Reportajes

Elizabeth Taylor y Richard Burton: Amarse hasta desgastarse

2010-12-06

Y es que la mayor provocación de Burton y Taylor fue que, siendo un azote para los...

Mateo Sancho Cardiel, EFE

Madrid.- Se amaron hasta desgastarse, porque se amaron todo el rato... hasta cuando se odiaban. Elizabeth Taylor y Richard Burton lo tenían todo, pero de su sinergia surgió algo que iba todavía más allá y que ahora recoge el libro "El amor y la furia", de Sam Kashner y Nancy Schoenberger.

"Si te excitas jugando al Scrabble, es que es amor", dijo Elizabeth Taylor cuando comenzó sus primeros escarceos con Burton. Y el tiempo le dio la razón. Desde aquel momento, durante el rodaje de "Cleopatra", en 1961, sus vidas estaban condenadas a confluir en una obscena tendencia al exceso, una desenfrenada entrega al imperativo pasional y un seguimiento mediático de la intimidad sin precedentes.

Cuando en 1975 viajaron a Tel Aviv, coincidieron con Henry Kissinger en el Hotel Rey David. Kissinger, entonces secreatrio de Estado de EU, "se brindó a cederles su destacamento de seguridad (70 marines y casi mil soldados israelíes)", recoge este libro, editado en español por Lumen.

"Ellos declinaron el ofrecimiento, pero los Kissinger quedaron tan impresionados que el secretario de Estado organizó una fiesta para la pareja", prosigue.

"Yo solo soy una tía, pero Richard es un gran actor", diría ella de él, afirmación que sonaría retrógrada si no fuera contestada por Burton con igual sumisión. "Un actor es menos que un hombre, pero una actriz es más que una mujer".

Ellos despedazaron el aura de ingenuidad del estrellato hollywoodiense. Pero con sus broncas, sus borracheras y sus debilidades humanas se hicieron todavía más dioses a los ojos del público.

¿Qué tenían de nuevo Elizabeth Taylor y Richard Burton que sobrecogió al mundo? "Los Burton -escriben Kashner y Schoenberger- lograron conquistar el cariño del público norteamericano a base de talento, trabajo, descaro y glamour". Y eran como animales.

"A diferencia de otras estrellas de cine, como Greta Garbo y Marlene Dietrich, Elizabeth era una auténtica diosa del sexo: lo adoraba". Y cuando el entonces marido de Taylor, Eddie Fisher, llamó a su casa en Roma y le cogió el teléfono Burton, también casado, le inquirió: "¿Qué haces en mi casa?". El actor galés respondió: "¿Tú qué crees? Follarme a tu mujer".

Tenían una pasión animal y, no en vano, cuando se casaron por segunda vez en Botswana en 1975 (la primera fue en 1964), Elizabeth dijo: "Es donde me gustaría repetir el enlace: en la sabana, con los nuestros". En plena ceremonia, recordaría Taylor, salieron dos hipopótamos del río Chobe.

Ellos también eran animales con mucha sed: "Elizabeth disfrutaba con los desahogos alcohólicos de Richard (...) Le encantaban la pasión y el dramatismo, como persona que había crecido entre la adulación y los cumplidos, necesitaba la tonificante realidad de una buena pelea", se puede leer en "El amor y la furia".

Y sus películas juntos estaban siempre relacionadas con el momento sentimental que atravesaban. "Sabían que estaban mal desde el principio. Nada podía separarlos", rezaba la publicidad de "Castillos de arena", de Vincente Minnelli.

Su cinta más vitoreada, "¿Quién teme a Virgina Woolf?", en la que Mike Nichols adaptaba la obra de teatro de Edward Albee, su dicotomía entre la agresividad y el cariño quedó perfectamente plasmada.

En el London Daily Express, cuando protagonizaron una comedia sobre el adulterio llamada "Los comediantes", publicaron: "Burton besa a Taylor con tanta pasión y entrega que no cuesta imaginar que cualquier esposa menos satisfecha se quejará de que a ella no la tratan así en casa".

Y para la televisión protagonizaron títulos provocadores como "Se divorcia él, se divorcia ella" o en el teatro, cuando ya su segundo matrimonio había naufragado, comenzaron una gira bajo el título de "Vidas privadas".

"En el fondo nunca nos hemos separado. Y supongo que nunca lo haremos", dijo Burton a su hermano cuando su vida de 58 muy vividos años llegaban a su fin y dejaba viuda a otra mujer. "El día que murió yo aún estaba locamente enamorada de él", dijo Elizabeth, a pesar de que Burton estaba casado con otra mujer.

Y es que la mayor provocación de Burton y Taylor fue que, siendo un azote para los moralistas, cumplieron como pocas parejas, y pese a todo, la cláusula de "hasta que la muerte os separe".



EEM

Notas Relacionadas

No hay notas relacionadas ...



Utilidades Para Usted de El Periódico de México