Diagnóstico Político

Fallas de la inteligencia militar

2007-07-20

Durante la administración de Ernesto Zedillo, el Ejército mexicano realizó el...

Jorge Luis Sierra. El Universal

La Secretaría de la Defensa Na-cional cuenta con 272 efectivos en la sección segunda de inteligencia militar. El número sería poco significativo si lo comparamos con los servicios de inteligencia militar de ejércitos más numerosos, pero una sección segunda de esa magnitud tendría que ser suficiente para prevenir un atentado como el realizado a las instalaciones petroleras mexicanas.

El caso es que no lo fue, y si el Ejército se enteró antes, hasta ahora no hay evidencias de que se haya ocupado de alertar a las autoridades civiles.

La ocurrencia de los atentados a los ductos petroleros de Guanajuato y Querétaro es apenas una muestra del desarreglo de los sistemas de inteligencia mexicanos que, a pesar de su antigüedad e intentos de modernización, resultan incapaces de prevenir acciones de sabotaje o propaganda armada.

La experiencia de los últimos 15 años indica la existencia de un sistema desarticulado de inteligencia donde prevalecen métodos rudimentarios de operación de la inteligencia militar, la falta de un sistema de comunicación eficiente entre los servicios civiles y militares de inteligencia, así como la carencia de una visión estratégica en los equipos de interpretación y formulación de políticas del gobierno federal.

Esta incapacidad impidió ver que —después de la violencia social en Oaxaca y tras la presunta desaparición forzada de dos líderes eperristas— los bombazos, característicos de los grupos originales del EPR como la Unión del Pueblo o el Procup, podrían ser inminentes.

La doctrina principal del gobierno mexicano, anclada en la experiencia contrainsurgente que se desarrolló desde los años 60, consideraba a los grupos armados como la expresión de una ultra-izquierda aislada, sin apoyo popular ni fuerza real para enfrentar al Ejército. El gobierno creía que los grupos armados eran fácilmente aniquilables y suponía que su crecimien-to podía ser controlado y usado como medio para la detección temprana de otras agrupaciones armadas.

En un documento de 1994, la Agencia de Inteligencia Militar de Estados Unidos (DIA) afirmaba que las capacidades de inteligencia del Ejército eran rudimentarias y estaban concentradas principalmente en la recolección de datos de grupos políticos y organizaciones criminales. Los comandantes de zona obtenían datos de inteligencia a través de pelotones de información, partidas militares y pelotones de defensa rural, integrados por campesinos armados y controlados por el Ejército. La información era enviada a la sección segunda del Estado Mayor de la Defensa Nacional para su interpretación.

La inteligencia externa se limitaba, según el documento estadounidense, a vigilar la actividad de diplomáticos y embajadas extranjeras, principalmente las de Estados Unidos y Cuba. La DIA consideraba también que no había un desarrollo suficiente de los sistemas de contrainteligencia militar en México, puesto que la mayor parte de las operaciones extranjeras de espionaje en el país estaba dirigida a analizar las capacidades del Ejército de Estados Unidos.

Durante la administración de Ernesto Zedillo, el Ejército mexicano realizó el análisis de sus capacidades y reconoció que sus sistemas de información y de recolección de inteligencia eran inadecuados. La Secretaría de la Defensa Nacional empezó entonces en 1995 un proceso de profesionalización de su servicio de inteligencia, creó una Escuela de Inteligencia Militar, puso a la Dirección de Comunicación Social bajo el mando de los jefes de la sección segunda del Estado Mayor de la Defensa Nacional y dispuso el entrenamiento de todas las tropas del Ejército en patrullaje en áreas de conflicto, búsqueda de información sobre "grupos transgresores" y operaciones en casos de enfrentamiento.

El presidente Vicente Fox realizó un intento débil y al final fallido para establecer un sistema de coordinación nacional de los servicios de inteligencia. La idea era que el Cisen, especializado en inteligencia urbana, y el Ejército, experto en inteligencia rural, podrían coordinarse para mejorar la calidad de la información que llegara a la Presidencia de la República.

Antes de la desaparición de la figura del consejero de seguridad nacional y coordinador del Gabinete de Orden y Respeto que recayó en Adolfo Aguilar Zinser, el gobierno de Fox logró establecer un contacto con el mando estratégico del EPR y lo conminó a suspender toda actividad armada antes de que el gobierno de Estados Unidos, en el contexto post 11 de Septiembre, considerara a ese grupo armado como parte del espectro de las amenazas terroristas y le dedicara recursos específicos para combatirlo.

La tregua, aunque precaria, habría funcionado hasta los ataques recientes a los ductos petroleros de Guanajuato y Querétaro. Entre 2001 y 2007, algunos grupos que supuestamente se habían desprendido del EPR se adjudicaron varias operaciones de propaganda armada. Sin embargo, el mando estratégico de esta organización se abstuvo de operaciones armadas de gran envergadura, intentó sumergirse de nuevo en la clandestinidad y reconstruir desde ahí sus células y lo que quedaba de sus bases sociales de apoyo en Oaxaca y otros estados de la República.

La presunta desaparición de dos de sus cuadros más importantes podría implicar una nueva etapa en las movilizaciones del EPR. El gobierno de Felipe Calderón parece apostar a que el EPR seguirá aislado, sin posibilidades de desarrollar su estrategia de guerra popular prolongada, ni de evitar una ofensiva militar.

Podría ser, pero eso no evitaría que un grupo como el EPR, acosado y diezmado por las fuerzas gubernamentales, recurriera a las tácticas contemporáneas de guerra asimétrica y optara por el terrorismo.

Hasta ahora, no hay evidencia de ningún plan de gobierno para resolver los viejos problemas sociales, políticos y económicos del país que facilitan el surgimiento y la actividad de grupos armados. Desde un punto de vista estratégico, resolver esas carencias nacionales sería la tarea principal de los centros de inteligencia civil y militar, y de las entidades de gobierno encargadas del desarrollo social.

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Especialista en temas de seguridad y fuerzas armadas



AAG

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