Mercados Bursátiles

¿En qué debo invertir?

2009-06-28

Si hacemos un análisis de todas las inversiones a nuestro alcance, considerándolas...

José Manuel Rodríguez Solar

"Si las inversiones se proyectan a largo plazo, las inversiones en oro resultarían mejores ante cualquier otra"

Esta es la pregunta que cualquiera se hace en estos momentos de incertidumbre, de crisis, en las que las inversiones tradicionales resultan inciertas, especialmente los depósitos bancarios, de plazo fijo, cuyas tasas de interés son devoradas por la inflación y la devaluación, aparte de que son insignificantes en relación a lo que los bancos cobran en sentido contrario.

Haciendo un balance de las tasas de interés respecto de la inflación tenemos un resultado negativo de los rendimientos: la inflación anual de la canasta básica nos dice que fue del 7.28 por ciento (lo que difiere enormemente de la realidad) y la tasa de interés para los depósitos bancarios no llegan arriba del 5 por ciento. De tal forma el rendimiento no compensa la inflación pasada, menos aún la esperada. Si tomamos en cuenta la devaluación del peso frente al dólar el asunto se vuelve más grave. La pérdida de nuestra moneda fue más allá del 30 por ciento. En estas circunstancias no podemos pensar siquiera en este tipo de inversiones que resultan contraproducentes. 

En cuanto a la bolsa de valores no deja de ser una buena opción pero a largo plazo, porque a corto y mediano plazo, podría ser contraproducente si tomamos en cuenta que podría producirse una caída ante las expectativas negativas y pesimistas que se ciernen sobre las empresas y sus acciones, en virtud de que apenas empezarán a resentirse los efectos de la crisis anunciada desde meses atrás. Los resultados financieros de las empresas emisoras que comenzarán a conocerse la próxima semana nos darán cuenta de las expectativas siguientes a partir de ahora.

También ya señalamos que la mejor oportunidad para invertir es cuando las cotizaciones muestran un significativo descenso y no al revés como generalmente ocurre, y en esta ocasión habría que esperar que los precios se vuelvan atractivos ya que como nos muestra la gráfica, la bolsa ahora, se encuentra casi en sus máximos niveles desde los últimos 10 años, en medio de la peor crisis y recesión que se avecina.

En los últimos tres meses el índice de la Bolsa Mexicana de Valores muestra un incremento del 37 por ciento (17,752-24,458 puntos), precisamente durante el periodo en que se comienza a gestar la recesión económica del país y en el que las empresas han comenzado a ver crítica su situación financiera. Entonces no podemos ser optimistas ni asegurar que el auge pueda continuar.

Haciendo una analogía de la crisis y de los que dicen que ya pasó o que tocó fondo, podemos decir que no nos parece coherente o lógico que, como si fuera el anuncio de un incendio, que apenas empieza y que aún no se logra apagar, que nos digan que ya pasó el peligro y que podemos estar tranquilos. Cualquiera, por más optimista, primero esperaría a que el fuego hubiera sido apagado, para sentirse seguro de que ya lo peor ha pasado.

Si hacemos un análisis de todas las inversiones a nuestro alcance, considerándolas todas, ahora sí que no vemos mejor opción, como refugio ante la crisis, que el oro, más que la plata que va de la mano con el metal amarillo, pero atrás. Desafortunadamente, los comerciantes de estos metales, los bancos y casas de cambio, son tan abusivos que ya de entrada cobran y los venden a un precio excesivamente alto, más alto que en cualquier parte del mundo, bajo el auspicio y complicidad de las autoridades "reguladoras" del mercado financiero, tales como la Secretaría de Hacienda y el Banco de México, que les permiten que lo vendan arriba del precio que rige internacional,  con un diferencial entre la compra y venta del 10 por ciento, porcentaje superior todavía que la tasa anual que pagan a los inversionistas que les depositan su dinero.

De tal forma, entre la compra y la venta de un centenario, por citar un ejemplo, le ganan hasta 1,500 pesos, cuando lo compran a 14,500 pesos y lo venden hasta en 16,000; según las cotizaciones al día de hoy. En el caso de la compra-venta de dólares, sucede lo mismo, lo están vendiendo a 13.30 y comprando a 12.80, una diferencia del  4 por ciento en un santiamén.  De tal forma un inversionista que invierta en estas opciones tendría que esperar a que las cotizaciones se revalúen arriba de estos porcentajes para obtener algún beneficio. Peor todavía si después de comprar un centenario o un dólar se llega a tener la necesidad de venderlo, un día o una semana después, por cualquier emergencia o eventualidad, entonces no solo no obtendría beneficio alguno, sino una pérdida segura por estos bárbaros porcentajes de intermediación monetaria. 

En épocas pasadas tales diferenciales no excedían de un porcentaje razonable. Recordamos que en 1989, en el caso de un centenario, el precio de compra era de 1,115 pesos y el de venta 1,130; siendo la diferencia de solamente 15 pesos, es decir el 1.3 por ciento. En el caso del dólar, en la época de mayor especulación, cuando incluso existía un mercado negro paralelo al oficial, a fines de 1985,  las cotizaciones eran de 36.50 pesos por 1 dólar a la compra y 37.00 a la venta, lo que significaba un diferencial de 50 centavos entre una y otra cotización, también el 1.3 por ciento. Hoy, 24 años después, la voracidad elevo este diferencial entre el 4 y 10 por ciento, sin que nadie se los impida.

En el extranjero no sucede semejante práctica usurera y leonina, razón por la cual los grandes inversionistas sacan su dinero del país y prefieren invertir en el extranjero.

Un ejemplo más para ilustrar este tema es en cuanto a los depósitos bancarios. Cuando uno invierte su dinero en los bancos le pagan un rendimiento de 4.7 por ciento anual, en el mejor de los casos, en depósitos bancarios o Certificados de la Tesorería,  y sin embargo le cobran más del 50 por ciento anual si se hace uso del crédito vía préstamos directos o a través de tarjetas de crédito, con un diferencial de más de 10 veces superior entre lo que cobran y lo que pagan, libres de cualquier tipo de regulación. De tal forma los bancos en México, bancos que, la mayoría son extranjeros (95 por ciento),  ganan más que en cualquier otra parte del mundo.

En esta circunstancia, con todos estos inconvenientes, si las inversiones se proyectan a largo plazo, las inversiones en oro resultarían mejores ante cualquier otra, con todo y la ganancia impuesta y forzada que hay que compartir con los intermediarios financieros a la hora de realizar las ganancias. Además es la única inversión que lleva implícita e intrínsecamente una garantía real y un respaldo efectivo. Las demás son puros papeles o apuntes en alguna libreta.

En la infografía sobre las expectativas de las cotizaciones del oro y sobre el peso frente del dólar podemos apreciar los valores a futuro en los casos que se indican. Expectativas que de acuerdo a la tendencia actual resultan a largo plazo creíbles y concebibles, especialmente ante la crisis financiera mundial que se avecina; porque la crisis solamente ha sido anunciada, sin que veamos todavía los efectos de la misma.

Por esta razones y en conclusión, el oro a mediano y largo plazo, después de un año, resultan por ahora la mejor inversión, más segura y viable que cualquier otra. Recordemos que para pequeños inversionistas el Centenario de Oro no es la única opción, dado que su valor rebasa los 15,000 pesos. Hay monedas de oro fraccionadas que su valor oscila entre los 500 y los 15,000 pesos, desde 1/5 de Hidalgo (2 pesos de oro) hasta un Centenario (50 pesos de oro). Hay  pues opciones para cualquiera según su disponibilidad económica o financiera. (*)

Por citar un ejemplo, aquel que invirtió en el año 2000 una cantidad de 10,000 pesos en la compra de 3 Centenarios ($ 3,300 pesos cada uno), hoy tendría cerca de 48,000 pesos. En cambio, si compro con esta cantidad 1,000 dólares, en aquel entonces, su capital en esta fecha no pasa de los 13,000 pesos. Por eso debemos recordar y hacer énfasis en que estas inversiones deben verse con la mentalidad de largo plazo, para fincar en ellas un patrimonio a futuro con mejores expectativas sobre cualquier otra.



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