Diagnóstico Político

PRD: el suicidio

2007-08-30

La sociedad fue testigo de una militancia vociferante que ha hecho de la intolerancia y el...

Editorial de la Revista "Siempre"

Después de ver, leer y escuchar lo que sucedió en el Congreso del Partido de la Revolución Democrática (PRD), puede afirmarse que la izquierda mexicana, cuando menos esa izquierda, decidió suicidarse.
 
La sociedad fue testigo de una militancia vociferante que ha hecho de la intolerancia y el fundamentalismo una vocación que ejerce no sólo en contra de sus adversarios, sino en contra de sí misma. El desbordamiento de sus pasiones y su fanática irreductibilidad la ha metamorfoseado en una peligrosa autodepredadora, en una practicante del canibalismo político ejercido contra sus propios miembros, estructura, principios e ideología.
 
El caudillaje tiránico de Andrés Manuel López Obrador logró que el PRD hiciera implosión. La orden fue contundente: insistir en la ilegitimidad de Felipe Calderón para sabotear el Informe Presidencial. La línea llevó a su partido no sólo a la división, sino a un debate inútil que nada aportó a la democracia mexicana.
 
Peor aún, lo llevó a un escenario esquizofrénico donde se daba por hecho una presidencia legítima que no existe y un poder "espurio" con el que, a final de cuentas, los perredistas tratan, negocian, acuerdan y conviven.

El Congreso del PRD representó, por lo tanto, un desperdicio. La lucha por la justicia social no necesita de una izquierda sólo preocupada por arrojar incienso a un Nerón, que insiste en incendiar el país para ver su rostro reflejado en las llamas.
 
Si antes le sirvió, hoy ya no le es útil a la sociedad ese estilo melodramático que utiliza las cámaras de televisión de San Lázaro, para dar cada 1 de septiembre un espectáculo circense agotado, que ya hartó a los mexicanos.
 
Los últimos resultados electorales demuestran cómo el PRD ha perdido simpatía y cómo los ciudadanos se identifican cada vez menos con un partido violento, cuyos métodos no han servido para reducir la pobreza.
 
El Congreso Nacional Extraordinario perredista se convirtió en una exhibición de contradicciones y pequeñeces. Daba pena ver cómo muchos socialistas que fundaron ese partido político, para combatir la corrupción, el autoritarismo y la demagogia, engolaban la voz, doblaban la cintura y apresuraban su aparición en tribuna para rendir pleitesía al Mesías.

Al país le quedó claro, por lo tanto, que no sólo no ha nacido la izquierda que necesita, sino que la que intentaba nacer se mató a sí misma. López Obrador la mató. Esa es su obra. Lo urgente es una que pueda sustituir el chantaje, el insulto, la satanización, la vulgaridad, la violencia y la anarquía en todas sus formas por propuestas.
 
López Obrador está logrando, por su parte, lo que no ha podido hacer el PAN: restarle fuerza a una corriente político-social que pueda reivindicar, desde el poder, los derechos de las grandes mayorías.



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