Diagnóstico Político

Ye Gon y Oaxaca: fragilidad en Los Pinos

2007-07-27

Está, en primer lugar, el caso del escándalo provocado por el presunto...

Editorial de la Revista Siempre

En el tablero del ajedrez de la política nacional ocurren acontecimientos que pondrán a prueba la capacidad del gobierno del presidente Felipe Calderón para procesar los conflictos políticos y sociales.
 
Está, en primer lugar, el caso del escándalo provocado por el presunto narcotraficante, el sino-mexicano Zhenli Ye Gon, un escándalo con tintes de litigio mediático que ha tomado por sorpresa al Presidente y a su gabinete.
 
Lo que era un éxito en la lucha contra el crimen organizado del narcotráfico, la detención de una banda que proveía de ingredientes a la mafia productora de metanfetaminas —la droga favorita de las juventudes norteamericanas y europeas—, se ha convertido en una pesadilla política para el gobierno calderonista.
 
El litigio mediático armado por los abogados norteamericanos de Zhenli Ye Gon ha mostrado no sólo la fragilidad de un gobierno que aún no se consolida, también la irresponsable laxitud del gobierno anterior, durante el cual se apostó todo al culto a la personalidad de Vicente Fox.
 
Ha quedado en evidencia la impulsividad prevaleciente en Los Pinos y la carencia de la frialdad que debe caracterizar a los hombres de Estado, para tener la lucidez de informarse, evaluar y actuar de acuerdo a una estrategia diseñada de antemano.
 
No se respetaron las reglas más elementales del manejo de crisis. Las garrafales fallas de comunicación han contribuido a crear entre la población una gran confusión. Confusión respecto al origen del dinero, confusión respecto a las relaciones del sino-mexicano y confusión acerca de que se litiga en realidad ante los tribunales mexicanos.
 
El litigio mediático no ha tenido impacto en el ámbito internacional, como querían los abogados norteamericanos de Zhenli Ye Gon, pero sí ha provocado un terremoto en la sociedad mexicana.
 
Ha caído la desinformación en terreno fértil en una sociedad a la cual, con perversa meticulosidad, un sector de la sociedad política ha contaminado con mensajes llenos de rencor, en una descarada explotación del resentimiento y la frustración que en tantos provocó la derrota en la elección presidencial de aquel a quien muchos veían como seguro ganador.
 
Hay desinformación, es cierto, pero tampoco nos dicen nada nuevo. No es nuevo que haya funcionarios aduanales que se corrompen, o funcionarios del sector salud que protegen a presuntas empresas farmacéuticas. O las extorsiones de policías mexicanos a presuntos delincuentes.
 
Pero la desinformación sólo se combate con hechos bien explicados, con mensajes unificados y estructurados para dar información exacta y veraz, no con explosiones de malos humores.
 
Las sospechas y los rumores malintencionados sólo se disiparán cuando se haya realizado una investigación exhaustiva y enérgica. Cuando hayan sido encarcelados todos aquellos que desde las filas del gobierno favorecieron o protegieron a Zhenli Ye Gon.
 
Mientras, tienen un problema político mayor en las manos. Igual que problema mayor es el conflicto oaxaqueño, tan vinculado al renacido EPR, un problema que el gobierno calderonista se niega a reconocer como tal.
 
En el caso del sino-mexicano hubo omisiones y corrupción, no detectadas por el desmantelamiento a que fueron sometidos los organismos de inteligencia durante el dislocado sexenio foxista, desmantelamiento que ha tenido su triste resultado con las fallas para detectar el creciente radicalismo que pervirtió el movimiento magisterial de Oaxaca desde hace más de un año. Fallas para detectar la infiltración del EPR en la APPO y la Sección 22 del magisterio.

Es un problema político mayor, porque con la complicidad de los nostálgicos del guevarismo y del maoísmo de los años sesenta, se fortalece un movimiento político que es algo más que una disputa por el poder regional. Es el intento de imponer una visión política trasnochada no sólo a Oaxaca, sino a todo el sureste y luego a toda la República.
 
El problema político que representan Oaxaca, la APPO y el EPR, no puede ser descartado como un simple problema local, como lo ha dicho el secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña.
 
La táctica es clara en Oaxaca: hay que dañar la economía hasta llevar a la gente a la desesperación, con la esperanza de que la desesperación la lleve a la insurrección.
 
Oaxaca es una entidad que se pudre económica y socialmente. Es un problema nacional, es un problema federal, ya es un problema de seguridad. Y, por supuesto, el otro problema político mayor.
 
Ambos casos, el del escándalo del sino-mexicano y el renovado conflicto oaxaqueño han mostrado la humana fragilidad de los hombres de Los Pinos.

Están a tiempo de reconocer que si bien cuando se está en el poder se lidia con realidades, no puede haber demasiadas ilusiones, pero también se lidia con percepciones.
 
En el caso del escándalo del sino-mexicano y en el caso del conflicto oaxaqueño, la percepción es de un gobierno confundido y medroso.
 
Pero la realidad y las percepciones se cambian cuando se actúa con energía para cambiar las circunstancias.
 
Enfrenta ahora el gobierno de Calderón crisis muy graves. Para resolverlas primero debe reconocer su existencia, para convertirlas en oportunidades de modificar la realidad.
 
Los conflictos políticos y sociales sólo se procesan con acciones políticas. Tienen que olvidarse los prejuicios ideológicos y los sesgos partidistas para tener éxito. Y para dejar alguna huella en la historia.
 
Seis años pueden parecer pocos para dejar huella en la historia, por eso la impaciencia de ahora y de tantos que les precedieron.
 
Vale bien recordar que se deja una huella más profunda cuando no importa si se pasa a la historia.



EEM

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