Panorama Económico

Gobernadores a la medida

2011-04-03

Ni modo ni manera, dijo Pánfilo Natera. El PAN designó precandidato único a...

León García Soler, La Jornada

Ayer fue recordado Porfirio Díaz. Los de la extrema derecha, que decidió aliarse con las diversas izquierdas, no festejaron la efeméride. Será porque el viejo dictador era liberal; de los nuestros", diría un nostálgico del pasado, al ver a los reaccionarios heredar el poder por obra y gracia de los neoliberales, y del voto útil de la izquierda que perdió el horizonte y logró la regresión: Fox presidente y Dios omnipotente.

Será por eso. O porque los aliados vergonzantes decidieron reincidir y coaligarse con el estado de México "para derrotar al PRI, que lo gobierna desde hace 80 años. Ayer fue aniversario de una hazaña del llorón de Icamole. Hoy derrama lágrimas un descendiente de Francisco I. Madero, el apóstol, el del Plan de San Luis, quien puso en camino a los peregrinos en pos del sufragio efectivo; la democracia sin adjetivos, que hoy nos tiene en estado de excepción y paralizados en el marasmo de la transición que no transita, de la alternancia a imagen y semejanza del antiguo régimen que en nada cambia, que en nada hemos cambiado.

El Maderito que llora la fallida alianza con el PRD se llama Gustavo, como el radical de los hermanos vilmente asesinados, uno por la soldadesca de Félix Díaz, el otro por los pretorianos de Victoriano Huerta. Apostaron a que le temblaría la mano a Enrique Peña Nieto, el del "copete electrónico", dice una de las académicas de la crítica. Jesús Ortega, el Chucho en el mando perredista entonces, arrimó su sardina al fuego, atizado desde Los Pinos, donde despacha, haya sido como haya sido, Felipe de Jesús Calderón, el espurio, el que les robó la Presidencia, según el evangelio de la desmesura tropical transmutada en movimiento social con tono religioso y la convicción de que "sólo el pueblo puede salvar al pueblo". Habrá que agradecer a López Obrador hablar del pueblo y no decir "la gente". Algo es algo.

Y la malicia del estratega de Nacajuca, quien rechazó la alianza de opuestos, fintó con la senadora Yeidckol Polevnsky y se llevó a Alejandro Encinas de compañero de viaje. Y lo puso en órbita, en el limbo de la candidatura competitiva, pialada por la palabra empeñada de serlo sólo si lo era del PRD y el PRD no se aliaba al PAN. Ya era un hecho la alianza, en consulta al pueblo, convalidada por intelectuales inorgánicos que pusieron las mesas y contaron los votos. Ganó el sí. Pero resulta que siempre no. Jesús Ortega cedió el mando a Jesús Zambrano y los malabares del manglar edénico lo ataron a Dolores Padierna, la mujer del dueño de la clientela defeña: en el origen y ahora, de la mano de Marcelo Ebrard.

Juegos de birlibirloque, de los que resultó el lanzamiento de Eruviel Ávila, ajeno al mítico grupo Atlacomulco, gallo muy jugado en el valle de México: territorio de conurbación lumpen, asiento de migrantes y aliento de expectativas; tierra de conquista en la era del nomadismo; dura escala, aquí y en China, entre la miseria rural y la vida urbana de la economía informal, el trabajo obrero o de servicio, de la informática que desplazó la revolución industrial. Para colmo de males, Eruviel Ávila vino de abajo; es de los de abajo, producto de la permeabilidad social que fuera fuente y origen del crecimiento económico sostenido durante décadas por los del priato. En eso sí, herederos de la Revolución. Y lo que ayer era mérito, prueba de movilidad social y motivo de orgullo de los que venían de abajo, ha sido calificado de tara por los del fallido ayuntamiento. ¡Por la izquierda!

Ni modo ni manera, dijo Pánfilo Natera. El PAN designó precandidato único a Luis Felipe Bravo Mena, todo de negro hasta los pies vestido: nadie diga que ya no hay derecha ni izquierda que se le oponga. Burla burlando, PT y Convergencia se sumaron al PRD que, con Zambrano, tendrá que negar a Jesús Ortega. Y esperar que el taumaturgo del Morena convierta a Alejandro Encinas en candidato grato a la alianza que pudo ser y no fue. Lo malo de tanta maroma es que no hay dónde caer sin romperse algo. Eruviel Ávila va a ganar a Luis Felipe Bravo Mena, así como al honesto marxista Alejandro Encinas. En el trayecto quedaron las ilusiones de Manuel Camacho y la ambición de Marcelo Ebrard, quien ratificó que aspira a ser el candidato presidencial de "las izquierdas".
Andrés Manuel López Obrador dice que Felipe Calderón ofreció a Encinas la candidatura. Encinas dice que no. Y Juan Molinar Horcasitas reta a López Obrador a presentar las pruebas que dice tener. Donde digo, digo, digo que todo se cocinó en Los Pinos y el espurio "pameó" a Encinas desde febrero, responde López Obrador, quien a su tiempo presentará sus pruebas. Dijo que no miente. Tembló el mundo de los que hacen política y los montes parieron un ratoncito. Alguien subestimó al PRI de la orfandad. Y, desde luego, desestimaron el oficio político de Peña Nieto: figura mediática, cierto; presencia de intensa propaganda, cierto; pero también actor de notable campaña electoral y ejecutor de eficaces acciones de gobierno. Y ya no hay árbitro de última instancia: la unidad no es unanimidad, y ahí estuvieron Humberto Moreira, Francisco Rojas y otros del poder que dejó de ser centrípeta.

Las cosas cambian con el gatopardismo de unos y la torpeza operativa de otros. Acudieron a Los Pinos Gustavo Madero y Cecilia Romero, la antigua directora de Migración que, impasible, dejó la sangrienta huella de los migrantes centroamericanos asesinados en San Fernando, Tamaulipas. Pecata minuta. Hoy secretaria general del PAN, la señora Romero declaró al salir del ¿acuerdo? que hablaron de la alianza con el PRD, de la consulta a 300 mil ciudadanos que mayoritariamente la aprobaron; de la satisfacción del jefe de gobierno, jefe de Estado... "eso dijo el Presidente". Y ardió el mundillo de mentiritas que la democracia como objetivo ha fincado en la que fuera república representativa, federal y laica.

No dijo eso, declaró el secretario Gil, encargado del enlace con otros poderes y los gobiernos de la Unión. Secretario de Gobernación de facto, como el estado de excepción que lleva al señor Blake a decir que el Ejército no dejará las tareas policiales hasta que todos los estados tengan "policías certificados". ¿Por quién, señor secretario?

Todo cambió. Ahora hay gobernadores de medio tiempo, de sexenio corto, sin ser interinos o suplentes. Al caer la noche del cesarismo buscaron uniformar los tiempos, elegirse simultáneamente con el "señor Presidente de turno". Y se quedaron a medias, como la transición. En Guerrero, tomó posesión Ángel Aguirre Rivero: gobernador por cuatro años y cinco meses, algo así como complemento al gobierno de 1993 a 1996 que desempeñó al ser defenestrado Rubén Figueroa por la matanza de Aguas Blancas.

Marcelo Ebrard estuvo en Chilpancingo; orgulloso padrino; y hubo concilio plural: Alejandro Encinas, Jesús Ortega y Porfirio Muñoz Ledo; los gobernadores Rafael Moreno Valle, de Puebla, y Marco Adame, de Morelos. Acuerdos tan ostentosos como las ausencias de Zeferino Torreblanca y Manuel Añorve.

Francisco Olvera Ruiz asumió el poder Ejecutivo del estado de Hidalgo. Llegó y reclamó al gobierno de la Federación el cumplimiento del compromiso contraído para construir una refinería en Tula. Y retomó el reclamo de hacer en su entidad el aeropuerto internacional. Los de Atenco están vendiendo sus tierras a la Conagua. Los machetes empolvados en espera de clientela. En Pachuca estuvieron 15 gobernadores del PRI. En Quintana Roo, Félix González Canto deja el poder y lo asume Roberto Borge: largo interregno y firmes expectativas en Chetumal.



EEM

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