin? The Washington Post informó que ambos hablaron dos días después de las elecciones y que Trump advirtió al líder ruso que no intensificara la guerra en Ucrania. Pero el portavoz de Putin dijo que ambos no conversaron, y la oficina de Trump no ha confirmado ni desmentido la llamada. Eric Trump, uno de los hijos del presidente electo, dijo a un entrevistador británico la semana pasada: “No creo que haya hablado con él todavía”.
La idea de que el presidente electo hablara con uno de los principales adversarios de Estados Unidos en medio de una guerra que enfrenta a ambos bandos en Ucrania sería sorprendente. Pero las agencias de inteligencia estadounidenses, que rastrean las comunicaciones de Putin lo mejor que pueden, han dicho a los funcionarios del gobierno de Biden que no tienen indicios de que Trump haya hablado con el líder ruso.
Los altos funcionarios del gobierno de Biden no están seguros de qué pensar. Algunos funcionarios suponen que no hubo llamada porque no habría razón para que el Kremlin negara algo que en teoría era verificable. Pero otros funcionarios dijeron que suponían que la afirmación era cierta y que ambos habían hablado, aunque no tuvieran pruebas.
Lo que es notable es que quienes actualmente dirigen el gobierno de Estados Unidos no saben con certeza si Biden ha autorizado a los ucranianos a disparar misiles estadounidenses de largo alcance contra objetivos en el interior de Rusia. Cualquier acuerdo que Trump pudiera estar haciendo con Putin sería muy relevante para la conducción de la guerra por parte de Biden.
Asimismo, funcionarios estadounidenses dijeron que no sabían si Trump y Putin habían hablado desde que Trump dejó el cargo en 2021. El periodista Bob Woodward informó en War, su libro más reciente, que ambos habían hablado hasta en siete ocasiones, pero de nuevo el Kremlin lo negó y Trump ha declinado confirmarlo o desmentirlo.
Bolton, por su parte, ha llegado a la conclusión de que Trump y Putin probablemente no han hablado desde las elecciones, argumentando que los rusos no lo habrían negado si lo hubieran hecho. En cambio, sospecha que Trump se inventó la llamada telefónica para parecer fuerte.
“Trump tiene una manera de inventar conversaciones”, dijo Bolton. “Es posible que le haya comentado a la gente que tuvo una conversación con Putin y le dijo: ‘No te atrevas a hacer nada en Ucrania’, para demostrar lo duro que es. Y luego dirá: ‘No se lo digas a nadie’. Pero más tarde se sabe”.
Por descabellado que parezca, dijo Bolton, así es como opera Trump.
“Esta es una situación en la que los líderes de las dos mayores potencias nucleares del mundo están en aparente desacuerdo sobre si tuvieron una llamada telefónica entre ellos”, dijo. “Eso no tiene buena pinta”.
JMRS
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